La semana pasada, dos nuevos gobernadores tomaron posesión de sus cargos en Querétaro y Nuevo León. En ambos casos, ganaron las elecciones compitiendo contra el PRI y toda su maquinaria electoral y de poder. Los dos vinieron de abajo y crecieron en la preferencia ciudadana. En sus campañas hicieron suya la demanda de los ciudadanos para ponerle un fin a la corrupción, al abuso de poder, a la impunidad y al cinismo. Y los dos enfrentan ahora el reto de transformar su atractiva oferta política en gobiernos transparentes y eficientes.

El primero es Francisco Pancho Domínguez, nuevo gobernador panista de Querétaro. Tuve la oportunidad de estar presente en su toma de protesta. Me gustó mucho que centrara su discurso en la lucha contra la corrupción. Fue valiente y claro: “Enterramos la corrupción hoy para siempre”. Con esas palabras firmes, Pancho Domínguez prometió que la transparencia será la divisa de su gobierno por convicción. A quienes forman parte de su gabinete les obligó a presentar las “3 de 3”: declaración fiscal, de conflicto de interés y patrimonial. Pancho Domínguez es un ciudadano que pertenece a un partido político pero sin compromisos, libre y seguro.

El segundo gobernador que se estrena es Jaime Rodríguez Calderón, El Bronco. Hizo de la figura de la “candidatura independiente” una de las buenas noticias de la elección del 7 de junio. Los ciudadanos y ciudadanas de Nuevo León nos demostraron que en la entidad se deciden cosas, tomaron su destino en sus manos y le dijeron a esos políticos: “en el caso de Nuevo León, sí hay consecuencias, si no nos voltean a ver, nosotros no los vamos a ver a ustedes”. Como el pueblo industrioso y valiente que son, se organizaron y apoyaron desde diversas trincheras la candidatura independiente de El Bronco. Su victoria mandó un mensaje claro a los partidos políticos para que hagan lo necesario de acercarse a los ciudadanos, dejen de dar esa imagen de utilizar el partido como si fuera su patrimonio.

Más allá de la toma de protesta y la fiesta que significa, México necesita una transformación en la estructura del Estado de derecho que depende no sólo en leyes sino también de la legitimidad de quien lo aplica. Hoy esos gobernadores tienen a su favor que la gente los quiere y los puso ahí con la mayoría absoluta de los votos.

Por otra parte, la semana pasada también se desató con todo la rumorología por el proceso para encontrar a los reemplazos de la ministra Olga Sánchez Cordero y del ministro Juan Silva Meza, que terminan su periodo constitucional en la Suprema Corte de Justicia de la Nación.

En los últimos meses he oído más de cinco posibles nombres. Pero todos de hombres. Sé que hay mujeres que pueden ser nombradas pero hasta ahora, parece que, o no existen mujeres destacadas en materia de justicia, o simplemente que a nadie, pero a nadie, se la ha ocurrido que podría haber dos mujeres ministras en la SCJN.

Esto es algo que no se puede entender en el México de hoy, en el que más del 50 por ciento de las estudiantes de la carrera de Derecho son mujeres y en el que hay tantas destacadas jueces y magistradas. Incluso, el diario EL UNIVERSAL dio a conocer que la Asociación Mexicana de Juzgadoras envió una carta firmada por más de 100 juzgadoras en la que solicitaban que las ternas se integraran por mujeres.

¿No hay mujeres?, ¿No saben a quiénes? Nada más dígannos y créanme: les vamos a llenar las listas de mujeres inteligentes y honestas que pueden ser ministras de la Corte. Somos muchas las abogadas y abogados, son muchas las organizaciones, las universidades, y las escuelas de derecho que podemos sugerirles nombres de mujeres que podrán desempeñar esta importante función de Estado. Además les evitaría muchas “grillas”. No se hagan, sí hay mujeres.

Abogada

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