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La pirotecnia unió a Lidia Gutiérrez y Fidel Sánchez. Ella es integrante de una familia de artesanos y él comercializador del producto. Tuvieron siete hijos, todos dedicados a esta actividad y, gracias a las medidas de seguridad que les heredó el jefe de familia, jamás han tenido algún percance.

“Mi papá era una persona muy estricta en el manejo del producto. Traemos enseñanzas de un gran hombre, nos dejó un legado muy bonito, muy importante”, dice Lucía Sánchez Gutiérrez, hija de Lidia y Fidel.

Lucía es tesorera de la Mesa Directiva del Mercado de Artesanías Pirotécnicas de San Pablito, Tultepec, y fue testigo de los tres incendios del tianguis en 2005, 2006 y, el más reciente, el pasado 20 de diciembre.

Relata que proviene de una familia con tres generaciones dedicadas a la pirotecnia, por parte de su madre, aunque luego del accidente registrado el pasado 20 de diciembre decidió no permitir que sus hijos sigan con la actividad.

Don Fidel, quien falleció por causas naturales a los 76 años de edad, comercializaba pirotecnia y la compraba en Tultepec.

Lucía reitera: “mi papá falleció hace mucho tiempo y gracias a Dios él no tuvo algún percance nunca con este producto, jamás, almacenaba muchísimo material, transportaba tres camionetas juntas, hasta un camión grande él lo transportaba a diferentes puntos de la república. Y jamás tuvo un percance porque era una persona extremadamente cuidadosa”.

Lucía asegura que “cuando le tenemos amor y entramos con pasión a nuestro trabajo y lo cuidamos, claro está, por supuesto que no pasa nada. El manipular la pólvora requiere de atención y mucha precaución en el manejo”.

Agrega que en algún tiempo hubo dos tianguis pirotécnicos en Tultepec con no más de 100 vendedores cada uno, aunque los unificaron y se creó San Pablito.

Destaca que el tianguis abrió sus puertas a nuevos vendedores, algunos con escasa o nula experiencia en el manejo de los productos, lo que pudo influir para los accidentes generados en el mercado.

“Nos hicimos muchos y se perdió el control un poquito ahí, en tal vez dar lugares a personas que no conocen del manejo”, afirma.

Añade: “Se les permitió, de alguna manera y por no vernos a lo mejor envidiosos, pero es algo que ahorita está analizándose más y estamos en el entendido que ya no más, ya no más admisiones, tenemos que extremar ahora situaciones, decisiones, criterios y lo vamos a llevar a cabo”.

Lucía recuerda que abuelos, hijos y nietos se dedicaron a la pirotecnia. Pero piensa ya no permitir a sus hijos seguir en la actividad, debido al riesgo que representa y que tuvo una expresión brutal el pasado 20 de diciembre, cuando 35 personas murieron por el incendio y unas 70 resultaron lesionadas.

Gracias a las enseñanzas de su padre, ninguno de sus hermanos ha tenido algún percance con la pólvora.

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