Después de dos detenciones y dos fugas de la cárcel entre 1993 y 2015, el entusiasmo del presidente Enrique Peña Nieto por la última captura de El Chapo Guzmán parece estar fuera de lugar. Sus declaraciones hablan de “misión cumplida” y de “un logro en favor del Estado de derecho”, pero esta estrategia comunicativa no refleja la realidad.

Hace sólo pocos días, una alcaldesa “incómoda” fue asesinada a pocas horas de haber asumido el cargo en ese Estado de derecho en el que los narcos quieren que su ley sea la única que gobierne, y lo están logrando. Hace sólo pocos meses, el narcotraficante más poderoso y famoso del mundo lograba evadirse de una celda videovigilada de ese Estado de derecho, huyendo por un túnel excavado a metro y medio debajo de una cárcel de máxima seguridad sin que ningún policía de ese Estado de derecho se haya percatado. Y es el mismo Estado de derecho en donde hace poco más de un año a 43 estudiantes se los tragó la tierra, bajo la mirada y con la ayuda de agentes de la policía, sin que las autoridades de ese Estado de derecho hayan hasta ahora logrado dar una explicación creíble de lo ocurrido.

Sin embargo, con estas declaraciones Peña Nieto ha demostrado conocer bien la lógica de la comunicación. De hecho, a Europa raramente llegan noticias sobre México: masacres, enfrentamientos, homicidios, desapariciones forzadas y tráfico de drogas con frecuencia se pierden entre noticias diversas del exterior. No obstante, cuando se trata de las acciones que emprende El Chapo Guzmán las cosas son diferentes: cada uno de sus movimientos se comenta como si fuera el estreno de la última película de Star Wars.

El pasado fin de semana la noticia de su captura dio la vuelta al mundo, las imágenes de las operaciones de la Marina mexicana aparecían en todos los noticieros europeos, la noche del viernes se contaban en más de un millón los tuits sobre El Chapo. Y junto a estas imágenes y a estas noticias también aparecían las entusiastas declaraciones y la sonrisa de satisfacción del presidente Peña Nieto, quien una vez más ha querido mostrarse al mundo como el rostro limpio del nuevo México, un México que —a diferencia de lo que ocurrió durante los sexenios de Vicente Fox y de Felipe Calderón— no desea asociar su política y su imagen con el narcotráfico, sino que quiere dejarlo atrás.

En realidad, el arresto de El Chapo Guzmán no cambiará las condiciones del tráfico en Sinaloa, y si así ocurriera, sólo significaría llevar la situación hacia una nueva espiral de violencia: de hecho, cada arresto de peso deja inevitablemente un vacío de poder que se llena con venganzas, con movimientos de fichas que no pasan inadvertidos en su territorio. No por nada mientras el gobierno festejaba el arresto de El Chapo el viernes, en Sinaloa bajaban las cortinas de los negocios en señal de duelo.

Esta vez el arresto de El Chapo de verdad hará la diferencia sólo si se le extradita a Estados Unidos, como la PGR ya ha anunciado, pero esto debe ocurrir cuanto antes, de tal modo que se le deje el menor tiempo posible para reorganizarse y planear la situación durante su ausencia.

La última vez el gobierno de Peña Nieto consideraba, justamente, que la extradición era riesgosa porque era la muestra de un México débil, incapaz de gestionar sus propios problemas, de lavar su ropa sucia en casa, pero en julio la fuga rocambolesca de El Chapo destruyó la credibilidad de la justicia mexicana ante los ojos del mundo, así como una vez más enterró la confianza en la justicia por parte de los ciudadanos. De manera que cuando se difundió la noticia de la última detención de El Chapo, el pensamiento de muchos fue “¿esta vez por cuánto tiempo?”. Un pensamiento mucho más cercano a la realidad que aquel de “misión cumplida” del presidente.

En Estados Unidos El Chapo podría decidirse a colaborar, diciendo aquello que sabe de los vínculos entre política y narcotráfico que, según muchos analistas, hace temblar a Los Pinos, pero que serían revelaciones fundamentales para comenzar una operación de limpieza y de reformas de un verdadero Estado de derecho.

Cumpla de verdad su misión, Presidente. Actúe de manera que la extradición de El Chapo ocurra en el menor tiempo posible. Demuéstrele al mundo que en México hay de verdad un Estado de derecho.

El escritor italiano es autor de Gomorra y CeroCeroCero

Twitter: @robertosaviano

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