La posibilidad de manejar un presupuesto superior a 260 mil millones de pesos anuales; de encabezar la pesada estructura burocrática con todo lo que implica: ubicar a los cercanos en cargos de importancia político-estratégica y asignar puestos aparentemente “menores” que generan jugosas ganancias; de ejercer el poder con relativa discrecionalidad y usar todas esas municiones para apuntalar al “partido” en el proceso de sucesión presidencial… Todo eso quedó —salvo que se diera una sorprendente reversión en el Tribunal Electoral—, en manos del PRI.

Siendo los resultados electorales el producto de una compleja articulación de factores, son dos los ingredientes mayores que lo explican: primero, el candidato, su carisma y conexión con el electorado; segundo, la maquinaria político-electoral. En el Estado de México, un candidato desangelado, Alfredo del Mazo, fue compensado con la fuerza del aparato.

Pero en una elección también cuentan los errores del adversario. Y con Andrés Manuel López Obrador persiste una paradoja. Es el mayor líder de la izquierda social, capaz de llevar a sus candidatos y a él mismo, hasta la antesala del Paraíso. Pero es, también, el responsable de frustrarlos y llevarlos de regreso al averno. La cercanía de varios de los suyos con el chavismo venezolano, convenientemente expuesta en los días previos a la elección; su amenaza de “cancelar” el proyecto del nuevo aeropuerto de la Ciudad de México, es decir, la oportunidad de miles de empleos para los habitantes de esa región mexiquense; su ultimátum a las otras fuerzas de “izquierda” para sumarse a Delfina, lo que las habría obligado a humillarse... Todo eso y mucho más lo llevan a convertirse en un Sísifo que lucha contra sí mismo.

Un hecho sorprendente fue el desfonde de la candidata del PAN, Josefina Vázquez Mota. ¿Cómo fue posible que quien aparecía como puntera al inicio del proceso, quedara en cuarto sitio con apenas 11.29 por ciento de votos? Al parecer su debacle es la suma de muchas cosas. Lo primero, su propia candidatura. Vázquez Mota no resultó convincente para los electores, parece fría y acartonada. A esto se agregan las lastimaduras que dejó el proceso interno de selección: los otros aspirantes, sobre todo José Luis Durán, ex alcalde de Naucalpan, y Ulises Ramírez, de Tlalnepantla, la dejaron sola.

Además, el “corredor azul”, donde residía el “voto duro” panista, ya no es lo que era. Ese electorado de clase media emergente que habita en Naucalpan, Atizapán, Tlalnepantla, Coacalco, Ecatepec y otros municipios, experimentó en años recientes la frustración de gobiernos frívolos, corruptos e ineptos. De ahí que, en la guerra de lodo, algún foco de alarma en franjas del electorado debieron prender los cuestionamientos a la honestidad de Vázquez Mota y su familia (la exculpación de la PGR llegó muy tarde). También pudo influir la precariedad del equipo de campaña en el que, se dice, tenía un papel principal, perturbador, la mayor de sus hijas, María José Ocampo Vázquez.

Los estrategas de campaña no supieron sacar ventaja de las debilidades de sus contrincantes. En los debates, Josefina no pudo mostrar, con contundencia, los durísimos saldos que deja el priísmo a la sociedad mexiquense (niveles de pobreza y de pobreza extrema, inseguridad desbordada, feminicidios, corrupción gubernamental, etcétera); y, para colmo, su propaganda resultó muy floja (“Más que un cambio”), muy distante de la que dirigió Santiago Pando para Vicente Fox en el año 2000. Finalmente, algo debe haber impactado una esclerosis de más larga data: la del partido para fortalecer su estructura territorial.

Que el triunfo priísta fue de panzazo, cierto... Que 2.9% es una diferencia insignificante, también lo es... Que se hizo uso de todas las mañas y artilugios para ganar, sin duda. Ese era el propósito. El señor de Los Pinos pudo dormir tranquilo la noche del domingo 4 de junio. Parafraseando, quizás, un dicho célebre de su antecesor: “Haiga sido como haiga sido, gané”. Sin embargo, el resultado pírrico no le da la certeza de que, para 2018, bastarán la maquinaria y el despliegue ilimitado de recursos públicos para llevar al triunfo a quien escoja.


Posdata. Muchas dudas permanecen; entre ellas, si Andrés Manuel López Obrador habrá aprendido la lección: que Morena no le da lo suficiente para ganar la elección presidencial y que llamar “paleros” a sus posibles aliados no es la mejor manera de sumarlos.

Presidente de Grupo Consultor Interdisciplinario.
@alfonsozarate

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