Hace poco más de cinco años, recibí una llamada telefónica, era Gabriel Cabello Martínez, con quien había compartido algunos proyectos laborales, culturales y turísticos; en aquellos momentos había sido inscrita ante la UNESCO en la lista de Patrimonio Inmaterial “La cocina tradicional mexicana, cultura comunitaria, ancestral y viva - El paradigma Michoacán- “.

© Janet Jarman/UNESCO

Debo decir, que era finales del año 2010 y que habíamos numerosas personas eufóricas porque México y los mexicanos después de un largo tiempo habíamos logrado inscribir dicho bien, lo cual nos enorgulleció; esto puso a trabajar a mucha gente desde diferentes trincheras y se generó un movimiento de orgullo que va más allá de asociaciones y de individuos que involucra a muchas instancias, pero sobre todo a las portadoras del conocimiento ancestral, las cocineras tradicionales y a los productores agropecuarios.

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Fue en medio de esta felicidad que recibí, como les comenté la llamada de Gabriel Cabello y de su esposa Marisu, quienes preguntaron sobre los mecanismos mediante el cual se inscribía los bienes inmateriales como patrimonio cultural de la humanidad, pues querían iniciar con los trabajos para proteger a la Charrería, fue así como un viernes por la mañana del mes de diciembre del 2010 en la Fonda San Ángel se dieron cita por intermediación de Roberto González Guzmán, Francisco López Morales del INAH y el matrimonio Cabello.

Sirva esta colaboración para felicitar la labor desempeñada por los percusores para que la “Charrería, tradición ecuestre en México”, fuera declarada Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad.

Les comparto abajo algunos pormenores sobre el tema.

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Luego de un proceso de elaboración y evaluación de cinco años y gracias a las gestiones realizadas por la Secretaría de Relaciones Exteriores, la Secretaría de Cultura del Gobierno de la República a través del Instituto Nacional de Antropología e Historia y de la comunidad portadora, “La Charrería, tradición ecuestre en México” fue declarada Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, lo que la convierte en la octava manifestación cultural viva de México que recibe esta distinción.

La inscripción fue aprobada durante 11ª Sesión del Comité Intergubernamental para la Salvaguardia del Patrimonio Cultural Inmaterial, misma que se celebra actualmente en Addis Abeba, Etiopía, sobre la base del sólido expediente preparado de manera conjunta por el INAH y la Asociación Nacional de Charros y que logró la aceptación unánime por parte de los miembros del Comité, conformado actualmente por: Austria, Chipre, Turquía, Armenia, Bulgaria, Hungría, Colombia, Cuba, Guatemala, Santa Lucía, Afganistán, India, Mongolia, Filipinas, República de Corea, Congo, Costa de Marfil, Etiopía, Mauricio, Senegal, Zambia, Argelia, Líbano y Palestina.

El expediente, resultado de una amplia investigación documental y de campo, describe a la Charrería como un claro ejemplo de la diversidad de las expresiones culturales que surgen a raíz del encuentro de las culturas que dan origen a México, y cuyo nacimiento se remonta al siglo XVI cuando, a raíz del establecimiento y auge de las haciendas ganaderas en el centro y norte de México, surge la necesidad de convivencia entre los vaqueros de las diferentes fincas cuando se reunían para inventariar y marcar el ganado de cada propiedad, convirtiendo a las faenas de campo en motivo de coexistencia y articulación social, siendo el origen de una escuela ecuestre mexicana que permitió manejar el ganado mientras se montaba a caballo y que se distinguía, entre otras cosas, por el uso de la silla de montar y la reata, utensilio esencial para lazar al ganado.

© Janet Jarman/UNESCO

Uno de los documentos más importantes que integran el expediente oficial presentado a la UNESCO es el Plan de Salvaguardia, elaborado por la comunidad portadora, en este caso representada por socios de la Asociación Nacional de Charros, la Asociación de Charros de Jalisco, la Asociación de Charros de Huichapan, la Asociación de Charros de Polotitlán, la Asociación de Charros de la Cuenca del Papaloapan, la Asociación de Charros Regionales de San Juan del Río, la Asociación de Charros de Morelia y la Asociación de Charros de la Tuna Alta, en conjunto con representantes de la comunidad artesanal y el respaldo de los gobiernos de Jalisco, el Estado de México y la Ciudad de México, incluye medidas como la creación de un Conservatorio de la Charrería, conformado por Gabriel Cabello Martínez, Manuel Basurto García Rojas, y Fernando Rodríguez Medellín, diversas instancias gubernamentales, académicas y de la sociedad civil, como la Secretaría de Cultura, la Secretaría de Educación Pública, los Institutos de Investigaciones Históricas, de Investigaciones Estéticas y de Investigaciones Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México, el Instituto Nacional de Antropología e Historia, la Federación Mexicana de Charrería, el Instituto Nacional de las Bellas Artes, el Instituto Mexicano de la Juventud y el Instituto Mexicano para la Mujer, así como por miembros de la comunidad portadora.

Actualmente, la Charrería se practica en México a través de casi 2,000 eventos anuales en los que participan alrededor de 1000 asociaciones charras existentes. No menos importante es señalar que su práctica se ha difundido en los Estados Unidos de América, en donde se encuentran 184 comunidades charras distribuidas en 13 estados, a saber, Arizona, California, Colorado, Idaho, Illinois, Kansas, Nebraska, Nevada, Nuevo México, Oklahoma, Oregon, Texas y Washington.

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La Convención para la Salvaguardia del Patrimonio Cultural Inmaterial fue adoptada en 2003 y tiene cuatro objetivos principales:

• la salvaguardia del patrimonio cultural inmaterial;

• el respeto del patrimonio cultural inmaterial de las comunidades, grupos e individuos de que se trate;

• la sensibilización en el plano local, nacional e internacional sobre la importancia del patrimonio cultural inmaterial y de su reconocimiento recíproco;

• la cooperación y asistencia internacionales.

La inscripción de la Charrería permitirá una mayor difusión de los objetivos de la Convención, así como la vinculación de los valores que promueve la charrería con el Patrimonio Cultural Inmaterial en general y se garantizará su transmisión a las siguientes generaciones al permitir la creación de nuevos espacios para la práctica de la charrería de manera colectiva e individual.

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