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El sábado pasado, el zoológico de Buenos Aires, fundado en 1875 y el más antiguo de Latinoamérica, comenzó a funcionar bajo un nuevo modelo: ecoparque. Muchos de los mil 500 animales que viven allí estaban en pésimas condiciones de vivienda y alimentación, algunos incluso sufren de “zoocosis” —una suerte de psicosis en el reino animal— y serán trasladados a hábitats naturales.

Una orangutana llamada Sandra recibió en 2014 un habeas corpus para dejar el zoológico, dictado por un tribunal que la habilitó como persona jurídica no humana, con derechos propios. También cuatro lechuzas ya fueron enviadas a una reserva natural.

Muchos proteccionistas piden el cierre definitivo del zoológico y el Gobierno de la ciudad de Buenos Aires no da indicaciones claras sobre el futuro del parque. El naturalista, museólogo y docente argentino Claudio Bertonatti, que dirigió este parque entre 2012 y 2013, dijo a EL UNIVERSAL que “el lugar es una colección de animales y no un zoológico”. Bertonatti, consultor en la Administración de Parques Nacionales de la Argentina y asesor de la Fundación de Historia Natural Félix de Azara, agregó que su paso por la dirección de ese zoo fue “sufridísimo” y que renunció defraudado porque no pudo implementar casi ninguna reforma para el bienestar animal. Pero además Bertonatti conoce muy bien el zoológico de Chapultepec.

— El zoológico de Buenos Aires está en un proceso de modificación radical. ¿Ocurrirá lo mismo con el de Chapultepec, según su opinión?

No lo sé. Pero el zoológico de Chapultepec está en muchísima mejor situación que el de Buenos Aires. Tiene grandes aciertos que quizás los mexicanos no están viendo. Yo siempre cito como un buen ejemplo el pabellón dedicado a los murciélagos. Es muy fácil hacer un pabellón espectacular de osos panda, pero el desafío para países como México y Argentina es poner en valor a los animales que la gente aborrece y que ya conoce, como los murciélagos. Que el zoológico de la Ciudad de México muestre el rol que cumplen como insecticidas, es valioso porque puede mover la aguja de la conciencia pública y hacer a los mexicanos sentir orgullo de tener los únicos mamíferos voladores del mundo en nuestros países.

¿Para eso debe servir el zoológico?

Sí. Los zoológicos modernos deben dedicarse a la conservación de la naturaleza, al salvamiento de especies amenazadas, a la educación ambiental, a la investigación científica desde la biología o la sanidad animal y a la contribución en la recreación pública. Todo encuadrado en altos estándares de bienestar animal. Deben servir para revelarnos lo que no hemos visto hasta ahora y comprometernos: no debemos ser espectadores de la crisis ambiental, sino hacer algo. Además, deben enseñarnos sobre la naturaleza en la cultura. Es imposible abordar el mundo maya sin que esté el jaguar presente: el zoológico no te tiene que contar cuántas crías tiene el jaguar, sino su valor cultural.

¿Cómo se justifica el cautiverio?

Ese es un desafío para todos los zoológicos del mundo. Hay que preguntar ¿para qué tenerlo y de qué modo estoy ayudando a que esa especie no desaparezca? Argentinos y mexicanos tenemos una escasa valoración de la fauna propia y debemos revertir ese proceso. Es un error pensar que no debemos exhibir a los animales porque podemos verlos en la televisión: si es lo mismo, entonces, no nos vayamos más de vacaciones porque vemos la playa en la televisión. El contacto directo con la naturaleza no es reemplazable. Pero hay que optimizar el cautiverio de un animal en favor de su especie.

¿Cuál sería el camino?

Hasta ahora, la mayoría de las personas que visitan los zoológicos lo hacen sin guías ni charlas pedagógicas. Eso para mí es clave: debemos tener una persona que, por ejemplo, diga frente a un lobo: “Usted está viendo a uno de los últimos embajadores de su México salvaje y para ayudar a que no desaparezca, debe hacer estas y aquellas cosas”. Los zoológicos concentran a todas las clases sociales y la gente se autoconvoca: se desaprovecha una oportunidad única para enseñar.

¿Qué lugar debe ocupar un zoo en un mundo donde las especies en extinción son cada vez más?

Cada vez hay menos ambientes naturales, con menos especies. Es ahí donde los zoológicos y jardines botánicos deben salir al cruce. Si estas instituciones no están trabajando bien, no debemos terminarlas, sino reconvertirlas. Muchas personas de buen corazón, que militan en el veganismo, se acoplan a un discurso muy sencillo, el de “No a los zoológicos”, asumiendo que los animales están presos, cuando nosotros, los defensores de los zoológicos, queremos que no se extingan. Para eso, hay que crear cada vez más áreas protegidas en la naturaleza y reproducir especies en cautiverio para luego liberarlos en sus ambientes. Es lo que se está haciendo con los lobos en México. Y aunque los zoológicos mexicanos se hayan ocupado de salvar al lobo, devolverlo a su estado silvestre no es tan fácil porque hay gente que no comprende que algunas especies son los símbolos vivientes de la nación.

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