No lo puedo asegurar, pero me animo a decir que hace ocho meses Martín Anselmi no conocía a profundidad al futbol mexicano (no digo que no tenía idea, porque alguna cosita yo creo que sabía).

Pues este muchacho de 38 años se animó a tomar el fierro caliente llamado Cruz Azul y, en menos de seis meses, acabó con aquel tan gastado mito del “periodo de adaptación”.

Antes lo hicieron Solari, Larcamón y Jardine, por citar tres ejemplos recientes.

Sin conocer la mentada idiosincrasia, criticado por los refuerzos que eligió, sin pasado como futbolista y con la ruidosa salida de Escobar a horas de que iniciara el torneo, Anselmi casi no tuvo tiempo para trabajar con un plantel que había quedado en el lugar 16 de la tabla en el certamen anterior.

La combinación parecía letal, pero el sello de Anselmi se notó casi de inmediato.

El técnico convirtió a uno de los peores equipos del semestre anterior en el número dos de la clasificación y en finalista, pero lo más importante es que dotó al conjunto de un estilo agradable y efectivo. Hoy, Anselmi se enfrenta al mayor reto posible: vencer al América en una final. Seguramente, ya conoce a la perfección los antecedentes.

Esas macabras situaciones en que el Cruz Azul mengua de manera tan irrisoria como inexplicable ante las Águilas.

En su único duelo oficial contra los de Coapa, Jardine le dio una lección.

La Máquina fue ama y señora de la posesión, pero por centímetros el juego no terminó en una goleada que habría desestabilizado su proyecto (ya sabe cómo se las gastan en las oficinas de La Noria). La final en nada se parecerá a ese juego. El América no es el mismo de aquel momento y el Cruz Azul aprendió a mirar hacia su propia portería también.

El América que eliminó al Pachuca y el de la ida contra las Chivas, necesariamente, partiría como víctima ante el Cruz Azul. Pero, para mala suerte de los Cementeros, los azulcrema recuperaron un poco de memoria en la vuelta y con eso se emparejan los momios. Máxime si repasamos el duelo definitivo entre celestes y Rayados.

Los Cementeros coquetearon peligrosamente con la cruzazuleada. No sucedió, pero mostraron que su armadura tiene recovecos por donde puede entrar una lanza. En Coapa ya tomaron nota, creánme. Y ahora Anselmi deberá enfocarse en lo que, tal vez, menos debió hacer durante el torneo: lo intangible.

Y es que el técnico deberá oficiar como una especie de exorcista si es que quiere acabar con esos fantasmas que siempre aparecen cuando tienen al América enfrente. Y mucho más cuando hay un trofeo en juego.

Adendum. “No voy a apostar”, eso me mandó Knut. Ni le contesté, claramente la burra no era arisca...

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