Contra todos los pronósticos, el Nuevo Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México se acabará de edificar en Texcoco. En el entrante gobierno federal, la decisión está ya al 90 por ciento. Solo está por resolverse el 10 por ciento restante: cómo comunicarlo para reducir en lo posible el costo político para el gobierno que encabeza Andrés Manuel López Obrador.

Y es que la liga ya no resiste y está por reventarse en cualquier momento. La estrategia de recompra de bonos ha sido un fracaso, ante la negativa de los tenedores nacionales e internacionales representados por colmilludos bufets neoyorkinos. Ellos saben que el gobierno mexicano está contra las cuerdas y que cada día que pase podrán exigir todavía más por su inversión inicial. Algunos hablan de multiplicar hasta por tres los seis mil millones de dólares, lo que nos llevaría a una monstruosa cantidad de 18 mil millones, es decir cinco mil millones más que el costo total de Texcoco, que ronda los 13 mil millones. Ridículo por donde se vea.

Pero aún en el hipotético y muy improbable caso de que se llegara a un arreglo razonable con los tenedores de bonos, digamos a un pago total de siete mil millones, habría que añadir el costo de la demolición de la obra actual que los especialistas estiman en por lo menos otros tres mil millones de dólares. Lo que nos acercaría de nuevo al monto original de 13 mil millones. Otra vez el absurdo.

Pero además, hay un costo adicional tan gigantesco como incuantificable: el derribe de las actuales torres y edificios será un gran show para las cadenas internacionales de televisión, que nos exhibirán como los grandes tontos de la globalización; el espectáculo de la incapacidad, la improvisación y la incongruencia.

Por si fuera poco, las obras en Texcoco continúan porque detenerlas significaría un “evento de incumplimiento” con efectos catastróficos para las finanzas nacionales y en beneficio voraz de los “bonistas”. Lo paradójico es que si no hay una pronta salida a este enredo financiero, en un plazo de solo seis meses el aeropuerto de Texcoco podría estar rebasando el 50 por ciento de obra construida, pero destinada al más grande basurero de nuestra historia. Mientras que en el presupuesto 2019 el gobierno estaría ejerciendo tres mil millones de pesos en mejoras para el actual AICM, el de Toluca y presuntamente en el diseño del de Santa Lucía, que todavía no cuenta con un proyecto integral.

Para enredar todavía más el margayate, se habla de ofrecer en garantía de pago a los bonistas la Tarifa de Uso Aeroportuaria (TUA) que genera el actual aeropuerto. Pero ello implicaría que ni Santa Lucía ni Toluca tuvieran demasiado flujo de pasajeros porque restarían el monto del TUA en el Benito Juárez. En suma, un galimatías cuya única salida razonable es necesariamente la conclusión del NAICM en Texcoco.

Se sabe incluso que un grupo de empresarios ha puesto sobre la mesa el dinero necesario para comprarle Texcoco al gobierno y, a la vez, quitarle el mayor de sus problemas al inicio de su gestión.

Por supuesto que habrá un costo político: el de los fanáticos que exijan que se cumpla la promesa de campaña a cualquier precio. Pero estoy convencido de que una rectificación todavía oportuna será un signo de grandeza que millones de mexicanos agradeceremos al presidente López Obrador.

P.D. ¿Y si en un gesto patriótico, don Carlos Urzúa se echara la culpa? Espero reencontrarnos el miércoles 9 de enero.

Periodista. ddn_rocha@hotmail.com

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