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yanet.aguilar@eluniversal.com.mx
Que Gabriel Zaid es uno de los pensadores más importantes del mundo del libro; que Octavio Paz fue un visionario editor de revistas; que Marcelo Uribe, el mítico editor de Era, se hizo bajo la tutela de Jaime García Terrés; que no hay soluciones simples para la precaria situación del libro; que urge que se aplique la Ley del libro y el precio único son personajes y temas sobre los que reflexiona el editor y escritor Tomás Granados Salinas en su libro Sin justificar. Apuntes de un editor.
El libro publicado por Trama Editorial reúne más de 40 textos escritos en circunstancias y momentos distintos, pero todos tienen elementos comunes. “Tienen en mayor o menor medida una reflexión sobre el oficio editorial”.
El director de la editorial Grano de Sal, con unos 20 títulos en su catálogo, dice que en México hay pocos editores por una razón: hay pocos lectores. “Ese es el problema... todos estos esfuerzos por generar lectores han sido básicamente simulación, no veo que los nuevos esfuerzos sean distintos”.
En entrevista con EL UNIVERSAL, Granados indica que el trabajo editorial es poco reflexionado. “Uno aspira, apuesta, uno es un jugador compulsivo, uno está en el casino en cada libro. Dice ‘le apuesto’ y sólo la suerte hace que la casa gane”.
Por eso reunió en este libro textos que ha escrito a lo largo de casi 10 años. Dice que hay algunos que claramente hablan de un tema: en qué consiste la labor de un editor; incluso hablan sobre cuál es la función de la lectura y la escritura, “pero en todos hay este como autoconocimiento. Más que un libro de autoayuda es de autoconocimiento”, señala.
Varios de los textos tienen como detonador la admiración y los rige el deseo de hacer un tributo. “He ido descubriendo gente a la que vale la pena seguirle las huellas para aprenderles, ver cómo se convirtieron en editores de libros. Es el caso de Adriana Hidalgo, de Marcelo Uribe, de André Schiffrin, de Francisco Porrúa; son animales que hay que ver en acción; traté de ver cómo estuvieron o están en acción para valorar lo que es un trabajo meritorio, el de la edición”.
Acepta que varios de los textos del libro son resultado de la autobúsqueda del interés por reflexionar sobre cómo hacer edición de libros. “Voy buscando libros para ver si eso explica algo del presente, algo del oficio. Entonces sí hay una autoexploración”.
Sin embargo, crear una biblioteca de editores que hablan del oficio es complicado pues la gente que se dedica a publicar libros escribe poco sobre el medio. En general, los colegas de Tomás Granados y él mismo no se conciben como “máquinas de escribir”, porque operan con lo que escriben los demás: escritores, científicos, historiadores e intelectuales.
Sobre el auge de editoriales independientes, que significan un cambio generacional, dice que no necesariamente representa que exista una mayor reflexión y análisis sobre el oficio de editar. “Lo que todavía falta es que nos convirtamos en gente que entiende y ejerce mejor su oficio. El libro es un intento de hacerlo, de tratar de explicar mirando a los demás, mirando otros libros, problemas de la industria, sobre cómo trabajo yo como editor”.
Sin justificar. Apuntes de un editor habla de esa vocación por la edición de libros que a veces tiene un costo anímico, personal y económico altísimo, por eso asegura Tomás Granados que un poco el sentido último de la reflexión que plantea el libro es mejorar el modo de llevar a la práctica el oficio.
“Mientras preparaba la editorial Grano de sal me tocó editar un libro... No pude haber tenido una lectura más oportuna; era un libro que hablaba de todos los problemas por los que pasan los editores independientes. Sus reflexiones servían para experimentar al menos en mi cabeza; no quiere decir que ya aprendí y va a ser un éxito, más bien la reflexión de mis colegas fue oportuna”, señala.