Por Óscar Colorado Nates*

A veces una sola foto puede hacer palidecer toda una vida de trabajo. Eso le pasó a Korda con su Guerrillero Heroico. Y también, en buena medida, a Dorothea Lange con su foto La Madre Migrante.

Dorothea Lange nació en Hoboken, Nueva Jersey, en 1895. Estudió fotografía como adolescente y luego fue discípula del pictorialista Clarence H. White. Ya entrada la Gran Depresión comienza a hacer fotografías de los desempleados y desposeídos en San Francisco.

Este antecedente le abre las puertas de la agencia gubernamental Farm Security Administration (FSA). Su director, Roy Stryker era un visionario que contrató fotógrafos para documentar los trabajos de la agencia encargada de dar una vida mejor a los campesinos estadounidenses.

Además del Crash de la bolsa del ’29, las sequías provocaron infames tolvaneras conocidas como el Dust Bowl. Por si eso fuera poco, en el sur de California se dieron heladas e inundaciones. Miles de granjeros y trabajadores del campo se vieron forzados a cambiar de residencia. Y ahí estuvieron los fotógrafos de la FSA para registrar los hechos.

De todos los fotógrafos Walker Evans era el mejor, indudablemente, pero Dorothea Lange fue la más paradigmática. Su estilo era consistente, preciso. La formación pictorialista daba a sus fotos una poesía que las elevaba por encima de otros colegas.

De ahí sale una fotografía esencial, conocida como La Madre Migrante. La historia da para muchas páginas. Baste decir que Lange hacía fotos cerca de Nipomo, California, tras una serie de tormentas tremendas que había arruinado la cosecha de guisantes, cuando encontró a una mujer con sus hijos a pie de carretera bajo una carpa miserable. Se acercó, hizo seis fotos con su enorme cámara Graflex 4x5, conversó brevemente con la mujer y se fue. Ni siquiera le preguntó su nombre, práctica usual en los fotógrafos de la FSA con el propósito de mantener una “estricta objetividad.”

Años después se supo que la mujer era Florence Owens Thompson. Lange ya había muerto en 1965, pero el surgimiento de esta mujer y su identidad puso en entredicho las intenciones y ética profesional de la fotógrafa. La mujer se sintió usada y dijo que Lange le había prometido no publicar la foto y regalarle una copia: promesas incumplidas. Por otra parte, siempre ha habido un debate acerca de haber arreglado la pose. Para alimentar la controversia, Dorothea Lange retocó años después el negativo para borrar un dedo pulgar de la imagen original.

A todo lo anterior se sumó la amargura de Florence Owens Thmpson quien se sintió usada, expuesta en su momento más vulnerable. Para rematar, la mujer se quejó: “no saqué ni un centavo por la foto.”

Sin embargo, cuando Florence Thompson enfermó gravemente, los hijos hicieron una campaña para la “Madre Migrante” y lograron recaudar más de $35,000 dólares. Es hecho les hizo revalorar cuán importante había sido esta imagen para el pueblo estadounidense como un símbolo de fortaleza y dignidad ante la adversidad.

Dorothea Lange hizo más trabajos fotográficos, y de gran potencia, para la FSA así como un gran reportaje sobre la movilización de japoneses fuera de Estados Unidos tras la victoria en la II Guerra Mundial. Pero ninguno de sus trabajos resultaría tan paradigmático como esta fotografía que ha movido los corazones de quienes la han visto durante décadas.

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*Óscar Colorado Nates es crítico, analista y promotor de la fotografía. Titular de la Cátedra de Fotografía Avanzada en la Universidad Panamericana (Ciudad de México). Autor de libros como Instagram, el ojo del mundo, Fotografía de Documentalismo Social, entre otros. Conductor del programa de radio sobre fotografía   Miembro de The Photographic Historical Society (Rochester, NY) y creador de , blog de reflexión fotográfica líder en Iberoamérica.

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