Estamos viviendo una época de recetas ideológicas e históricas que intentan guiar las decisiones sobre el futuro de México, lo cual es grave. El pasado no puede ayudarnos a tomar postura sobre problemáticas del presente y menos aún, del futuro. Este mundo globalizado ha cambiado en 20 años y se ha vuelto complejo. Este ya no es el México que gobernó Benito Juárez, ni el mundo que vivió tampoco.

La interpretación de la historia siempre ha sido manipulada con fines ideológicos y políticos. Muchos acontecimientos históricos han sido tan manipulados que han derivado en mitos y leyendas, cuya narrativa está más salpicada de fantasía que de hechos reales contados con objetividad.

Como ejemplo podemos tomar el caso del concepto “conservadores”, tan utilizado hoy paradenostar a los adversarios políticos del sistema.

Este adjetivo nos remonta a la lucha del presidente Benito Juárez en contra de la invasión francesa, que colocó al archiduque Maximiliano de Habsburgo al frente del gobierno imperial, con el apoyo de un grupo de mexicanos denominados “conservadores”.

El presidente Juárez asumió para sí la etiqueta de liberal, que en su momento era la antítesis de los conservadores. Sin embargo, una revisión superficial de la biografía del emperador Maximiliano nos arroja una personalidad contraria a la que la historia de México le ha asignado.

Maximiliano era un liberal convencido, masón igual que el presidente Juárez, que traía las ideas políticas y sociales más innovadoras de Europa. Su visión era la de los jóvenes europeos que pretendían cambiar el mundo.

A final de cuentas, cuando Maximiliano tomó el cargo de emperador de México, en una ceremonia realizada el 10 de abril de 1864 en el castillo de Miramar, sobre la costa de Trieste, Italia, el archiduque tenía sólo 31 años de edad y grandes proyectos para modernizar a nuestro país y generar desarrollo para los mexicanos.

Este emperador impuesto por los denominados conservadores, con el apoyo militar del gobierno francés, resultó ser un liberal radical, representante de la ideología de vanguardia europea, seguramente soñador e ingenuo, que se enfrentó a un presidente Juárez de edad madura, que era 26 años mayor que él y poseía larga trayectoria política.

Este liberal ingenuo murió fusilado en el Cerro de las Campanas, cerca de Querétaro, con sólo 34 años de edad, en junio de 1867, sin poder llevar a cabo sus proyectos modernizadores de corte humanista y social.

Un liberal a ultranza, como fue Maximiliano, fue impuesto por los conservadores mexicanos y el ejército colonialista francés, lo cual representa una ironía histórica.

A final de cuentas, las etiquetas nunca son justas porque son radicales y maniqueas, donde sólo hay buenos y malos, héroes y cobardes, honestos y corruptos. Peor aún es que las etiquetas ideológicas pretendan guiar las decisiones en un mundo cada vez más complicado, inestable e interconectado.

Del mismo modo, hoy vemos que los funcionarios públicos que toman decisiones de gran trascendencia para nuestro país desechan proyectos importantes para el futuro de México, porque desde su criterio representan la visión neoliberal, a la cual le tienen aversión.

Sus decisiones no se sustentan en una evaluación ni análisis para determinar la conveniencia de reorientar y rescatar proyectos de las anteriores administraciones, para beneficio público; simplemente hacen descalificaciones con sustento ideológico.

El neoliberalismo hoy tan demonizado, es en realidad la nueva versión del liberalismo de la época del presidente Juárez. Por tanto, el lenguaje político de hoy, con base en etiquetas ideológicas, es incongruente.

La visión centralista del actual gobierno responde totalmente a la conducta conservadurista, como ideología política. El control total de la vida política y social de un país por parte del estado es la conducta sistemática de los conservadores desde la época de las monarquías.

Como antítesis de la visión monárquica y conservadurista, es que después de la revolución francesa y como resultado del surgimiento de los gobiernos republicanos, surgió el liberalismo, dando autonomía a la economía y privilegiando las libertades individuales, lo cual es el origen del capitalismo y la industrialización, que han sido el sustento de la democracia contemporánea.

La evolución natural del liberalismo dio origen al neoliberalismo, que cristalizó en las doctrinas financieras promovidas por los economistas Milton Friedman y Friedrich Von Hayek.

Hoy vemos que la búsqueda del control de las instituciones, que hasta hoy han tenido autonomía de gestión en México, para que respondan a los intereses de un gobierno central, representa el radicalismo de los “conservadores”, a los cuales el actual gobierno ha etiquetado como sus adversarios. Una incongruencia conceptual inaceptable en esos niveles jerárquicos de la política.

Una realidad incuestionable es que los excesos de una visión gubernamental insensible a las necesidades sociales, como la que guió a los últimos gobiernos de México, propició grandes desigualdades sociales y económicas y por tanto, la última elección presidencial evidenció la exigencia ciudadana de un cambio de rumbo y una rectificación, para conciliar la economía con las necesidades de las clases sociales vulnerables y así generar un desarrollo integral y sustentable.

Por ello, no cabe duda de que hoy se requiere una visión gubernamental humanista y sensible, que combata la pobreza.

Sin embargo, ese objetivo no justifica destruir los avances democráticos, lo cual queda en evidencia ante la pretensión clara del gobierno central de tomar control de las instituciones que hoy tienen autonomía y garantizan la equidad y el equilibrio democráticos.

La relación conflictiva entre el gobierno central y las instituciones descentralizadas que hoy tienen autonomía deja claro que no están siendo tratadas con respeto porque se pretende someterlas a los criterios personales de los funcionarios públicos del gobierno federal.

Un ejemplo claro de esta visión centralista y conservadora es la desaparición del Instituto Nacional de Evaluación de la Educación, que estaba conformado por expertos en el tema educativo, para sustituirlo por una institución creada a modo, el Organismo para la Mejora Continua de la Educación, conformándolo con integrantes que no reúnen los requisitos profesionales que aseguren su experiencia y conocimiento de asuntos educativos, pero en cambio sí garantizan su lealtad absoluta al titular del Poder Ejecutivo.

¿Cuál fue el sustento para cancelar el INEE y crear otro organismo similar?... seguramente el cambio de sus integrantes, despidiendo a unos que serían independientes, por otros de lealtad incondicional al nuevo gobierno.

Esta puede terminar siendo la estrategia centralizadora de hoy.

Podemos concluir que los extremos ideológicos son negativos, del color y las siglas que sean.

Las etiquetas ideológicas nos dividen… por ello… por el bien de México mejor apostemos por la conciliación nacional. Un México sin etiquetas y gobernado sin recetas.

¿Usted cómo lo ve?

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