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“Los ahuehuetes fueron viejos testigos de tus hazañas sin par, Chapultepec y patria, enlazados quedaron el abrazo inmortal…”, fue el relato de la poesía de elogio al Colegio Militar con la que el presidente Enrique Peña Nieto presidió la conocida Marcha de la Lealtad.

A su llegada recorrió el camino al Castillo de Chapultepec, flanqueado por cadetes a caballo del Heroico Colegio Militar, como los 300 uniformados que acompañaron al presidente Francisco I. Madero el 9 de febrero de 1913.

Se conoce como Marcha de la Lealtad al día en que los cadetes del Colegio Militar acompañaron al presidente Francisco I. Madero en columna de honor, rumbo a Palacio Nacional, por el cuartelazo de los generales Manuel Mondragón, Félix Díaz y Bernardo Reyes, quienes fueron apoyados por cadetes del cuartel de Tacubaya y de la Escuela Militar de Aspirantes, de Tlalpan.

La disputa duró 10 días y fue el principio de lo que se conoce en la historia de México como Decena Tragica; el general Victoriano Huerta aprehendió a Madero y al vicepresidente José María Pino Suárez, quienes fueron obligados a renunciar a sus cargos.

Con la Marcha de la Lealtad de 300 cadetes se conmemora la fidelidad de los uniformados del Heroico Colegio Militar hacia la República, representada por la figura del Presidente. Hoy en día se reconoce con este acto el papel histórico de las Fuerzas Armadas en el desarrollo y seguridad del país.

Ayer los típicos puestos de frituras, refrescos y golosinas que hay en esa sección del Bosque de Chapultepec no abrieron porque el Estado Mayor Presidencial cerró el paso a cualquier persona ajena al evento. Los turistas también tuvieron que esperar a que concluyera la ceremonia.

Cuando el mandatario salió de la antigua casa de guardias, construida en 1898 al pie del cerrito en el que se levantó el Castillo de Chapultepec, subió a un vehículo militar Humvee para llegar al lugar, donde lo esperaban los cadetes de las escuelas castrenses, varios de los integrantes del gabinete legal y ampliado, así como invitados especiales y agregados militares.

El titular del Ejecutivo federal escuchaba con atención al secretario de la Defensa Nacional, Salvador Cienfuegos Zepeda, quien estaba a su derecha. El secretario de Marina-Armada de México estaba a la izquierda y eran acompañados, atrás y adelante, por otros dos vehículos militares en los que viajaban escoltas y soldados adscritos a guardias presidenciales y otros funcionarios.

Llegaron juntos al patio principal del Castillo de Chapultepec, donde el Presidente saludó a la bandera. En las gradas había niños de dos o tres escuelas que observaban con admiración la solemnidad del evento, la personalidad del titular del Ejecutivo y la disciplina castrense.

“Que sean nuestras acciones y no solamente nuestra palabras las que hablen bien de México. Que cerremos filas en torno del Presidente, respondiendo al llamado que nos hizo el pasado 30 de enero al señalar que la unidad nacional debe ser la piedra angular de nuestra estrategia y acciones hacia adentro del país y hacia el exterior. Eso nos debe dar aliento para trabajar con más energía.

Con firmeza, Cienfuegos ratificó en la conmemoración de un hecho histórico el refrendo de las Fuerzas Armadas para con la nación, ante cualquier eventualidad.

Orador único, el general secretario fue interrumpido varias veces por los aplausos de los presentes, a quienes insistió en que se requiere unidad nacional en torno al Presidente y, los presentes confirmaron su aceptación. El Ejecutivo escuchó cada palabra con atención.

Los cadetes interpretaron el Himno del Heroico Colegio Militar, que estuvo a cargo de la banda de música y del coro de la Secretaría de la Defensa Nacional. El sol a plomo, 23 grados centígrados. Las salvas de fusilería fueron detonadas y estremecieron las ramas de los ahuehuetes que rodean el castillo. El Himno Nacional cerró la ceremonia, todos de pie.

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