Su materia untuosa lo ha convertido en la materia prima perfecta para producir una larga lista de productos de consumo que van desde cereales, galletas y helados hasta lápices labiales, cremas y jabones, entre muchos otros. Los principales productores en el mundo son Indonesia y Malasia, que suman alrededor de 70 millones de toneladas al año, según registros de la FAO. En nuestro continente el principal productor es Colombia.

Aunque 85% de la producción mundial se concentra en los dos países asiáticos anteriormente mencionados, se pueden encontrar cultivos en prácticamente todos los lugares donde existan bosques tropicales. Según datos del Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), desgraciadamente los efectos de la expansión de cultivos intensivos dedicados exclusivamente al aceite de palma han afectado este tipo de ecosistemas con daños a especies locales como los orangutanes, además de tigres y elefantes.

Perspectiva mundial

Ante el daño ecológico, algunas vías que se han tomado en el mundo son llamados a boicotear los productos y la exigencia de que los gobiernos prohiban su cultivo, sin embargo los especialistas en el tema consideran que se deben proponer respuestas más moderadas, pues este es un tema muy complejo para tratar de terminar con el problema mediante la radicalización.

Recientemente se presentó en París un informe sobre el aceite de Palma por parte de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), donde finalmente se argumenta que aunque la historia del producto ha tenido un grave impacto en la biodiversidad, hoy está tan involucrado en los bienes de consumo que finalmente la vía es aprender a convivir con este tipo de cultivos hasta lograr un mercado plenamente controlado.

Desde hace más de una década existen certificados para el aceite de palma sostenible que aseguran el respeto de los derechos de las comunidades locales y que ningún bosque primario o de alto valor ecológico sea deforestado; sin embargo, para los especialistas sería necesario discutir una mejoría en estos criterios, agregar más especificaciones según la geografía de cada desarrollo.

Expertos como el holandés Erik Meijaard, quien incluso vivió durante muchos años en el territorio asiático más afectado por esta situación, han señalado que a pesar de la problemática que se desencadenó en el mundo, la desaparición de este cultivo tampoco garantizaría el freno del daño ecológico, pues para sustituir este tipo de aceite se tendría que intensificar la producción de otros, como el de soya, maíz o girasol. Este cambio necesariamente tendría nuevos impactos, pues de hecho se necesitarían 10 veces más hectáreas de cultivo de otro tipo de aceites, lo que comprometería nuevos hábitats y otras especies.

La situación en México

Según informes de la Secretaría de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural y Pesca (SAGARPA), la estrategia de este tipo de cultivos en nuestro país es no tocar áreas naturales protegidas, sino dirigir la actividad en zonas que no son rentables para otro tipo de actividades e incluso manejando variedades propias que garantizan su sostenibilidad en nuestro territorio.

Para el doctor Antonio Castellanos Navarrete, del Centro de Investigaciones Multidisciplinarias sobre Chiapas y la Frontera Sur (UNAM), la situación sobre la siembra de este tipo de palma en nuestro país es descrita como un sector en crecimiento con políticas de incentivo al cultivo. Aunque los apoyos a ejidatarios son una cuestión de este siglo, el experto comenta que el registro histórico de la primera plantación de palma fue establecida en la “Finca La Lima” en 1952. El crecimiento fue lento y durante los años 80 se estancó pues no había un sector en el país. Actualmente, la superficie actual de palma se reporta en 90 mil 118 hectáreas sembradas (2016, SIAP-SAGARPA).

El investigador señala que esta planta es característica de zonas tropicales húmedas , por lo que la zona de producción en nuestro país se concentra en el sureste, encabezada por Chiapas, Campeche y Tabasco. En el primer estado destaca la producción de tipo ejidal. “Esto no quiero decir que no haya empresas productoras de palma de aceite en Chiapas, pero hay una mayor proporción de ejidatarios en este estado”, apunta. En el segundo estado mencionado prevalece la producción privada; mientras que en el tercero se registra un promedio de ambas.

Explica que los incentivos gubernamentales, que consisten en cuestiones como reparto de semillas y créditos, han propiciado una aceleración de su cultivo aunque con un lento crecimiento. Castellanos enfatiza que hace falta una política que tenga las regulaciones adecuadas para evitar deforestación y otras cuestiones de impacto ambiental ligadas a la situación específica de las regiones donde se cultiva en México, como la dispersión de semillas en cuerpos de agua que pudieran significar un daño potencial como especie invasora.

Actualmente se verifica que no haya este tipo de impacto en reservas ecológicas, como la Reserva de la Biósfera La Encrucijada en Chiapas, una zona de esteros, cuya importancia radica en ser uno de los puntos de ruta migratoria de las aves acuáticas del Canadá y norte de EU. Este lugar se caracteriza por poseer manglares de hasta 35 metros de altura, considerados los más altos del Pacífico Americano.

El tipo de impacto ambiental va a depender de la región de la plantación, pero el doctor Castellanos señala que afortunadamente en la actualidad parece que este tipo de cultivo no se está expandiendo a zonas de selva, como podría ocurrir en lugares aledaños a la reserva Lacandona en Chiapas. Subraya que esta puede ser una oportunidad de desarrollo para las cooperativas ejidales, pero con los candados adecuados que protejan los ecosistemas nativos de cualquier tipo de riesgo.

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