En el estudio elaborado por el Observatorio Nacional Ciudadano, y titulado Homicidio, una mirada a la violencia en México nos dimos a la tarea de investigar las consecuencias económicas, psicosociales y políticas del homicidio, a fin de comprender de mejor manera este delito que ha golpeado duramente a la sociedad mexicana en los últimos años.

Pocos son los delitos cuyas consecuencias son tan severas como las de un homicidio partiendo desde la pérdida de un ser querido hasta la atención psicológica requerida por los familiares. Esto se debe a que no estamos hablando de una afectación cualquiera sino de la privación de uno de los derechos humanos fundamentales, el derecho a la vida, el cual no puede ser suspendido en ningún caso ni circunstancia de acuerdo con el Artículo 4 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos así como el Artículo 27 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos.

Si llevamos a cabo un acercamiento superficial, quizás enlistar las consecuencias derivadas de la comisión de un homicidio podría parecer una tarea sencilla y directa pues lo primero que se podría aducir es que se trata exclusivamente de la pérdida de la vida de una persona. No obstante, dicha aproximación sería muy lejana de lo que realmente implica esta conducta delictiva más allá de los efectos en la esfera privada de una persona, es decir, además del sufrimiento, los gastos funerarios y de atención psicológica; la comisión de homicidios tiene consecuencias sociales, políticas y económicas como se podrá apreciar en este apartado.

A. Impacto económico

Los costos económicos derivados de la comisión de este delito son múltiples y representan una pérdida para la sociedad pues estos recursos se podrían destinar a fines más provechosos. Los daños ocasionados por los homicidios son mayores que la mera comisión de estos, es decir, conllevan una serie de consecuencias que son socialmente costosas.

De acuerdo con Andrés Roemer están los costos médicos los cuales ocurren cuando la víctima a la cual se pretendía matar sobrevive y se tienen que asignar recursos para el cuidado y la recuperación de esta. En este ámbito, también se reconocen los costos médicos de índole psicológica también llamados costos psíquicos, los cuales derivan de recursos empleados para preservar la salud mental de los familiares de la víctima que podrían sufrir cierto grado de traumatización.

En segundo término, están las pérdidas asociadas al ingreso esperado de la víctima lo cual nos refiere lo que una persona hubiera ganado si no hubiera fallecido o estado incapacitada (en caso de no haberse consumado el delito). En este tenor, la pérdida de ingreso afecta a los hogares dependientes de la actividad económica de la víctima por lo que se esperaría una drástica reducción del poder adquisitivo de las familias. De manera paralela, una muerte prematura ocasionada por un homicidio se traduce en una pérdida de lo que suele denominarse como Años de Vida Saludables (AVISA).

Asimismo, la externalidad del miedo a ser víctima de homicidio es un costo que se traduce en un cambio en el estilo de vida, patrones de consumo y de socialización. En este sentido, una persona que ha sufrido un intento de homicidio será más propensa a mantener un estilo de vida con poca exposición a la sociedad. La pérdida de una vida también implica un deterioro de las relaciones interpersonales lo que debilita el tejido social y favorece conductas antisociales que perjudican las dinámicas de participación y de convivencia. Otro costo económico importante que se deriva de este delito son todas las actividades encaminadas a hacer cumplir las leyes, es decir, todas aquellas acciones que buscan perseguir y sancionar a quienes cometen homicidio. En estos se incluyen tanto costos administrativos como costos del sistema de justicia. Adicionalmente, los gastos privados que efectúan las familias para protegerse de este y otros delitos constituye un importante costo económico.

Por otra parte, también reconocemos efectos de otro tipo como la reducción de la demanda de ciertos bienes y servicios así como de la inversión. Esto se debe a que en regiones donde existe una problemática de crimen con altos niveles de homicidio, es sensato suponer que estas variables se verán afectadas. Por ejemplo, los cines o restaurantes tendrían una reducción de la demanda ante un entorno con alto crimen.

También, los planes de expansión de unidades económicas se ven impactados por este entorno desfavorable.

