No puede disminuirse el mensaje ominoso que portan para México, para el mundo y para los mismos Estados Unidos, los resultados de las urnas. Llega a la Casa Blanca un personaje nefasto, un político impredecible que ha denigrado a los mexicanos; un sujeto cuya patología no disminuirá una vez que se instale en la Oficina Oval, por el contrario, se agudizará.

Quienes, desde el gobierno mexicano, quieren convencernos de que el diablo no existe, nos recuerdan los contrapesos institucionales del sistema político estadounidense. Sin embargo, los republicanos controlan el Senado y la Cámara de Representantes y sólo nos queda esperar que los propios republicanos, los más sensatos, y los poderes fácticos (las grandes corporaciones, los medios) se constituyan en un factor que atempere los ánimos y ajuste las propuestas absurdas de Trump.

No parece que nuestro gobierno haya construido las estrategias para enfrentar esas calamidades, entre otras cosas, porque ya ha mostrado su falta de responsabilidad y de astucia para conducir la relación más importante para el país: dejó acéfala durante meses la embajada en Washington y ha cambiado a tres embajadores en tres años. Por no hablar de designaciones inexplicables (palabra leve) en Cancillería, la de José Antonio Meade, primero y después la de Claudia Ruiz Massieu.

El gobierno de Peña Nieto cree en el poder mágico del marketing, los spots y las campañas de relaciones públicas y parece convencido de que cambiar la imagen cambia la realidad. Pero de poco o nada le servirá incrementar los gastos en comunicación a una administración tocada por escándalos de corrupción, que exhibe un mediocre desempeño económico y una incapacidad para frenar el desbordamiento delincuencial. Para cambiar la percepción allá, hay que cambiar la realidad acá.

Ayer, muy de mañana, el secretario de Hacienda, José Antonio Meade, y el gobernador del Banco de México, Agustín Carstens, intentaron explicar cómo estamos preparados para la tormenta, a ver si ahora sí se ajusta el cinturón un gobierno que dilapida y en vez de invertir, gasta; llegó la hora de revisar un modelo económico sustentado en premisas que hoy están siendo cuestionadas.

Tiempo de cautela: mientras se revelan los principales rasgos que caracterizarán la conducción política de Trump, lo previsible será un freno de las inversiones, sobre todo de las empresas globales, porque a los problemas no resueltos como inseguridad, corrupción y precario Estado de Derecho, se suma ahora la amenaza de establecer diversas medidas proteccionistas (impuestos a las mercancías importadas).

En la medida en que Trump empiece a mostrar que sus advertencias iban en serio y proceda a deportar a trabajadores ilegales, a frenar las remesas que envían a nuestro país y a presionar para que empecemos a levantar el muro, las tensiones se agravarán en México con resultados imprevisibles.

Una nación débil desde el punto de vista económico, tecnológico y militar, como la nuestra, requiere para defenderse de un liderazgo legítimo, que disponga del apoyo mayoritario, que no tenemos.

Detrás del triunfo de Trump están tres votos: el “de castigo”, el “voto en defensa propia” y el “voto ¡chingue a su madre!”, aportación del maestro Gabriel Díaz Rivera; ganó, porque conectó y le dio voz a un electorado agraviado al que le ofreció el paraíso: hacer ‘América grande otra vez’.

Votó contra acuerdos, como el TLC, al que le atribuyen la desinversión que ha dejado en la calle a miles de trabajadores y en el que México aparece como el enemigo. El “voto en defensa propia” fue el de una (todavía) mayoría blanca que se siente amenazada por los que no son como ellos, los otros.

Pero también se ejerció un voto inconsciente, irresponsable: el voto ¡chingue a su madre!, similar al que llevó a otro bufón que ofendía a sus adversarios y exhibía su ignorancia y procacidad, Vicente Fox, a la Presidencia.

Estados Unidos amaneció ayer como otra nación, apartada de sus valores democráticos: la inclusión, la tolerancia, el respeto a los otros y que hoy muestra su parte más decadente: xenófoba, amenazante, que perseguirá a los que son distintos: hispanos, musulmanes, negros... Ya podrán salir a la superficie los cazadores de migrantes, los KKK, los furibundos.

El sueño americano de Trump es nuestra pesadilla. Vienen tiempos oscuros. Por lo pronto, quienes tengan chalecos antibalas, que se los pongan porque un bravucón armado anda suelto en el vecindario.

Presidente de Grupo Consultor
Interdisciplinario. @alfonsozarate

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