Aunque por muchos años, los efectos secundarios de un han sido asociados con la , un nuevo estudio de “Neurology” sugiere lo contrario, pues luego de llevar a cabo una serie de observaciones, un grupo de científicos alemanes explicó que este trastorno afectivo podría ser un indicador que una persona está próxima a padecer un ictus.

Cuando una persona padece un accidente cerebrovascular, comúnmente, padece lo que se ha dado a conocer como depresión posinfarto. Este efecto adverso complica la recuperación de la o el paciente y aumenta 10 veces la posibilidad de muerte. Sin embargo, una nueva investigación propone que esta alteración afectiva podría comenzar a manifestarse desde antes que ocurra un ictus.

El grupo de investigación de la Universidad de Münster, liderado por Maria Blöchl, estudió – a lo largo de 12 años- a 10 mil 797 personas de 65 años, sin antecedentes de accidente cerebrovascular. Cada dos años, se les sometía a una encuesta para que respondieran si -semanas previas al test- habían experimentado algún síntoma depresivo como tristeza, soledad, fatiga o insomnio; entre más de estos sentimientos se hicieran presentes, el puntaje del test era más alto.

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Al terminar con el estudio, 425 personas de las que habían sido analizadas, sufrieron un ictus. De acuerdo a las y los investigadores, los síntomas depresivos que indican la posible manifestación de un derrame cerebral comienzan a generarse con dos años de anticipación. Además, reconocieron que luego del accidente cerebrovascular, los síntomas depresivos no sólo permanecieron, sino que se intensificaron al cabo de 10 días y, posteriormente, comenzaron a disminuir paulatinamente.

En lo que respecta a las otras 4 mil 249 personas que no sufrieron un ictus, sus niveles de depresión se mantuvieron estables. "La depresión no es solo un problema posterior al accidente cerebrovascular, sino también un fenómeno anterior al mismo", indicó Blöchl.

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Pero otro de los hallazgos de los investigadores alemanes fue que, si bien, los síntomas de depresión aumentan –antes de sufrir un derrame cerebral-, lo hacen de una forma sutil, por eso muchas veces, aunque la persona sea tratada no alcanza a calificar como una o un paciente depresivo, y sólo después de vivir un ictus, estos niveles comienzan a dispararse.

"Esto sugiere que los síntomas crecientes de depresión antes del ictus son, en su mayoría, cambios sutiles que pueden no ser siempre clínicamente detectables”, expresó la experta.

Ante estos resultados, Blöchl expuso que el aumento leve de los síntomas depresivos, especialmente los relacionados con el estado de ánimo y la fatiga, debían ser tomados con seriedad, pues podrían tratarse de una señal de que el ictus está a punto de producirse.

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melc

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