B. Impacto político

Si bien desde una primera inspección, la comisión de un homicidio no supone consecuencias políticas relevantes; una ola de crimen en la cual la comisión de homicidios constituye una grave afectación de la vida pública, sí presenta implicaciones políticas considerables que no deben ser subestimadas bajo ninguna circunstancia. En relación con este aspecto vale la pena retomar lo expuesto por Pablo Piccato, quien refiere que el homicidio puede ser considerado como un ápice central en la relación entre la sociedad civil y el Estado debido a que este le ha permitido “a ciudadanos comunes y corrientes decirle algunas verdades incómodas a los poderosos, convirtiéndose en un punto de referencia central para la definición de los derechos de las víctimas y las obligaciones del estado, y para las discusiones sobre justicia e impunidad”.

Bajo esta perspectiva, podemos encontrar como resultado de incidencia significativa de homicidios: el debilitamiento de las instituciones del Estado, condiciones de impunidad crónica, afectación a la gobernabilidad e incluso dificultades en los procesos electorales derivado de un contexto de inseguridad y violencia que desincentive la participación ciudadana. Estas consecuencias que podrían interpretarse de manera aislada como variables un tanto inaprensibles, sin embargo, conjuntamente pueden implicar una verdadera fractura o problema en la consolidación de la democracia de un país.

Ello se agrava en mayor medida cuando tomamos en consideración y nos referimos al homicidio de políticos o autoridades civiles, ya que los efectos son más inmediatos pues afecta la estabilidad gubernamental y supone riesgos en el ejercicio del poder público cuando los políticos en cuestión ocupaban un cargo. Asimismo, el homicidio de periodistas conlleva serias consecuencias políticas. Esto se debe a que son ellos los encargados de divulgar información a través de los medios de comunicación de conformidad con las libertades de expresión y prensa. Cuando se les priva de la vida, el ejercicio de un derecho político les es negado sin reparo alguno.

Al respecto, es importante retomar lo planteado por Sara Schatz pues menciona que dependiendo del contexto este tipo de homicidios políticos pueden ser utilizados como un mecanismo de represión, al grado que la impunidad en torno a estos constituye una brecha particular en la aplicación del Estado de Derecho debido a que conlleva el desarme de facultades coercitivas legales de un Estado para perseguir y castigar adecuadamente a los sujetos activos de estos ilícitos.

Esto puede suceder de tal manera que la impunidad se convierte en una especie de herramienta fundamental para que el Estado muestre su aquiescencia ante la comisión de este delito de alto impacto social.

C. Impacto psicosocial

Hacer referencia a las consecuencias psicosociales del homicidio puede parecer una tarea sencilla, ya que puede considerarse que basta con mencionar el duelo que padecen las víctimas indirectas. No obstante, este tipo de implicaciones son más profundas y de mayor espectro pues abarca desde la percepción de inseguridad y el miedo que se genera a partir de su comisión hasta el deterioro del capital social de un país entero. Es importante mencionar que buena parte de los efectos psicosociales de este ilícito dependen del grado de violencia ejercida, cómo fue encontrado el cuerpo de la víctima y cuál era el rol que cumplía dentro de su familia y comunidad. Bajo la circunstancia que se mire se trata de un ilícito que genera múltiples efectos psicológicos, sociales y legales en las miles de víctimas indirectas. Con la finalidad de abordar el impacto psicosocial de esta conducta delictiva, inicialmente se hará referencia a aquellas consecuencias psicológicas que se generan tanto en el círculo social cercano a la víctima como en la comunidad y, posteriormente, se señalarán las afectaciones de índole social.

La muerte violenta de cualquier persona implica una profunda traumatización no solo para los familiares de la víctima y su círculo social cercano sino para quien haya atestiguado el hecho delictivo. Al respecto, es importante señalar que dicha traumatización no se reproduce de manera idéntica en todas las personas pues algunas de ellas se identificarán con el ser querido asesinado y sentirán miedo o temor por la repetición de la violencia y mayor inseguridad; en otras ocasiones, se apreciará un completo rechazo hacia quien fue privado de la vida, culpándolo de lo sucedido; y, en otros tantos casos, simplemente se tratará de negar lo que ha pasado o se buscará venganza por ello.

