Es muy tentador simplificar los problemas. Al hacerlo, las soluciones parecen simples. Por desgracia para todos, la inseguridad en Guerrero no es un sencillo asunto de combate entre pistoleros. Hay componentes sociales y económicos también que hacen imposible resolver la situación de violencia en un solo paso.

La complejidad tampoco es pretexto para la inacción o la demora. Con 345 asesinatos hasta la última semana de junio de este año, Acapulco es el municipio más violento del país, de acuerdo con cifras del Consejo Ciudadano para la Seguridad Pública y la Justicia Penal.

¿Cómo llegó a este punto un estado con el centro turístico más visitado del país, el mismo que durante la mitad del siglo XX fue referente internacional? ¿Cómo, una entidad que cuenta con riquezas minerales, agropecuarias y pesqueras, además de un puerto privilegiado por sus capacidades de exportación hacia el Pacífico?

El gobernador interino ya anunció que el estado está al borde de la quiebra a menos que la Federación vaya al rescate de la entidad. Únicamente una corrupción vieja y estructural puede explicar esa situación en una región rica en recursos. No es un mal exclusivo del actual gobierno local; la extensión del problema se desconoce.

EL UNIVERSAL logró recabar testimonios que hablan del grado de descomposición social en Guerrero. El perfil de los asesinos es de chicos menores de 20 años que se mueven en algunos de los cinco grupos del narcotráfico que operan en la ciudad. Tener 26 años significa ser veterano y tener posibilidades de liderar una célula delincuencial. No hay cifras oficiales porque ni siquiera se detiene a los responsables.

En lugar de buscar un trabajo irregular o un empleo formal con bajas expectativas, los jóvenes optan por la salida fácil. Ahí es donde entra el componente económico. La riqueza generada en Guerrero no se está repartiendo entre todos sus habitantes.

Cuando este periódico entrevistó a Héctor Astudillo, recién victorioso tras el proceso electoral del 7 de junio, dijo que ganar la gubernatura de Guerrero era como enfrentar a dos tigres en una jaula, en referencia a la pobreza y la inseguridad. Habría que añadir a una fiera más: la indiferencia de quienes no han padecido en carne propia el recrudecimiento de la violencia en la entidad. Los alarmantes datos de homicidios durante los meses más recientes carecen de una mejor explicación.

Se llegó a este punto ignorando el problema. A poco menos de dos meses de cumplirse un año de la tragedia en Iguala, habría que recordar lo costoso de olvidarse de Guerrero.

Google News

TEMAS RELACIONADOS

Noticias según tus intereses