Inventario. Que este año hayan coincidido la asignación de los premios Pulitzer a lo mejor del periodismo en Estados Unidos y el inicio de esta semana de penitencia, propicia invocar antiguos y actuales momentos de expiación en el periodismo y la política. Empezando por la paradoja del nombre que lleva el premio a la excelencia informativa, Joseph Pulitzer, el magnate de la prensa sensacionalista de entre siglos (diecinueve y veinte), quien, acaso como actos de contrición, no sólo legó los fondos para esos premios sino que financió también la creación de la primera escuela de periodismo, en Columbia University.

La coincidencia también permite darle la bienvenida a la publicación en tres tomos de Inventario, la antología que incluye apenas una tercera parte de las columnas que con ese título publicó José Emilio Pacheco a lo largo de cuatro décadas. Una hazaña de quienes hicieron la selección: Héctor Manjarrez, Eduardo Antonio Parra, José Ramón Ruisánchez y Paloma Villegas. Se suelen considerar estos textos como la más alta expresión del periodismo cultural en medio siglo. Pero ante la visión de conjunto que proporciona este título de Era, en alianza con El Colegio Nacional, la UNAM y la Universidad de Sinaloa, habría que quitarle a esa apreciación el apellido de cultural para ubicar esta obra entre lo mejor del periodismo a secas.

Su lectura actual permite reconstruir el acontecer de estas décadas en México y en el mundo, a través de los atributos de un periodismo de calidad: inteligencia selectiva de temas y enfoques, precisión de datos, claridad expositiva y la aportación de rigurosos contextos históricos, refinadas conexiones literarias y una ágil y eficaz prosa narrativa. Adicionalmente, el periodismo —como tema y preocupación— está explícitamente tratado en una media docena de estos textos.

Post verdades de ayer y hoy. Ejemplo de lo anterior es la reseña en 1990 o del entonces reciente libro de Joyce Milton sobre el apogeo del periodismo sensacionalista encabezado cien años antes por el mencionado Pulitzer y Randolph Hearst (personificado por Orson Welles en el Ciudadano Kane), quien le ordena a uno de sus ofuscados enviados a una guerra de Cuba todavía sin estallar, que envíe sus materiales, que él, el magnate, le enviará la guerra. Pulitzer a su vez mandó a Cuba a su reportero estrella, a quien José Emilio descubre como el mismo James Creelman que pasó a la historia de México con su entrevista, 10 años después, a Porfirio Díaz, con la que echó a andar a Reyes y a Madero con la falsa bienvenida a la oposición que allí le daba el dictador.

Migrante húngaro, defensor de migrantes y de huelguistas, denunciante de los negocios del presidente (T.) Roosevelt y del banquero Morgan en la construcción del Canal de Panamá, Pulitzer perfeccionó el esquema de la noticia (escandalosa) como mercancía y como gancho de la publicidad comercial que él introdujo a los periódicos. Orgulloso de su encumbramiento de la nada, quizás no se arrepintió de los excesos de su periodismo. Pero 100 años después de instaurado el premio que lleva su nombre, el otorgado este 2017 al Washington Post por evidenciar las mentiras de Donald Trumpo desde su campaña, no sólo estaría expiando aquellas culpas, sino contribuyendo al propósito de enmienda que exige a la sociedad estadounidense el caótico proyecto de imperio orweliano de la post verdad al que abrió paso la elección de 2016.

¿Propósito de enmienda? Pero los Pulitzer 2017 y el inicio de semana santa también coincidieron con el arresto de Tomás Yarrington. ¿Acto de contrición del sistema político, que asume la falta y castiga a uno de los suyos? En este caso, el Estado mexicano estaría aún en deuda de su correspondiente propósito de enmienda de una estrategia de guerra de décadas, la antinarco, que con este caso se mostraría perdida, ante la evidencia de la capacidad del adversario de poner bajo su control, una vez más, zonas geográficas enteras a través de la propia autoridad estatal.

Director general del Fondo de Cultura Económica

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