Desde la década de los años 50 del siglo XX se sabía que el consumo de tabaco causaba cáncer de pulmón; sin embargo, no fue hasta 1966 cuando las cajetillas de cigarros salieron al mercado de Estados Unidos con una etiqueta en la que se leía: “Precaución: fumar puede ser peligroso para la salud”.
Hace unos meses —es decir, poco más de 58 años después de aquel hecho—, el cirujano general de Estados Unidos —que encabeza el Cuerpo Comisionado del Servicio de Salud Pública y, como tal, es el encargado de proteger, promover e impulsar la salud de los estadounidenses— propuso que las botellas y latas que contengan cualquier bebida alcohólica lleven una etiqueta en la que se advierta que el alcohol puede ocasionar cáncer.
En su informe Alcohol and cancer risk (2025) afirma que, según evidencia científica, el alcohol es la tercera causa prevenible de dicha enfermedad en Estados Unidos y contribuye a que cada año haya unos 100 mil casos de cáncer y alrededor de 20 mil muertes por este mal.
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Asimismo, describe las pruebas científicas de la relación causal entre el consumo de alcohol y el aumento del riesgo de padecer cuando menos siete tipos de cáncer: de mama, colorrectal, de esófago, de laringe, de hígado, de boca y de garganta.
Cabe señalar que el vínculo entre el alcohol y el cáncer se estableció en la década de los años 60. La propuesta de poner una advertencia en las botellas y latas que contengan cualquier bebida alcohólica tendría que ser aprobada por el Congreso estadounidense.
Acetaldehído
El cáncer se desarrolla cuando las células del organismo se multiplican de manera descontrolada y se extienden a los tejidos circundantes como resultado de algunos cambios en el ácido desoxirribonucleico (ADN), los cuales ocurren en los genes.
Estos cambios en el ADN pueden ser originados por una combinación de factores genéticos y agentes físicos, como las radiaciones ultravioletas y las radiaciones ionizantes; químicos, como el asbesto, el arsénico, las sustancias del humo de tabaco y el alcohol; y biológicos, como algunos virus, bacterias y parásitos.
“El alcohol, per se, no es dañino, pero nuestro organismo lo metaboliza, mediante ciertas enzimas, en un aldehído conocido como acetaldehído, y este metabolito es altamente reactivo con diversos compuestos, incluyendo el ADN, por lo que produce mutaciones en este. El efecto final es el mismo que arroja cualquier proceso mutagénico: se altera el código de almacenamiento y de lectura de información genética de las células”, indica Alejandro Zentella Dehesa, investigador del Departamento de Medicina Genómica y Toxicología Ambiental, y coordinador del Programa de Cáncer de Mama, del Instituto de Investigaciones Biomédicas de la UNAM.
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De acuerdo con Zentella Dehesa, hay mutaciones genéticas con ganancia de función y otras con pérdida de función. El cáncer es consecuencia de una combinación de estas mutaciones, la cual empuja a las células a dividirse más rápidamente y sin control.
“Y cuando las células se dividen más rápidamente y sin control, se introducen en ellas más mutaciones tanto con ganancia de función como con pérdida de función (estas últimas frenan la proliferación de las células o, bien, las reparan), y así…”, agrega.
Enzimas
En Estados Unidos, alrededor de 80% de la población está consciente de que el tabaco es un poderoso cancerígeno, pero tan solo 45% de ella sabe que el alcohol puede ocasionar cáncer.
“Yo creo que aquí, en México, la gran mayoría de la población tampoco sabe que el alcohol es un agente con potencial tumorigénico. Y ya vendría siendo hora de que empezara a enterarse de ello”, comenta el investigador universitario.
El informe antes citado refiere que alrededor de 83% de las 20 mil muertes anuales por cáncer relacionadas con el alcohol en Estados Unidos está ligado a niveles de consumo superiores a los límites recomendados en las Guías Alimentarias para los Estadounidenses de 2020-2025, que son de dos bebidas alcohólicas diarias para los hombres y una diaria para las mujeres. No obstante, en cuanto al porcentaje restante de decesos (17%), se asocia a niveles que están dentro de los límites recomendados...
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Ahora bien, ¿por qué algunas personas con un bajo consumo de alcohol desarrollan cáncer? Zentella Dehesa responde: “Porque tienen enzimas muy eficientes para metabolizarlo y, por lo tanto, con la misma dosis de alcohol producen más acetaldehído que otras. En un estudio se vio que, con la misma dosis de alcohol, personas de origen asiático se emborrachaban antes que otras de origen distinto, porque eran capaces de metabolizar más eficientemente el alcohol en acetaldehído, y más lentos en destoxificarlo. En teoría, ellas correrían más riesgo de desarrollar cáncer. Y debe de haber un sector de la población humana que tiene enzimas no muy eficientes para metabolizar el alcohol en acetaldehído, y ese sector de algún modo estaría protegido contra el cáncer”.
No más de tres onzas a la semana
En opinión del investigador, es fundamental tener en cuenta que beber más de tres onzas (90 mililitros) de alcohol a la semana, que equivalen a tres litros de cerveza o a una botella y media de vino, aumenta el riesgo de desarrollar cáncer.
“No importa qué bebida alcohólica tomemos: vino, cerveza, tequila, mezcal, brandy, whisky, vodka… Todas contienen el mismo tipo de alcohol: etílico. El peligro estriba en el daño que se va acumulando en nuestro organismo”, concluye.
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