En el verano de 1985, el poeta, ensayista y editor , que entonces tenía 21 años, viajó a Jerez, Zacatecas, para conocer la Casa Museo de . La fascinación hacia el autor de “La Suave Patria” empezó después de leer en “Cuadrivio”, de Octavio Paz —en un ejemplar que heredó de sus padres—, el ensayo “El camino de la pasión”, dedicado al poeta de Jerez. 37 años después, Fernández ganó el por sus ensayos sobre el poeta.

Después de leer el libro de Paz, Fernández dijo, en entrevista, que sintió “una extraña fascinación, hecha de perplejidad y admiración a no sabía yo exactamente qué… López Velarde es un poeta difícil, y Paz, un prosista complejo”.

Durante su viaje a Jerez de Zacatecas, el autor de “La majestad de lo mínimo” (Bonilla Artigas, 2021) llevó consigo la primera edición que hizo José Luis Martínez en 1971 de las obras de López Velarde. “Era interesante tratar de encontrar los referentes de lo que leía, en las calles, en los edificios y en la gente. En el camino, de ida y de regreso, leí a López Velarde, y entonces empecé a sentir y disfrutar el gran poder que tenían su lenguaje y su mundo, francamente extraños”, precisó. Los nombres de algunas calles, además, provenían de ciertos versos de Velarde.

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Casi cuatro décadas después de ese primer encuentro con López Velarde, Fernández señaló que para él la imagen del poeta ha cambiado “de ser un territorio en cierto sentido arduo, extraño, un tanto insondable, a uno que conozco razonablemente bien y en el que me muevo con alguna facilidad. Tantos años después, entiendo mucho mejor su mundo y me explico más fácilmente la manera en la que pensaba y comprendo con mejores razones dónde está y en qué consiste la gran seducción de su lenguaje. Una cosa no ha cambiado, o quizás dos: aquella fascinación del principio, y esa dosis de misterio que siempre termina por aparecer, aquí y allá, tanto en su vida como en su obra. Pero sigue siendo el viejo Ramón, eternamente joven”.

Y recordó a su amigo, el crítico Carlos Ulises Mata, que una vez le dijo, “con cierto sentido del humor”, que sus libros sobre Velarde conforman, en cierto sentido, una pequeña ´saga´. “Y me temo que la saga va a continuar. Nunca he dado por cerrados los estudios o las investigaciones sobre López Velarde, que de verdad son inagotables. Somos varios los que lo estamos estudiando al mismo tiempo, a distintas profundidades, y nuestras áreas de trabajo ni siquiera se rozan, así de gigantesco es el asunto. Siempre tengo alguna cosa nueva que me inquieta, o algún proyecto de búsqueda en alguna biblioteca o una vieja revista. El año pasado, cuando conmemoramos los 100 años de la muerte López Velarde, resultó algo pesado y me parece que los investigadores del tema estos meses hemos vivido una especie de resaca. Sin embargo, ya nos estamos desperezando. Por supuesto que tengo pendientes algunos asuntos que quedaron sin resolver en el segundo de mis libros, además de que quiero escribir sobre algunas novedades, entre ellas sobre un magnífico libro aparecido a finales de año, titulado ´El ruiseñor de Alfeo´, del poeta y crítico jalisciense Luis Vicente de Aguinaga. Además, tengo interés en estudiar todo lo que se publicó sobre ´La Suave Patria´ el año pasado, y que yo no pude atender como me hubiera gustado. Algunos artículos de Ernesto Lumbreras, quien ganó este Premio el año pasado, y ahora ha formado parte del jurado, y un par de libros de Víctor Manuel Mendiola”.

En el último capítulo de su libro “La majestad de lo mínimo” —contó el escritor— su objetivo fue establecer cómo fueron las últimas semanas de López Velarde. “Hay una leyenda que dice que la última noche que lo vieron sano, estuvo hablando sobre el filósofo francés Montaigne, y que esa noche se enfrió y a continuación agarró la pulmonía que lo mató. Pero yo he descubierto más bien que, al menos en los testimonios con los que contamos, la última noche que anduvo por ahí sano, feliz, celebrando la vida, estuvo hablando sobre Góngora”.

XXV Premio Iberoamericano Ramón López Velarde

Para el autor de ”Ni sombra de disturbio” (Auieo, 2014), su otro libro dedicado a López Velarde, este premio, “uno de los más prestigiosos y apetecidos de todos los que se dan en México”, representa una aprobación a su trabajo y un estímulo para seguir adelante. “Mucho más porque los escritores que han sido reconocidos antes que yo, son los más importantes conocedores y estudiosos de la obra de López Velarde”, dijo y recapituló los nombres de los primeros premiados: José Luis Martínez y Juan José Arreola. Después lo han ido ganando grandes lectores del poeta de Jerez: Eduardo Lizalde, José Emilio Pacheco, Alí Chumacero, Carlos Monsiváis, y, en años más recientes, Marco Antonio Campos, Guillermo Sheridan, Alfonso García Morales, Martha L. Canfield, Vicente Quirarte, Evodio Escalante y Juan Villoro.

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“Los más importantes escritores mexicanos, especialmente poetas, han sido apasionados lectores y agudos comentaristas de la obra velardiana (…) Los estudios actuales dedicados a López Velarde siguen siendo tan animados como siempre, si no es que han recibido un empujón después del centenario del fallecimiento del poeta, que se conmemoró el año pasado”, concluyó el escritor y locutor.

El Instituto Zacatecano de Cultura informó que Fernández recibirá el premio en una ceremonia programada para las Jornadas Lopezvelardeanas, que se llevan a cabo del 12 al 17 de junio.

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