La última semana de abril, la flamante fiscal general de Estados Unidos, Loretta Lynch, llegó por primera vez a su oficina en el 950 de la Avenida Pennsylvania. Tras un largo y tortuoso proceso de confirmación ante el Senado, Lynch se encontró con una montaña de asuntos pendientes sobre su escritorio. Entre ellos, el encausamiento de nueve altos cargos de la Federación Internacional de Futbol Asociación (FIFA), y cinco empresarios vinculados con la organización; un expediente que cuatro semanas más tarde destaparía el peor escándalo de corrupción en la historia del futbol, que involucró más de 150 millones de dólares en sobornos, lavado de dinero, organización mafiosa y fraude masivo.

En los días previos al encausamiento y la detención de siete funcionarios de la FIFA en el hotel de lujo Baur Au Lac de Zurich, en Suiza, Loretta Lynch fue informada a detalle sobre los alcances de una investigación de más de seis años que desentrañó una trama internacional de intereses creados en torno a Joseph Sepp Blatter, un hombre que luchó hasta el último momento para mantenerse en el cargo.

Hoy, todo intento ha sido inútil ante la dimensión del escándalo. Las viejas lealtades se resquebrajan como un castillo de naipes. Los delatores se multiplican por doquier. Los excesos y caprichos, que van desde gatos de algunos dirigentes viviendo en lujosas suites de Manhattan, hasta el hábito de Blatter de viajar siempre en aviones privados, son sólo la punta del iceberg que el Departamento de Justicia estadounidense se ha propuesto dejar al desnudo. “Creo que no exagero al decir que todos aquellos que amamos este bello deporte del futbol estamos muy entristecidos por la forma en que este grupo de directivos, de delincuentes, lo ha enlodado”, dijo Peter Schechter, presidente del Atlantic Council, un centro de investigación de asuntos internacionales.

“Pero también es muy lamentable que la justicia de países que han tenido una relación histórica con el futbol, como el Reino Unido, Alemania, España, México o Brasil no hayan hecho nada durante todos estos años y que haya sido EU el primero en actuar contra la corrupción de la FIFA”, añadió. “Ni siquiera Suiza, el país que alberga los cuarteles de la FIFA, se atrevió a hacer algo hasta ahora, que Estados Unidos le ha demandado la extradición de los detenidos”.

Una reconstrucción de la más compleja y ambiciosa investigación de EU contra los intereses creados y la corrupción de la FIFA, de la mano de varios de los testigos e informantes clave, permite establecer que el encausamiento contra quienes se beneficiaron del multimillonario negocio del futbol tuvo un punto de inflexión a mediados de 2009. Ese año, el veterano periodista británico Andrew Jennings, quien durante más de una década se encargó de exponer las redes de corrupción de la FIFA y los millonarios ingresos de sus dirigentes —a través de sus libros El Libro Secreto de la FIFA(2006) y Omertà. La mafia de Sepp Blatter en la FIFA (2014)—, recibió una invitación para participar en una reunión secreta en el centro de Londres.

Jennings se llevó una sorpresa al descubrir que quienes lo habían invitado a ese encuentro eran agentes del Buró Federal de Investigaciones (FBI) interesados en desenmarañar la trama de corrupción de la FIFA y las versiones de sobornos que rodeaban al proceso para asignar las sedes de los campeonatos mundiales de futbol 2018 y 2022, a Rusia y a Qatar, respectivamente.

Jennings, quien durante más de una década investigó y documentó “la red criminal” creada por la FIFA para comprar voluntades, engordar las cuentas bancarias de sus principales dirigentes y sacar el mayor beneficio de un negocio que algunos valoran en poco más de 51 mil millones de dólares al año, decidió aceptar convertirse en una suerte de lazarillo para el FBI.

