En el furor de la batalla presidencial estadounidense, y con el tufo indeleble que despide la candidatura de Trump, ahora con las acusaciones de acoso sexual y un discurso crecientemente predicado en el manual fascista y demagogo de culpar a una supuesta cábala internacional de medios y banqueros por los problemas en los que se encuentra su campaña, hay una vertiente de la contienda que ha pasado relativamente desapercibida en México. A lo largo de estos meses, la fluidez y volatilidad de la elección han generado un efecto de subibaja para las aspiraciones de uno y otro partido en el Senado. En las elecciones intermedias de 2014, el GOP obtuvo el control del Senado con una mayoría de 54 escaños contra 46. Hay que recordar que en el sistema político estadounidense, el partido que obtiene más escaños en cada cámara ocupa el liderazgo y la presidencia de todos los comités y subcomités. Por ello hoy atestiguamos una de las facetas más trascendentales de la elección presidencial: una batalla campal por el Senado. Es el proverbial momento del “ahora o nunca” para ambos partidos ahí de cara a 2017.

La elección arrancó en terreno agreste para el GOP, a pesar de sus ocho escaños de ventaja en el Senado, ya que hay 24 republicanos buscando la reelección ante solamente 10 senadores demócratas en la misma situación. Cabe agregar además que un año de elección presidencial siempre va acompañado de una mayor afluencia de votantes demócratas de lo que es habitual en elecciones intermedias. Por lo tanto, de arranque y antes de hacerse patente el costo que el discurso de Trump podría tener para la reelección de senadores republicanos, ya había incentivos suficientes para que algunos de ellos buscasen presentarse ante votantes independientes y de minorías como moderados y responsables. No sorprende por ello que en las últimas semanas —ante lo cerradas que están varias de las campañas de reelección en el Senado— 14 senadores republicanos se hayan desmarcado de Trump y declarado que no votarán por él. Con la ola de escándalos y errores del empresario y su campaña, los donantes más importantes del GOP, particularmente los hermanos Koch y el magnate hotelero Sheldon Adelson, han decidido canalizar todos sus recursos a campañas clave en el Senado con objeto de garantizar que el partido republicano mantenga ahí su mayoría. Es así como el senador moderado Rob Portman, quien se encontraba contra las cuerdas en su intento por reelegirse, se benefició de una inyección masiva de recursos (y de su decisión de desmarcarse de Trump), al grado de que hoy es un hecho que repetirá por seis años más, negándole a los demócratas uno de los escaños que hace algunos meses se daban como ganancia demócrata segura. Esta decisión de donantes y liderazgo del GOP de apostar todo al Senado en detrimento de Trump hace que hoy esta cámara se haya convertido en su objetivo prioritario, dada una probabilidad de 40 por ciento de que logren mantener ahí su control. Además de Ohio, Florida —en donde el ex candidato presidencial Marco Rubio está peleando por sobrevivir— podría decantarse al final del día a favor del GOP, pero los escaños republicanos en juego en Illinois y Wisconsin están prácticamente ya en manos demócratas.

Esto deja a cinco estados con contiendas cerradísimas que determinarán quién gana el Senado: Nevada, Indiana, Carolina del Norte, Nueva Hampshire y Pennsylvania (en los dos últimos los senadores republicanos acaban de denunciar a Trump). Los escaños en disputa en cuatro de estos cinco estados están en manos republicanas, mientras que Nevada es una elección abierta a raíz del retiro del actual líder de la minoría demócrata, Harry Reid. Si los demócratas mantienen el escaño, tendrán que ganar sólo dos de los restantes (Indiana y Nueva Hampshire probablemente) para controlar el Senado en caso de que gane Clinton la presidencia (dado que el vicepresidente tiene voto de desempate en el Senado). Si llegase a ganar Trump, tendrían que ganar tres de los cuatro.

Hay mucho en juego para Estados Unidos, y para México también. Quien resulte vencedor en el Senado tendrá, entre otras cosas, el control del proceso de nominación de jueces de la Suprema Corte y jugará un papel determinante en temas como reformas a la leyes migratorias, permanencia en tratados o la eventual ratificación del TPP. Si el pasado —todas las contiendas cerradas se han movido en la misma dirección en las dos últimas semanas de la campaña— resulta ser prólogo en esta elección, y si la tracción electoral se mantiene favorable a los demócratas, obtendrán la mayoría en el Senado. Pero si los republicanos logran convencer a votantes independientes de que ante la debacle de Trump el partido tiene que controlar el Senado para equilibrar una Casa Blanca demócrata, es posible que pudiesen mantener una mayoría estrecha —de quizá un escaño— durante los próximos dos años.

Consultor internacional

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