¿Y por qué no?

Calma, que no lo vamos a anunciar aquí sino sólo a enunciar. Pero si lo imparte el doctor Eduardo Calixto, titular del área de neurobiología de la Dirección de Investigaciones en Neurociencias del Instituto Nacional de Psiquiatría, entonces como que el enfoque cambia. El asunto se vuelve serio, interesante, tangible y real. Vamos, posible.

No se titula así el curso, ya quedamos que aquí no se anuncia nadie, pero para que inicie falta poco menos de un mes, así que hay tiempo de encontrarlo con la mayor facilidad en la red, si es que el tema le resulta atractivo y benéfico.

Aquí el escribidor no conoce al especialista en persona, ni siquiera mediante mensajes, pero respeta a quien ha dedicado su vida a aliviar el dolor y, un poco antes, a entenderlo, y, otro poco después, a explicarlo para los demás. Sí, aquí hay un libro de por medio, pero llegaremos a él.

Lo que no debemos dejar de lado es que existen, incluso en medios como la televisión abierta, sujetos y sujetas que se encuentran justo del otro lado de la ciencia que estudia las emociones. Son “lectores” y “lectoras” de lo que usted guste: si le da un poco de penita ajena que una persona se someta a su “lectura de ángeles y arcángeles”, espérese a que vea a quienes, al aire, insisto, hacen “lectura de nalgas”, tal cual: su destino, su carácter, su vida entera ha estado siempre impresa en las nalgas. El chiste se cuenta solo. O al menos debería contarse solo, pero si hay quien se dedica a ello y cobra, es porque hay quién lo paga.

Desde luego, tomar el único camino que nos ha hecho evolucionar, el ensayo y error, no es tan fácil como tragarse el cuento de los “seres de luz”. Pero de manera no tan compleja y sí agradable en su transcurso, es entender qué diantres pasa con las relaciones interpersonales, y para eso está la academia y varias lecturas que pueden realizarse al respecto. Al menos tres, una del pasado ligeramente lejano, otra del mundo contemporáneo y una más realizada en nuestro mexicano domicilio.

Más allá de cierta etapa que permanece en la oscuridad de la especulación histórica, esto se conocía a las claras desde antes que el también médico Igor Caruso lo definiera con delicada claridad en su tratado La separación de los amantes, en los muy tempranos años 60 y con el cual sentó cátedra. Leemos en la tercera parte de su amplio estudio titulada “Separación, muerte y utopía”: “Freud vio claramente que el amor humano (aun aquel que reúne a las clases y espolea a las generaciones hacia el progreso) no es un reflejo de ideas platónicas, sino que surge, penosa y dolorosamente de la materia. Esta materia, a su vez, tampoco es una categoría filosófica, sino que consta de carne, sangre, glándulas y sudor por el trabajo, la ansiedad y el amor”.

Estudiar a Caruso requiere de una buena dotación de café y un gordo cuaderno de notas más varias plumas, y más papel y tinta porque no podemos soslayar el didáctico, grato, más cercano y también amplio volumen del bioquímico español Pere Estupinyá, El ladrón de cerebros, quien escribe, por ejemplo, en el rubro “Serotonina, oxitocina y el amor engañoso”: “Lo peligroso, desdichado, insano, funesto, devastador, es cuando por cualquiera de los miles de motivos diferentes que existen, la relación se rompe cuando los índices de oxitocina están al máximo. Entonces la química cerebral se vuelve loca. La serotonina baja por los suelos: te deprime, te desespera, pierdes la cordura, dudas constantemente de lo correcto e incorrecto, aparece la ansiedad, la obsesión… Te separas y de repente tus neuronas encargadas del placer ya no segregan nada de dopamina. Notas un síndrome de abstinencia brutal. Tu cerebro pide a gritos sinápticos volver a ver a tu amada. No deberías hacerlo: es un suicidio hormonalmente hablando”.

Bueno, hay remedio, pero este no es el espacio ni el lugar para abordar esa vía.

Tan sólo vamos abriendo las brechas necesarias para iniciar el camino que nos llevará, ya con algunas bases, al libro Un clavado a tu cerebro, del doctor Eduardo Calixto, que establece: “… Es un hecho que la monogamia biológica depende de la dopamina y la monogamia social depende mucho del mantenimiento de la oxitocina en el cerebro humano”.

No, no hay contradicción, tan sólo ocurre que para entender el fenómeno completo hay que dedicarle un tiempecito a la lectura de los libros completos. O sumarse al curso, cuya temática es por demás atractiva: Definición de amor y enamoramiento; Diferencias neuroquímicas, anatómicas y fisiológicas entre el cerebro de mujeres y varones; El enamoramiento en el cerebro; El amor como proceso cerebral; El apego en las relaciones interpersonales; La infidelidad; Los celos; Las emociones en el amor y La sexualidad en el cerebro.

Y todo ello, amable lector, para que no le pase lo que al sapito del chiste. Y, si ya le pasó, para que se quite a tiempo antes de que vuelva a sucederle.

@cesarguemes

Google News

TEMAS RELACIONADOS

Noticias según tus intereses