“Al encuentro llegaron tres estadounidenses elegantemente ataviados. Con el pelo muy bien recortado y todos ellos en forma. Luego me enteré que algunos de ellos eran ex marines”, evocó Jennings en las páginas del diario británico Daily Mail, en una reciente reconstrucción de los hechos ocurridos hace más de seis años y que marcaron el principio de una investigación y un intenso intercambio con el FBI.

Poco después de este encuentro, Jennings puso su mirada en Chuck Blazer, secretario general de la Confederación de Futbol de América del Norte, Central y el Caribe (CONCACAF, por sus siglas en inglés). Según Jennings, una fuente próxima a Blazer le hizo llegar información que ponía al descubierto la contabilidad secreta y la forma en que Blazer le estaba robando a la organización unos 2 millones de dólares al año en supuestas comisiones.

Tras alertar al FBI sobre el contenido de este hallazgo, desde EU le contestaron que no podían decirle qué hacer con esa información, pero que les encantaría que se hiciera pública. La difusión de esta historia, que Blazer desmintió mientras arremetía contra el periodista británico, consiguió ponerle en la mira del FBI. Poco a poco, los agentes del Buró lograron arrinconarlo y convencerlo, en 2013, de que su cooperación como informante le ayudaría a reducir sustancialmente su sentencia por evasión de impuestos y ocultación de cuentas bancarias.

Apenas el pasado miércoles, la fiscalía que instruye el proceso divulgó la transcripción de 20 páginas de la audiencia celebrada en 2013 y en la que Blazer aceptó declararse culpable de crimen organizado y evasión fiscal.

“A partir de o alrededor de 2004, y hasta 2011, otros y yo en el comité ejecutivo de la FIFA acordamos aceptar sobornos relacionados con la elección de Sudáfrica como nación anfitriona de la Copa del Mundo de 2010”, confesó Blazer ante el juez Raymond J. Dearie.

Hoy, el ex directivo de la CONCACAF, quien disfrutaba de espléndidas comidas y cenas y tenía una suite en la zona exclusiva de Manhattan para sus gatos, lucha por su vida desde un hospital de Nueva York donde se le ha practicado una intervención quirúrgica vinculada a un cáncer de colon. El drama, que ha servido de corolario a este dominó de traiciones y delaciones, alcanzó el miércoles pasado al ex vicepresidente de la FIFA, Jack Warner, un personaje conocido en el submundo del mercado negro para la reventa de boletos durante campeonatos mundiales.

Desde Trinidad y Tobago, su país de origen, Warner lanzó un dramático mensaje al mundo mediante un video que tituló “fuera guantes” y en el que denunció que su vida está en peligro y que está dispuesto a colaborar con la justicia.

En su mensaje, Warner aseguró tener “una avalancha” de documentos en los que se involucra a Joseph Blatter y que ha entregado a “personas respetables” en caso de que le pase algo. “Blatter sabe muy bien por qué cayó. Y si cualquiera lo sabe, yo también”, aseguró Warner en un mensaje amenazante que ha utilizado como tabla de salvación para cooperar con la justicia y evitar cargar con todas las culpas.

La ruta del dinero, principalmente el que pasaba por el torrente del sistema financiero de EU, ha sido la principal pista y la herramienta que ha permitido al Departamento de Justicia y al del Tesoro actuar contra los directivos de la FIFA más allá de sus fronteras.

“El lavado de dinero, cuyas cantidades desconocemos, es lo que permitió al Departamento de Justicia mover piezas. Es una actividad que, por ley, obliga a EU a actuar contra los responsables. Por eso, la teoría de la motivación política no tiene mucho sentido”, dijo Héctor Schamis, de la Universidad de Georgetown. “A muchos se les olvida que en este país, donde pesa mucho la memoria del Watergate, la Justicia tiene un elevado grado de autonomía. Contra lo que cree (el mandatario ruso) Vladimir Putin, el presidente estadounidense Barack Obama no puede levantar el teléfono para ordenarle al fiscal general una operación para perjudicar a Rusia”, concluyó.

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