La escena de niños y mujeres muertos, familias angustiadas que sufren por la inhalación de gas envenenado y equipos de rescate abrumados en el este de Guta generaron una ola de indignación en todo el mundo. El régimen sirio repitió el uso de armas químicas contra su propio pueblo y, como de costumbre, contra civiles, mientras se llevaban a cabo negociaciones para evacuar a los residentes en la ciudad de Duma, después de un mes de devastadores bombardeos por las fuerzas de Bashar al-Assad y sus aliados. Frente a la indignación internacional, las autoridades sirias negaron que se hubiera producido un ataque químico, mientras que Moscú insiste en que todo el drama fue protagonizado por las agencias de inteligencia occidentales. La contradicción es obvia entre las dos historias. Moscú y Damasco querían una investigación independiente. Curiosamente, el equipo técnico enviado por las Naciones Unidas llegó el sábado pasado a la capital siria y todavía está en los suburbios, a pocos kilómetros de distancia, esperando permiso para acceder al sitio.

El ataque aéreo tripartito occidental contra tres instalaciones químicas en Siria se produjo después de una tensa escalada de la retórica entre Moscú y las capitales occidentales. El caso del envenenamiento de Sergei Skripal en Gran Bretaña ya tuvo sus efectos al encender una nueva guerra fría. El Consejo de Seguridad de la ONU, como es habitual en relación con el conflicto sirio, no pudo actuar debido al veto ruso. El ataque fue limitado en su alcance con cuidadosas consideraciones militares y políticas. Las reacciones también se midieron en Moscú, Teherán y Damasco, y reflejan cierto alivio a pesar de las fuertes condenas. Muchos se decepcionaron y querían un mensaje más fuerte para Al-Assad y sus protectores, pero las realidades políticas prevalecieron. Las potencias occidentales demostraron ser fieles a su compromiso contra el uso de armas químicas y fueron desafiantes al ignorar las advertencias rusas. Los rusos, aunque parecen levemente indignados, estaban contentos con la acción prudente. Teherán estaba satisfecho de haber evitado una reacción no deseada. En Damasco, los partidarios de Al-Assad celebraban la victoria en las calles al día siguiente. Los regímenes totalitarios árabes se proyectan siempre victoriosos en todas sus derrotas.

Los rusos acusan al Oeste de atacar la solución política en curso para el conflicto en Siria. La última cumbre en Ankara entre los presidentes Putin, Erdogan y Rouhani fue la última ilustración de los esfuerzos rusos para este fin. Los estadounidenses y los europeos con sus aliados árabes se ven excluidos de todo este proceso. Eso se debe a su larga desconexión de la crisis siria, que dejó el campo abierto para que la acción y la influencia rusa moldee el futuro de Siria y la región. Ahora han vuelto y están reclamando su lugar y un cambio en las reglas impuestas durante su ausencia.

Las potencias occidentales quieren invertir su ataque políticamente. Presentaron un proyecto de resolución al Consejo de Seguridad que pide la formación de un comité para investigar el uso de armas químicas en Siria, la entrega de asistencia de socorro a la población angustiada y el inicio de negociaciones entre las partes sirias. El representante de Rusia rechazó el martes la iniciativa francesa diciendo que su país no está listo para dialogar con Occidente sobre Siria después del ataque militar, y que no es el momento de comenzar una nueva investigación sobre armas químicas como se propuso al Consejo de Seguridad.

Los observadores creen que el ataque fue dirigido contra la política rusa en Siria y eso abre un nuevo capítulo en el largo y sangriento conflicto, ¿el futuro cercano traerá nuevas confrontaciones entre los intereses de las potencias en el territorio sirio, o asistiremos a un enfoque más razonable y equilibrado que involucre a nuevos jugadores en ese sangriento juego de naciones?

Embajador de Líbano en México entre 1999 y 2011

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