En el año 2006, el científico Mario Molina, Premio Nobel de Química, elaboró un documento con políticas y estrategias encaminadas a mejorar la calidad del aire en la Zona Metropolitana del Valle de México (ZMVM). Entre las cosas que se señalaban en dicho documento es que los esfuerzos debían concentrarse en “disminuir la emisión de partículas finas provenientes de procesos de combustión y la emisión de compuestos orgánicos volátiles, precursores de ozono”. Apuntaba también que las fuentes móviles —los vehículos motorizados— eran la principal causa de contaminación atmosférica en la ZMVM; “que los autos particulares crecen a un ritmo superior a la población y que la introducción programada de combustibles de bajo azufre en el país sólo podría generar los beneficios potenciales esperados, si se les utiliza en vehículos con tecnologías modernas”.

Han pasado diez años de que estas recomendaciones fueron emitidas y los problemas siguen siendo los mismos, algunos más graves. El número de autos en ese periodo prácticamente se ha duplicado, agravando los congestionamientos viales; no se cuenta con combustibles de ultrabajo azufre disponibles en todo el territorio nacional y los camiones de carga tienen entre 20 y 30 años de antigüedad.

En estos primeros meses del año, la Ciudad de México ha experimentado niveles alarmantes de contaminación que han obligado al gobierno a decretar Contingencia Ambiental y a tomar medidas excepcionales que no han sido bien recibidas por la población, mismas que seguramente tendrán un alto costo político para el jefe de Gobierno, Miguel Ángel Mancera.

La Comisión Ambiental de la Megalópolis (CAME) anunció que, del 5 de abril al 30 de junio, como medida de emergencia dejarán de circular un día a la semana todos los vehículos sin importar el número de holograma; esto es 0, 00, 1 y 2, incluyendo restricción para el sábado. La medida abarca a las motocicletas y al transporte federal.

Cuando en el año 2014 el Centro Mario Molina presentó una nueva evaluación y recomendaciones en torno al programa Hoy No Circula, destacó ventajas del mismo, como el que puede reducir entre un 25 y un 70% la emisión de contaminantes atmosféricos; promueve la renovación de la flota y fomenta otros esquemas de movilidad. Sin embargo, fue muy claro en detallar que esta medida tendría que acompañarse de un plan integral y de acciones comprensivas encaminadas a desarrollar una política de movilidad sustentable para la ZMVM.

Algunas de estas medidas complementarias incluyen sustituir catalizadores en mal estado, mejorar los sistemas de verificación vehicular incorporando sistemas de diagnóstico a bordo, distribuir Diésel de Ultra Bajo Azufre (UBA) en todo el país, renovar la flota de autobuses y camiones; regular el transporte escolar, empresarial y público; centrar la planeación urbana en ciudades compactas y bien conectadas y fomentar el uso de la bicicleta, entre otras.

En las acciones anunciadas hace unos días se vuelve a limitar el problema a la mera circulación de los autos. Sin embargo, no se hizo ninguna referencia al tema de la calidad del diésel, siendo que el combustible que utilizan los camiones de carga en México contiene 500 partes por millón de azufre —el diésel UBA tiene 15 partes por millón— y por ello, el transporte pesado emite el 80% de las partículas suspendidas PM 2.5, cancerígenas y potencialmente letales para el ser humano.

Tristemente, las medidas anunciadas por nuestras autoridades dejaron al desnudo que carecen de una visión a largo plazo sobre movilidad y desarrollo urbano. Los políticos continúan reaccionando a bote pronto, postergando las decisiones impopulares y tratando de sacar el buey de la barranca cuando el problema ya les reventó en las manos. Se limitan a administrar los problemas en vez de ejecutar soluciones de fondo. Quizás es tiempo de que los ciudadanos también les saquemos la tarjeta para que sean ellos quienes dejen de circular, pero no sólo por un día.

Directora de Comunicación del Centro Mexicano de Derecho Ambiental, A.C.

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