A lo largo de todo el planeta se hablan 7 mil idiomas, pero hay 2 mil 680 en peligro de perderse. En México se hablan el español y 68 lenguas indígenas de las que 31 están en riesgo de desaparecer. Y cuando muere una lengua, nos dice Miguel León- Portilla, “la humanidad se empobrece”.

En este Año Internacional de las Lenguas Indígenas, la obra de Miguel León- Portilla nos recuerda por qué la humanidad ha de hacer suya la preservación de las lenguas, las mil y una maneras de nombrar y entender al universo, al amor, a la amistad, a la luna, a la risa, al llanto… Él lo ha hecho toda su vida como historiador, filósofo, traductor, filólogo, nahuatlato, arqueólogo de textos, humanista, escritor, maestro y editor.

Gracias a su texto Flor y Canto, otra forma de percibir la realidad (Cuadernos de la Coordinación de Humanidades de la UNAM, 2016), podemos asistir con él a un diálogo entre los tlamatinime, sabios del México antiguo, y los cuicapicque, forjadores de cantos, para quienes la forma de conocimiento verdadero es la poesía. Ellos, nos dice León- Portilla, “fueron capaces de percibir de un modo distinto la realidad, dialogaron con su corazón” para decirnos que, “por encima de los pesares, brota la palabra de las flores y los cantos”, los que se conciben “para propiciar la comunión entre los seres humanos y tal vez los seres divinos”. Él seleccionó, del enorme caudal de composiciones de antiguos cantantes y poetas del mundo náhuatl, un elenco que nos lleva a imaginar aquel encuentro.

Tecayehuatzin, señor de Huexotzinco, convoca a sabios y poetas para que expresen su pensamiento en torno a las flores y los cantos. “¿Son tal vez lo verdadero en la tierra?”, plantea. El primero en responder es Ayocuan, de Tecamachalco: Del interior del cielo vienen,/ las bellas flores,/ los bellos cantos./ Los afea nuestro anhelo,/ nuestra inventiva los echa a perder./ Se pregunta si es que con flores y cantos es posible hablar con el Dador de la Vida. Y algo más: ¿Sólo así he de irme/ como las flores que perecieron?/ ¿Nada quedará de mí?/ ¡Al menos flores, al menos cantos!

Luego, gracias a don Miguel escuchamos a Aquiauhtzin, señor de Ayapanco, pequeño pueblo cercano a Amecameca, en las faldas de Popocatépetl. Dice que con flores y cantos busca al Dador de la Vida y que es como el pájaro cascabel, que anda cantando y con su venida llueven las flores. El señor Cuauhtencoztli reflexiona: ¿Son acaso verdaderos los hombres?/ ¿mañana será aún verdadero nuestro canto? (…) Según nuestro intérprete “esto refleja lo que es el hombre: será verdadero si su canto lo es”.

Para Motenehuatzin, de Tlaxcala, las flores y los cantos son los que ahuyentan la tristeza: He escuchado un canto, he visto en las aguas floridas/ al que anda ahí en la primavera,/ al que dialoga con la aurora. Don Miguel nos explica que para este poeta “los humanos sólo alcanzan flores y cantos desiguales que no superan por completo el padecer. No obstante, es posible adentrarse en un diálogo con la aurora, el ave preciosa, el pájaro de las milpas, el verdadero forjador de cantos”.

Xayacámach, de Tizatlan, Tlaxcala, toma la palabra y don Miguel nos traduce: Todos de allá habéis venido,/ de donde están en pie las flores,/ las flores que trastornan a la gente./ Habéis venido a provocar que lluevan guirnaldas de flores, las que embriagan.

El anfitrión les recuerda que están “en torno de la casa florida, donde se escucha la música y resuenan los cantos, es decir, donde se aprende a descubrir las flores —la belleza y la armonía— muchas veces oculta de la realidad”. Gracias a las flores y los cantos, concluye Tecayehuatzin, “es posible entrever el sueño de una palabra: saber que son verdaderos los corazones de los amigos”.

Y gracias a Miguel León- Portilla nosotros accedemos al flor y canto, a la mirada poética y filosófica que palpita en las lenguas indígenas. A la belleza a veces oculta en la realidad. Al sueño de las palabras.

adriana.neneka@gmail.com

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