Las diferencias entre las formas de traumatización de las víctimas indirectas de homicidio dependerán no solo del tipo de relación existente con quien fue asesinado y de las circunstancias en que fue cometido el hecho delictivo sino también de su relación posterior con el sistema de justicia. No se debe olvidar como lo señala Corredor (2002) y otros especialistas, “que el sistema judicial representa para los dolientes la oportunidad de cobrar venganza u obtener un castigo contra el culpable.

El fallo penal significa el logro o la frustración de esta meta y a menudo es la principal fuente con la que se aspira a reestablecer la equidad perdida”. Sobre esto último es conveniente retomar que, por ejemplo, diversos autores refieren que la ausencia de castigo dificulta de sobremanera la adaptación a la pérdida del ser querido o el duelo, al grado que se convierte en algo que atormenta profunda y constantemente a las víctimas indirectas de este ilícito.

Asimismo como lo refiere Corredor es preciso señalar que las víctimas indirectas pueden desarrollar cambios radicales de comportamiento, debido a que el homicidio del ser querido puede representar un quiebre de las ideas adquiridas desde temprana edad como pueden ser:

1.- El mundo y las personas son esencialmente benévolos, lo que crea expectativas positivas frente a los hechos de la vida propia.

2.- El mundo tiene significado, en otras palabras, existe contingencia entre las personas y lo que les sucede, lo que se concretiza en la justicia y el control.

3.- La persona es valiosa, idea que suele entrañar juicios acerca de la bondad, decencia, moralidad, sabiduría y efectividad de los actos personales propios.

A partir de ello en los familiares se pueden generar cambios cognitivos esenciales que en algunas ocasiones persisten durante toda su vida en cuanto a sus nociones sobre la seguridad, la estima, la confianza, el control y el apoyo social en diversas magnitudes. Esto bajo cualquier de las circunstancias genera diversos tipos de estrés entre el individuo y el ambiente que llegan a deteriorar la funcionalidad y salud (física y psicológica) de las víctimas indirectas.

A dichas implicaciones deben sumarse aquellas que dependen en buena medida del rol de la víctima al interior de la familia, sobre todo, si quienes perdieron la vida eran padres o jefes de familia pues en ese caso una consecuencia implacable del homicidio es la orfandad. En este sentido, hay que considerar que los menores de edad no solo enfrentan la pérdida de la madre o el padre sino que a ello suele añadírsele el despojo de bienes materiales y hasta de casa. Esto significa que la violencia homicida trastoca su vida simultáneamente de diversas formas.

Bajo esta perspectiva, no debe dejarse de lado que este delito también conlleva efectos relevantes para los sujetos activos y para sus familias, las cuales no solo tienen lugar cuando es detenido y castigado el victimario sino desde el instante mismo en que se perpetra el ilícito debido a las consecuencias psicológicas directas en los sujetos activos.

Además no hay que perder de vista que la familia del victimario, tarde o temprano, padecerá en cierta medida las implicaciones morales del acto delictivo cometido.

Respecto a los efectos sociales es importante mencionar que estos se pueden referir a la comunidad en la cual fue cometido el homicidio o bien aquella a la que pertenecía la persona asesinada y, de manera general, uno de los impactos incuestionables es la perturbación de la paz pública. Aunado a ello, es fundamental señalar que algunos factores determinantes de este tipo de consecuencias son el contexto en el que se cometen los homicidios y el estado en el cual son hallados los cuerpos de las víctimas, ya que de estos depende que exista o se profundice cierta normalización de la violencia a nivel comunitario. Esto puede alcanzar altos niveles en determinadas regiones que generaciones enteras crecen y se desarrollan expuestos constantemente a la comisión de homicidios violentos que permanecen impunes, circunstancia que puede incentivar que los menores de edad o personas jóvenes cuenten con incentivos suficientes para continuar reproduciendo el ejercicio de diversos tipos de violencia.

Los invitamos a consultar el estudio completo en:

Área de investigación del ONC

Christian Eduardo Díaz Sosa - @ChristianDazSos

Doria del Mar Vélez Salas - @Dorsvel

Manuel Alejandro Vélez Salas - @VelezManuel

Oscar Rodríguez Chávez - @RdCh85

José Ángel Fernández Hernández - @DonJangel

Vania Pérez Morales - @vaniadelbien

Observatorio Nacional Ciudadano - @ObsNalCiudadano

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