A tres años de las elecciones de 2018, y a un semestre más de la toma de posesión de un nuevo Presidente, los movimientos anticipados de algunos anteproyectos de precandidatos “a la grande”, como antes se decía, empiezan a poblar el paisaje después de la batalla —electoral intermedia— de este año.

Es un paisaje con gran biodiversidad: un Presidente en funciones presentado en todos los medios, nacionales e internacionales, como el ganador indiscutible, una vez que su coalición electoral (PRI, Verde, Panal) mantuvo una mayoría más o menos holgada en la nueva Cámara de Diputados, lo que asegura gobernabilidad y capacidad de eludir bloqueos en leyes secundarias, incluyendo presupuestos y normas fiscales.

A su lado, un partido gobernante (PRI) que perdió un par de gubernaturas que en un principio no parecían en riesgo y ganó otras que no esperaba, para quedar un poco más abajo en el número de estados que gobernaba antes de la batalla. Siguen los dos más importantes partidos de oposición (PAN, PRD) con grandes pérdidas en su votación y en su número de asientos en la Cámara. Ello, al lado de los grandes ganadores: los partidos medianos y pequeños (Morena, Movimiento Ciudadano y Encuentro Social) junto a vistosos candidatos independientes, con sus triunfos en Nuevo León y varias alcaldías, con impresionantes segundos lugares en otras.

Remotos. En medio de esa biodiversidad brotan los todavía remotos prospectos presidenciales.

La nueva noticia: Margarita Zavala, esposa del ex presidente panista Felipe Calderón, con su decisión de aparecer entre los escombros de un PAN derrotado, dividido y subdividido, con la advertencia de que si no la hace candidata, la podría jugar de independiente. Y para aquellos que creyeron que el ex presidente Calderón había librado el desgaste propio de la ex presidencia, gracias al Pacto por México —que congeló las críticas a sus socios (el PAN y el PRD) por parte del partido que regresó al Ejecutivo en 2012— habrá que ver si la exposición de su esposa en una campaña presidencial no se vuelve un juicio contra el ex mandatario panista.

La noticia vieja: Andrés Manuel López Obrador, que con su nuevo partido, Morena (antes dirigió el PRD nacional y el PRI de su estado), obtuvo un nada despreciable cuarto lugar —en la tabla media— en su primera aparición, y ahora se dispone a cumplir, en 2018, 18 años de aspirante presidencial. Esto, si se toma en cuenta que adquirió esa condición al día siguiente de ganar la elección de jefe del GDF en 2000.

Soñar y gobernar. Las novísimas noticias: el ex priísta Jaime Rodríguez Calderón, El Bronco, que como independiente de partidos y dependiente de grupos empresariales, ganó el gobierno de Nuevo León, y ya se especula si este experimento exitoso no se probará en el 18. El problema está en que el truco habrá perdido originalidad y eficacia. Al menos tres (El Bronco, eventualmente Margarita Zavala y, más recientemente, el actual jefe del GDF, Miguel Mancera) han hablado de jugarla por esa vía. Con AMLO, los cuatro podrían repartirse quizás un 40 o 50% de los votos, lo que dejaría a alguno de los candidatos de los tres grandes con más posibilidades de repartirse entre el 50 y el 60% de los votos.

Más de 30 meses para soñar y hacer cuentas tienen los “auto destapados”, a la vista de las restricciones legales para hacer pre-pre-campañas. Mientras, más de tres años —todavía más de la mitad del periodo constitucional— le quedan al presidente Peña Nieto para gobernar. Y la agenda de gobierno está cuajada de temas de gobierno: reformas que terminar de instrumentar; actos ejecutivos que ejercer, grandes proyectos que retomar, élites que conciliar o arbitrar, fuerzas públicas que reordenar, vacíos institucionales dejados por gobiernos anteriores en manos del hampa que recobrar, procesos internos de su partido que vigilar o encauzar. Nada que ver con los sueños explícitos de los prospectos de hoy, a lo que habrá que agregar los todavía ocultos de dentro y fuera de su partido.

Director general del Fondo de Cultura Económica

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