Según la nota de Andrés Becerril (Excélsior, 28 de septiembre de 2015), desde el mes de julio del año pasado, un grupo de intelectuales, políticos y empresarios trabaja para impulsar una iniciativa que defienda las candidaturas independientes hacia las elecciones de 2018.

Federico Reyes Heroles, uno de los participantes, ha dicho que el proyecto no está etiquetado para alguien, es decir, que no tiene dedicatoria. Pero Jorge Castañeda, otro de los convocantes, reveló lo que, en su visión, es el propósito último de esta iniciativa: si no hay una candidatura independiente fuerte, única, López Obrador se beneficiará de lo que todas las encuestas muestran en el país: un gran hartazgo con la clase política, con la partidocracia, con el sistema.

Entonces, aunque la iniciativa no tiene (todavía) dedicatoria, sí nace, al menos en la idea de Castañeda, con el propósito de frenar al líder de Morena que hoy está al frente de las encuestas o, por lo menos, en empate virtual con distintos aspirantes del PRI y el PAN.

Quizás el incentivo mayor para buscar un candidato independiente a la Presidencia de la República en 2018 sea el descrédito de las instituciones democráticas, confirmado por los más recientes resultados del Latinobarómetro. En una muestra de 18 países, Uruguay ocupa el primer lugar en satisfacción con la democracia (70%) y México el último (19%).

Otro aliciente para empujar las candidaturas independientes lo da el triunfo de Jaime Rodríguez, El Bronco, en la disputa por la gubernatura de Nuevo León. No obstante que, transcurridos los primeros meses de gestión, la estrella del outsider empiece a declinar.

La paradoja es que, aunque una candidatura “independiente” tiene mucho sex appeal, igual que el león, no es como la pintan. Para empezar, más que “independiente” deberíamos llamarlos candidatos “sin partido”. Porque su independencia es muy relativa. Para empezar, como es el caso de Jaime Rodríguez, suelen portar el ADN del partido en el que militaron por décadas y, en segundo término, porque intentar disputar seriamente la Presidencia de la República reclama arreglos mayores (algunos abiertos, otros clandestinos) y lleva el riesgo de que el candidato le venda su alma al diablo.

Además de los enormes recursos (en un proceso electoral de carácter nacional hará falta mucho, muchísimo dinero), una candidatura presidencial “sin partido” precisa de una figura con enorme prestigio, credibilidad y trayectoria en las luchas cívicas que no aparece en el horizonte. Los nombres que se mencionan (Juan Ramón de la Fuente, El Bronco, Jorge Castañeda...) no parecen tener ni las ganas (el ex rector ya se descartó) ni con qué entrarle a esa aventura.

Impulsar esa candidatura exige la creación de una estructura cuasi partidista capaz, solo en principio, de recabar las firmas que exige la Ley General de Instituciones y Procedimientos Electorales: una cantidad de ciudadanos equivalente a 1% de la lista nominal de electores con corte al 31 de agosto del año previo al de la elección, y estar integrada por electores de por lo menos diecisiete entidades federativas, que sumen cuando menos 1% de ciudadanos que figuren en la lista nominal en cada una de ellas. Si hoy fueran las elecciones, ese porcentaje correspondería a 834 mil 119 firmas, pues el listado nominal es de 83 millones 411 mil 947 ciudadanos.

Si el objetivo de algunos de los promotores de la candidatura “independiente” es, además de sacudir a los partidos, impedir que Andrés Manuel López Obrador llegue a la Presidencia, implica, aunque no lo admitan, que juegan a favor del único partido con los recursos y la maquinaria suficiente para aprovechar un escenario de fragmentación del sufragio. Con cinco o seis candidaturas, no sería sorprendente que el PRI mantuviera la Presidencia con menos de 30% de la votación. Triunfo irrefutable, sin duda, pero con una legitimidad muy enclenque.

Posdata. La Línea Maginot fue un sistema de fortificaciones que construyó Francia a partir de 1928 para defenderse de los alemanes. Se recuerda como uno de los mayores fracasos militares. El muro del que habla Donald Trump me recuerda a la Línea Maginot, una inversión que se probó inútil en la Segunda Guerra Mundial. ¿Y los túneles?, preguntarían El Chapo y sus ingenieros.

Presidente de Grupo Consultor Interdisciplinario

@alfonsozarate

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