La vida no será la misma en París tras el mayor atentado terrorista registrado desde la Segunda Guerra Mundial, afirman miembros de la comunidad mexicana en Francia.

“Esta tragedia va a marcar de manera permanente la forma como se comportan los parisinos”, dice a EL UNIVERSAL Sergio Ávalos, quien vive en la capital francesa desde hace 15 años. El profesor de una escuela de ingenieros considera que ese cambio será, ante todo, sicológico, debido a que “el miedo a otro ataque estará presente de forma permanente”.

También considera posible otro atentado, considerando que desde enero el país vive bajo alerta tras las acciones de fundamentalistas contra el semanario satírico francés Charlie Hebdo, en enero pasado, que se saldó con 12 muertos y que llevó, dice, a que muchos franceses dejaran de acudir por algún tiempo a conciertos, centros comerciales, discotecas y otros lugares masivos por temor. Incluso, declara, algunos padres sentían desconfianza de “llevar a sus niños a la escuela”.

Clemence Zamora, originaria de Puebla y quien reside en París desde hace 20 años, teme que el atentado erosione la tolerancia de los parisinos y se traduzca en odio hacia los migrantes y las minorías. “Espero que los parisinos no caigan en la trampa de la extrema derecha, que suele utilizar este tipo de incidentes para propagar un discurso xenófobo”, dice.

Los mexicanos viven el estado de emergencia decretado por el presidente François Hollande, incrédulos y reponiéndose del miedo que pasaron la madrugada del sábado por la falta de información y el desconocimiento del paradero de amigos y familiares.

Afirman que no podían dar crédito a las imágenes en televisión, ni a la información que circulaba en internet y las redes sociales. “Era algo ilógico, irreal, nunca me imaginé que la violencia que conocí en México me la toparía de nuevo en el centro de París”, sostiene Clemence.

En la capital francesa viven 3 mil mexicanos y anualmente entre 60 mil y 300 mil connacionales visitan Francia, teniendo como destino predilecto la capital. También hay un importante número de estudiantes mexicanos, que no entran en el registro oficial debido a que a su llegada no se ponen en contacto con el servicio consultar.

Ángeles Navarro, de 35 años, es una de esas estudiantes. Directora de Puebla Vigila, una asociación civil que lucha por la transparencia electoral, cursa una maestría en derechos humanos en París, ciudad a la que llegó hace dos años. La noche del viernes 13 de noviembre quedó de reunirse con cuatro amigos en el Café Plage, a 20 metros del bar Le Carrillon, uno de los puntos atacados y donde hubo 14 muertos.

“Esta calle está llena de cafeterías y restaurantes. Fui la primera en llegar al café, esperaba a mis tres amigos cuando comencé a escuchar disparos y gritos. Me asusté muchísimo y me tiré al suelo sin moverme. Después, escuché sirenas de patrullas, ambulancias: llegó otra de mis amigas que alcanzó a meterse al lugar y refugiarse. Después ambas sabríamos que habíamos pasado justo enfrente del restaurante cinco minutos antes del primer atentado.

“Un tercer amigo nos llamó por teléfono para decirnos que no podía pasar por la cantidad de patrullas que habían bloqueado la calle. Al cuarto de nuestros amigos, Andrés, le llamamos para decirle que no se acercara al lugar. Hasta entonces ninguno de nosotros dimensionábamos la tragedia que estaba ocurriendo a unos pasos de nosotros. Entré a Twitter para enterarme de lo que estaba pasando; al poco tiempo comencé a recibir llamadas desde México, de mis familiares preguntando por mí. Fue hasta entonces cuando mi amiga Pamela y Andrés supimos lo ocurrido. La policía no nos indicaba qué hacer; esperamos un tiempo y decidimos salir corriendo a nuestra casa. Prendimos el televisor y fue cuando supimos lo cerca que estábamos del restaurante donde ocurrió el primer atentado.

“Estoy muy triste por lo ocurrido, Francia es generosa y nos ha abierto los brazos a los extranjeros, pero con lo ahora ocurrido esto cambiará. Yo pensé que estaba más segura aquí que en México, pero no es así. Cualquier ciudadano en esta ciudad puede ser blanco fácil de un acto terrorista y los ciudadanos parisinos parecen no dimensionarlo.

En la cafetería ninguno estaba tan asustado como lo estaba yo. Aún me falta un año de maestría y estoy buscando trabajo en París, pero ahora, después de esto, no sé qué sigue para mí. Me siento insegura. Hoy, un día después de los terribles atentados no quiero pisar la calle. Tengo terror; hoy, lo veo por la ventana de mi departamento, la ciudad está desolada”. Con información de Cristina Pérez-Stadelmann

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