El cuarto Informe de gobierno se presentó como una oportunidad para que Enrique Peña Nieto pudiera remontar la adversidad de un gobierno que está reprobado. Sin embargo, muy pronto se pudo observar que la estrategia no tenía ningún ingrediente de cambio, que se trataba de más de lo mismo: una nueva campaña publicitaria. Lo que no se calculó fue el efecto que generó la sorpresiva visita de Trump, el día previo al Informe.

Para que la oportunidad hubiera sido capitalizada era necesario hacer un esfuerzo para cambiar la narrativa del gobierno, que pudiera convencer a ese casi 80% de los ciudadanos que piensan que el país va mal y por eso reprueban al gobierno. Para cambiar el clima adverso era necesario algún símbolo de cambio, es decir, una actitud receptiva frente al rechazo. Los asesores de imagen produjeron una nueva campaña de spots, pero la lógica fue reiterativa, mostrarle al país que estamos llenos de aspectos positivos, pero que no se ven, que sólo se mira lo negativo. Se hizo una campaña de casos de éxito para acentuar la cultura del esfuerzo (que vende bien) y mostrar una etnología de spots en donde aparece la mano ayudadora del gobierno. Vimos a madres esforzadas, estudiantes sobresalientes, funcionarios comprometidos y técnicos brillantes, esa parte del país que funciona muy bien para enfrentar el “mal humor” social que, según Peña Nieto, nubla los resultados de su gobierno.

Esa era la estrategia hasta el 30 de agosto. Pero, de pronto, estalló una bomba que no estaba calculada en la recomposición de la narrativa y apareció Trump con Peña Nieto. Esa visita mostró el repudio a un personaje racista y xenófobo que ha ubicado a México y a los mexicanos como lo peor de lo peor. Un candidato mentiroso y, sobre todo, muy peligroso. En la otra parte quedó un presidente muy mal asesorado que no se mostró a la altura, no le puso un alto a Trump, y en medio de una diplomacia improvisada, se puso de tapete para que el republicano ganara toda la partida. Después de la visita Trump regresó a Estados Unidos y en Arizona reafirmó su catecismo en contra de México. Los efectos fueron devastadores para Peña, que no sólo no ganó nada, sino que perdió de forma contundente. Si Videgaray fue el cerebro de la operación, merece ser despedido. El repudio en contra de Trump se trasladó contra Peña Nieto. Pocas veces se produce un consenso generalizado en México y ésta fue una de esas ocasiones, y empeoró la desgastada imagen presidencial. Las preguntas se repitieron con insistencia: ¿quién asesora a Peña?, ¿por qué invitó a Trump? Cuando defender al presidente se vuelve imposible, el gobierno y los priístas están en un aprieto.

Después de la bomba, llegó el 1º de septiembre como un día anticlimático. En el Congreso de la Unión se hizo entrega formal del cuarto Informe y los partidos fijaron sus posiciones en dos bloques, el oficialismo apoyador del gobierno y la crítica opositora en diversas tonalidades. Al terminar el acto oficial se inició el experimento de un encuentro del presidente con jóvenes. La mecánica mostró un ambiente muy arreglado, con una variedad de preguntas y respuestas a modo. Peña Nieto barniza hasta los temas complicados.

Atrás quedaron diversas etapas del informe presidencial. Tuvimos el día del presidente durante la época del partido hegemónico; luego, durante la fase de transición, el 1º de septiembre se volvió el día contra el presidente. Después vino la etapa de los dos tiempos, entrega formal del documento y mensaje político al día siguiente con las “fuerzas vivas”. Ahora empiezan los experimentos, actos a modo con grupos. El encuentro con jóvenes pudo suceder cualquier día del año, es decir, tuvo poco que ver con el Informe de gobierno.

La clase política le debe al país un mecanismo de rendición de cuentas en donde dos poderes, ejecutivo y legislativo, puedan tener un acto republicano, para que los partidos fijen sus posiciones y el ejecutivo responda a sus cuestionamientos. Ha desaparecido el discurso político y el presidente, y estamos muy lejos de una rendición de cuentas a la altura de un sistema democrático. Aceptemos que nuestro sistema político está muy lejos de ser democrático en serio…

Investigador del CIESAS

@AzizNassif

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