Cuando aún no volteamos la página de los comicios locales del 5 de junio, sus inesperados resultados y su impacto en la política nacional, es tiempo de asomarnos a lo que viene: la aduana previa a las elecciones generales de 2018.

El próximo año se renovarán tres gubernaturas: Coahuila, Nayarit y Estado de México, así como ayuntamientos y Congresos en las dos primeras entidades y sólo autoridades municipales en Veracruz, donde la confrontación no parece tener fin. Por distintas razones, los cuatro procesos adquieren relevancia rumbo a 2018; y no sólo por el reacomodo de fuerzas regionales y su probable incidencia en la conformación de corrientes electorales de mayor alcance —anticipos de “la presidencial”, según teoría jamás probada—, sino por lo que pueden mostrar de los actores en contienda; especialmente, la capacidad de los partidos para leer el ánimo social, responder al descontento ciudadano y perfilar estrategias más allá de la coyuntura.

Todo ello se pondrá a prueba en las cuatro pistas de nuestro complejo calendario electoral. Sin embargo, no hay duda, la disputa por la gubernatura del Estado de México concentrará los reflectores. Su importancia es evidente: con poco más de 15 millones de  habitantes (13.5% del total nacional), es la entidad más poblada del país; su listado nominal electoral rebasa los 10 millones 700 mil ciudadanos, y su contribución al PIB nacional —9.3% del total— la ubica en el segundo sitio, sólo después de la Ciudad de México. Si estos datos no fueran suficientes, bastaría agregar dos de índole estrictamente política: es la patria chica del presidente Enrique Peña Nieto y se mantiene como uno de los cinco bastiones que nunca han sido gobernados por partido distinto al PRI.

Lo que está en juego es demasiado grande. De ahí que el partido gobernante, para seguirlo siendo, esté obligado a operar con inteligencia y sensibilidad políticas: sacar las lecciones del reciente desastre electoral y actuar en consecuencia. Una primera enseñanza, aplicable lo mismo a la justa mexiquense que a la sucesión presidencial, es que la vieja maquinaria ya no es suficiente; debilidad que debe ser paliada, por lo menos, con una mejor selección de candidatos.

No es un secreto que el presidente Peña Nieto será el Gran Selector al interior de su partido. El gobernador Eruviel Ávila —que ha intentado venderse como el más peñista de los peñistas— podrá opinar, sugerir, pero nunca oponer resistencia a la decisión de Los Pinos. Y aquí aparece una primera duda: ¿querrá Peña Nieto respaldar las aspiraciones de su primo Alfredo del Mazo Maza, ex alcalde de Huixquilucan y hoy diputado federal? En 2011, con pragmatismo, lo dejó en la orilla para conjurar el riesgo de una ruptura interna.

Un problema mayúsculo es que Del Mazo no conecta con el grueso del electorado; su engreimiento y tendencia al derroche y la ostentación lo harían vulnerable. ¿Hay mejores prospectos entre los muchos suspirantes? ¿Sergio Manzur, secretario general de Gobierno, o Carolina Monroy, secretaria general del PRI? ¿Funcionarios federales como Ernesto Nemer, procurador del Consumidor, o Alfonso Navarrete Prida, secretario del Trabajo? ¿La senadora con licencia Ana Lilia Herrera, ex alcaldesa de Metepec y actual secretaria de Educación en la entidad?

El Estado de México enfrenta desafíos enormes en materia de seguridad pública, crecimiento y empleo, desarrollo regional, infraestructura y ordenamiento urbano, pobreza y marginación. Lo sabe el presidente Peña Nieto, quien no ha perdido el pulso de la entidad ni parece dispuesto a perder el control del terruño. ¿Estará en condiciones de impulsar a quien llene el perfil que demandan las circunstancias?

En cualquier caso, si descifró el mensaje de las urnas, el PRI no puede darse el lujo de imponer a un candidato privilegiando las relaciones políticas o familiares y desestimando su capacidad de competir seriamente y ganar. Porque si se equivoca, la debacle sería el preámbulo de la gran derrota. La encuesta de EL UNIVERSAL publicada el lunes ofrece una instantánea del ánimo mexiquense: la marca tricolor, aun “mayoritaria”, no garantiza el triunfo; por lo que seguir apostando a la inercia del aparato sería tanto como depender de los errores del adversario, la eventualidad de una alianza PAN-PRD o la disposición de una aspirante que hoy se niega a serlo: Josefina Vázquez Mota, quien hoy encabeza las preferencias.

Si en algo se puede considerar “laboratorio” al Estado de México no es por su carácter premonitorio sino por su función experimental: un mal ensayo puede echarlo todo a perder.

Presidente de Grupo Consultor Interdisciplinario.

@alfonsozarate

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