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Al final de la misa que celebró esta tarde en el Santuario del Tepeyac, el Papa Francisco regaló una diadema a la Virgen de Guadalupe y rezó ante la imagen de la tilma en el camarín.
Antes de la bendición final de la eucaristía, Francisco escuchó unas palabras de saludo del cardenal Norberto Rivera Carrera y después pronunció una oración especial.
“Bendito eres, Señor, Dios del cielo y de la tierra, que con tu misericordia y justicia dispersas a los soberbios y enalteces a los humildes; de este admirable designio de tu providencia nos has dejado un ejemplo sublime en el verbo encarnado y en su Virgen Madre”, dijo.
“Tu hijo, que voluntariamente se rebajó hasta la muerte de cruz, resplandece de gloria eterna y está sentado a tu derecha como rey de reyes y señor de señores; y la Virgen que quiso llamarse tu esclava, fue elegida madre del redentor y verdadera Madre de los que viven, y ahora, exaltada sobre los coros de los ángeles, reina gloriosamente con su hijo, intercediendo por todos los hombres como abogada de la gracia y reina de misericordia”, agregó.
Pidió a Dios mirar “benignamente” a los siervos que, al ceñir con una corona visible la imagen de la madre, reconocen en Jesús al rey del universo e invocan como reina a la Virgen.
“Haz que, siguiendo su ejemplo, te consagren su vida y, cumpliendo la ley del amor, se sirvan mutuamente con diligencia; que se nieguen a sí mismos y con entrega generosa ganen para ti a sus hermanos; que, buscando la humildad en la tierra, sean un día elevados a las alturas del cielo, donde tú mismo pones sobre la cabeza de tus fieles la corona de la vida”, completó.
Al terminar la oración, el Papa esparció con el agua bendita a la corona regalo para Guadalupe y se la entregó al rector de la Basílica.
Después de la bendición final, Francisco fue acompañado al camerino donde pudo admirar de cerca la imagen de la tilma y rezar largamente ante ella.
jram
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