La única consistencia en el presidente de Estados Unidos es su profundo racismo. Desde su campaña electoral utilizó un discurso xenófobo, discriminó a mexicanos, musulmanes y mujeres. Ahora como presidente justifica el odio y el racismo, indulta al ex alguacil Joe Arpaio, quien infundía terror entre la comunidad latina, y divide al país que gobierna por sus posiciones supremacistas.

Una vez más Donald Trump destruye los anhelos de libertad y los sueños que históricamente prometía la Unión Americana al dar por terminado el Programa de Acción Diferida para los Llegados en la Infancia (DACA).

Miles de jóvenes fueron llevados por sus padres a Estados Unidos cuando eran muy pequeños, ahí crecieron, aprendieron el idioma y han hecho sus vidas. Se estima que de los aproximadamente 800 mil beneficiarios de este programa, 690 mil son de origen mexicano. Ellos no sólo estudian: 97% también trabaja y paga impuestos, y 5% ha iniciado una empresa.

Algunos cálculos señalan que durante la próxima década a Estados Unidos le costará 460 mil millones de dólares en el PIB esta cruel decisión de su presidente.

Trump enfrenta una administración ineficaz, desordenada, inestable, incapaz de alcanzar acuerdos en el Congreso y de mantener directrices estables por más de 10 días. El mal gobierno se refleja en sus bajos niveles de aprobación. Sin embargo, Trump sigue siendo muy popular entre sus electores. Es esa base xenófoba, resentida, de bajos niveles educativos, pero de grandes frustraciones la que está dictando la agenda del mandatario más poderoso del planeta. ¿Hasta dónde nos va a llevar el odio de Trump y sus electores?

Apenas el martes concluyó la segunda ronda de negociaciones del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN). Y es en medio de estas negociaciones que Trump toma una decisión que afecta a miles de jóvenes mexicanos: ¿Cuál debe ser la reacción del gobierno de México? ¿Debe levantarse de la negociación? En muy estricta congruencia, sí.

Hace algunos meses el gobierno de la República anunciaba que todos los temas de la agenda con Estados Unidos se negociarían en la misma mesa. Entonces, ¿qué pasa con la agenda migratoria? ¿Esperaremos a que el Congreso estadounidense reaccione? Tal vez levantarnos de la mesa del TLCAN no sea la estrategia más adecuada para un país cuya economía depende en casi una tercera parte de su comercio con la nación vecina. Pero sí es un momento clave para que México modifique su cooperación en materia migratoria y de seguridad con aquel gobierno.

Si Trump ha utilizado de botín republicano a miles de jóvenes inocentes y trabajadores, México debe suspender toda cooperación migratoria en nuestra frontera sur. A México no le beneficia ser quien deporta a más centroamericanos que Estados Unidos y absolutamente a nadie ayuda la forma en que lo hacemos. Recordemos que en 2016, las autoridades de nuestro país deportaron a más de 143 mil migrantes de esa región, mientras que en el mismo año el vecino del norte removió de su territorio a casi 78 mil; es decir, 45% menos.

Y suspendamos también la cooperación bilateral que mantiene en territorio mexicano a quién sabe cuántos agentes o funcionarios estadounidenses en las tareas de seguridad que claramente son responsabilidad exclusiva del Estado mexicano.

No dejamos a un lado la tarea del Congreso de la Unión, que ahora con mayor intensidad deberá emprender una labor de cabildeo cercana, eficaz e inteligente con los pares en el Congreso estadounidense. Ahora con mayor urgencia debemos revisar las capacidades legales, humanas y presupuestales de nuestros consulados. Pero lo más difícil y urgente, es la tarea pendiente en casa: que México no le falle por segunda ocasión a esta generación de mexicanos.

Senadora
@GabyCuevas

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