No, no se trata de Vladimir Vladimirovich Nabokov, el ruso autor de la famosa novela Lolita, tampoco se trata del famoso Vladimir Ulianov, más conocido cono Lenin, sino de Putin Vladimir Vladimirovich, el incombustible presidente de Rusia. No se sabe si es un gran jugador de ajedrez o un genio del póker, un gran estratega o un genio de la táctica, pero no cabe duda que merecerá tener su foto de hombre del año en la cubierta de todas las grandes revistas internacionales.

Cinta negra, campeón de judo, aprovecha de la mejor manera los movimientos del adversario para desequilibrarlo. Su jugada en el asunto de Ucrania, primero, luego en el caso de Siria (la crisis siria es un Chernobyl político, según el general David Petraeus), si es peligrosa, le ha salido bien hasta ahora. Ha tenido suerte, es cierto , porque ha sabido aprovechar cada oportunidad. Me entristece la situación interna de Rusia, pero no puedo disimular mi admiración por la política exterior de su presidente. Todo le sirve; con ojo de águila, ve moverse el más pequeño conejo en la pradera. Todo le sirve, los errores del gobierno ucranio y del gobierno turco, las ambiciones marítimas chinas, el putsch contra el presidente Erdogan, el fallo de la Haya contra Beizhing en el caso del Mar de China, los ataques de Donald Trump contra Hillary Clinton.

Hace poco la tensión entre Ankara y Moscú estaba extrema, después del derribo de un avión militar ruso, y por el apoyo dado por Putin a un Bashar al Asad que Erdogan quiere acabar; de repente, gracias al putsch los presidentes se abrazan, el turco habla de su “amigo” Vladimir Vladimirovich y encarcela a sus pilotos que habían tumbado a la nave rusa… Apuesto que Moscú ayudará al alejamiento entre Turquía y Washington y eso será todo beneficio puesto que Turquía es un miembro demasiado importante de la OTAN, con bases militares estadounidenses en su territorio. En cuanto a China, acaba de invitar a Rusia a participar a maniobras navales conjuntas en el peleado Mar de China. A largo plazo, los intereses de Ankara y de Beijing no son los de Moscú pero, por lo pronto, le sirven a Putin. Claro, todo eso cuando Estados Unidos está paralizado por las elecciones presidenciales de noviembre.

El general inglés sir Richard Shirref acaba de publicar una novela de política-ficción bajo el título 2017: Guerra con Rusia, una urgente advertencia. Hasta hace dos años el general era el más alto mando europeo en la OTAN y escribió su libro después de la anexión de Crimea por Putin. Su mensaje es sencillo: “La decisiones políticas y militares que estamos tomando y que hemos hecho nos lanzan hacía una futura guerra contra Rusia”. Reserva sus críticas a los “enanos semipacifistas” de Europa que siguen la política de avestruz. Ciertamente, la OTAN no podría defender a los países bálticos y tampoco a Polonia, pero Vladimir Valdimirovich no le da prioridad a una ofensiva por ese lado. Aliarse con Turquía, apoyar indirectamente a Donald Trump, o recalentar el conflicto en la Ucrania oriental le interesa más.

Entonces, ¿quién es Putin? En Francia han publicado dos libros interesantes: de Michel Eltchaninoff, Dans la tete de Vladimir Poutine, y de Jean-Francois Bouthors, Comment Poutine change le monde. Ya no se le ocurre a nadie burlarse del Rambo ruso que enseña su torso desnudo, pilotea aviones y bucea como arqueólogo. Ahora se le teme (algunos quieren prepararse al enfrentamiento, otros no quieren que se enoje), o se le admira para seguir su ejemplo, desde Marine Le Pen, en Francia, hasta Donald Trump: un modelo de fuerza determinada, brutal y eficiente. J. F. Bouthors lo define como el producto de un sistema: “Cuando se trata de una gran potencia, no hay muchos cuentos de hadas, y cuando los servicios de seguridad entran en el baile, no queda la más mínima posibilidad de cuento”.

Los famosos Órganos tiraron al cesto de la basura la ideología comunista y lograron conservar el dominio.

Investigador del CIDE.
jean.meyer@ cide.edu

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