El cambio climático y la mala calidad del aire son los problemas ambientales más graves que enfrenta la humanidad. Existe evidencia suficiente para demostrar que eventos meteorológicos como los huracanes han aumentado su intensidad en los últimos años, causando impactos cada vez más severos; que el hielo en los casquetes polares se derrite de forma acelerada debido al aumento de la temperatura del planeta, provocando el incremento del nivel del mar; que las sequías han hecho migrar a millones de personas que dependen de la agricultura, entre otras consecuencias graves.

El Panel Intergubernamental de Expertos sobre Cambio Climático de Naciones Unidas (IPCC, por sus siglas en inglés) pide medidas urgentes para evitar daños irreparables en nuestro planeta. Frenar este fenómeno requiere la cooperación global para evitar que la temperatura aumente más de 1.5 grados centígrados. Para ello, se deben tomar acciones con mayor celeridad para reducir significativamente las emisiones de Gases de Efecto Invernadero que contribuyen al calentamiento global.

En México, el transporte es uno de los sectores más contaminantes -aporta el 26% del total de emisiones de dióxido de carbono (CO2)- lo que plantea la necesidad urgente de transformar por completo la forma en la que nos movemos en las ciudades. Se debe desincentivar el uso del automóvil, haciendo del transporte público una opción competitiva y de alta calidad. Al mismo tiempo se deben fijar metas para la electrificación como una media de enorme potencial para combatir el cambio climático y la mala calidad del aire.

El trolebús de la Ciudad de México podría convertirse en un modelo de movilidad sustentable en el país para después replicarlo en otras urbes. Desde 1997 existe un Plan Maestro de Trolebuses que plantea una amplia red de este servicio para 2020; si se retomara, evitaríamos la quema de casi 17,000 toneladas de combustibles fósiles al año, y se dejarían de emitir casi 100 mil toneladas de gases nocivos para la salud, como el monóxido de carbono y óxidos de nitrógeno.

Sin embargo, las autoridades locales han ignorado esta alternativa pese a que en su discurso subrayan compromisos con la movilidad y el medio ambiente. Queremos ver un cambio en las prioridades de los gobiernos: usar el 81% de los recursos destinados a la movilidad para construir infraestructura para automóviles, en los que se traslada menos del 30% de la población -como sucede actualmente- ha creado una desigualdad en el acceso al espacio público y ha agravado los problemas ambientales.

La nueva administración de gobierno y la legislatura recién instalada tendrán la oportunidad de pasar de las palabras a la acción si deciden invertir más recursos en el transporte público. Se necesitan casi 7,000 millones de pesos para fortalecer al Sistema de Transportes Eléctricos -empresa que opera el tren ligero y el trolebús-, lo cual sería un acierto que traería beneficios para el medio ambiente y la movilidad en la ciudad. Una mayor inversión pública sería también un primer paso para rescatar y modernizar a esta red de transporte e integrarla con otros sistemas mediante un esquema de pago único.

A mediados del siglo pasado, Luis Buñuel dirigió la película La ilusión viaja en tranvía. El trolebús es heredero del tranvía, y hoy más que una ilusión, lo que viaja en sus carriles es la esperanza de recuperar el aire limpio de nuestra ciudad; de transportarnos de forma digna y sustentable. Nos llevó 30 años sustituir los tranvías de tracción animal por motorizados; esta vez no tenemos tanto tiempo para cambiar de transportes dependientes de combustibles fósiles a los no contaminantes. La crisis ambiental que enfrentamos exige acciones inmediatas. Démosle un empujón al trolebús.

Responsable de los temas de movilidad de Greenpeace México

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