Decía un alcohólico anónimo después de una grave recaída: “Nada está perdido si reconocemos que todo está perdido y hay que volver a empezar”.
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El que dice quedarse solo, debe enfrentar a sus más destructores demonios interiores. Pero si lo consigue, será más fuerte que cuando necesitaba compañía.
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Es más fácil conservar vivos los sentimientos ideales que las sensaciones reales, como bien supo Don Quijote con Dulcinea.
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Habría que hablar con quienes se nos esconden en la sombra.
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Hay mañanas en las que el espejo nos abofetea el rostro macilento por la cruda.