Un pasado muy presente. “La verdad no le interesa a nadie”. “A la gente no le gusta la verdad”, le espeta el cineasta David Trueba al escritor Javier Cercas en El monarca de las sombras. En este reciente libro de Cercas, el realizador trata de disuadir al novelista de embarcarse en otra obra sobre la guerra civil española. Según Trueba no vale le pena desentrañar misterios, ventilar secretos o descubrir matices, si el efecto previsible es provocar la ira de los bandos encanallados en el fanatismo o el cinismo que mantienen sometidos a dos fuegos el interés y el gusto por la verdad.

Pero si aquella carnicería entre españoles fue, entre otras perversiones, un laboratorio de experimentos criminales en que las potencias habrían probado armas y estrategias de muerte en la inminencia de la Segunda Guerra Mundial, los hallazgos de esta nueva exploración de Cercas propician imaginar aquella guerra como campo de pruebas también de las estrategias de la post verdad que culminan en la actual era de Trump. Son las mismas que presiden el auge populista planetario que perturba a las naciones y remolcan al mundo cincuenta años atrás, con las especulaciones sobre la proximidad de una guerra nuclear en Corea.

También se podría elucubrar si en la secuela de la dictadura que siguió a aquella guerra se hubiera incubado el ánimo inquisitorial de las redes, con sus likes para las voces afines a los prejuicios propios y sus insultos con propósitos de aniquilación del contrario. Y es que, si bien Trueba podría tener razón en que la guerra civil “ya no está de moda”, lo cierto es que las condiciones de aquel pasado del surgimiento del nazi fascismo parecen colonizar (aquí, en Estados Unidos, Francia, Reino Unido, Venezuela o España) este presente emponzoñado que rebasa los recuerdos de los viejos interlocutores de Cercas, con las actuales polarizaciones, aprestos de violencia y odios derivados de rivalidades y ambiciones políticas.

¿Volver a los treintas? Parece así irresistible contrastar el avance electoral de los populismos de 2016 con el poder de atracción del discurso anti republicano de 1936: su vocación anti sistema, su “perfecto caos ideológico”, el entusiasmo por líderes providenciales; la debilidad por poderes autocráticos fuertes, dispuestos a la aniquilación del ‘enemigo’; “su apuesta simultánea e imposible por el nacionalismo patriótico y la revolución igualitaria y su demagogia cautivadora”. Todo ello, bajo el supuesto de la capacidad de estos liderazgos para “acabar de un solo tajo redentor con el miedo y la pobreza” y la injusticia.

Pero no sólo la lectura de El monarca de las sombras genera estas comparaciones del ayer con lo de hoy. Letras Libres dedica su número de abril a El periodismo contra la mentira, diseñado desde el eje analítico de la confrontación de Trump con los medios críticos. Y de su excelente contenido, al menos dos trabajos evocan la obra de Orwell desde la guerra civil española, Homenaje a Cataluña: el de Timothy Garton Ash y el de George Parker, dedicado éste íntegramente al autor de 1984, el libro más vendido en Estados Unidos desde el ascenso de Trump, una novela en la que el totalitarismo cuenta, entre otras atrocidades, con un ‘Ministerio de la verdad’.

Tramas y mafias. Los años actuales de “intolerancia, ira y amarga división”, en palabras de Mark Thompson, también en Letras Libres, fueron remitidos ayer por Juan Cruz , en El País, a aquellas décadas teñidas de las guerras de España y Europa, y traídos de vuelta acá a propósito de la puesta en circulación en Madrid, por el populismo de ‘Podemos’, de un autobús, el Tramabus, con las caras de sus enemigos identificados: políticos, empresarios y periodistas, a los que engloba en la ‘trama’, un versión tardía de la ‘mafia del poder’ en la que aquí inscribe desde hace años López Obrador a sus propios enemigos identificados para generar en sus huestes “el ansia vengativa que anida en las sociedades tristes”, para usar las palabras que Cruz aplica a ‘Podemos’.

Director general del Fondo de Cultura Económica

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