Un círculo negro. En sentido contrario a la entrada de la espléndida crónica del eclipse del lunes, a cargo de un gran equipo del Washington Post, no ha sido “por un breve momento”, sino por un tiempo de longitud todavía incierta, que los días se han vuelto noches para cerca de dos terceras partes de estadounidenses que no aprueban hoy al gobierno de Trump, así como para buena parte del planeta que permanece en vilo, transcurridos apenas siete meses desde su toma de posesión. Se incluyen en esta situación los aliados históricos de Estados Unidos en Europa, Asia y América Latina, con México entre los países bajo mayores amenazas.

Si bien se trató del primer eclipse solar total en un siglo que cruza el territorio estadounidense de Oeste a Este —y el primero (total) desde la fundación de la República que pasa directamente sólo sobre ese país— el gran espectáculo celeste también se alcanzó a apreciar parcialmente en otros países, como el nuestro, también en la perspectiva de otros eclipses en sus vidas públicas.

Desde poco después del mediodía del lunes el propio Trump puso a circular su imagen observando cómo el sol iba siendo reemplazado por un círculo negro rodeado por un anillo resplandeciente de fuego blanco, para seguir con la crónica del Post. En el mundo ya se han visto y criticado las primeras poses del presidente violando la norma de no mirar el fenómeno sin protección. Pero quizás más sobresaliente podría resultar el hecho de que Trump no haya advertido, hasta la fecha, el avance del eclipse de una presidencia que se autoproclamó como un sol que le devolvería la grandeza a su país, pero que hoy sólo proyecta una luz turbia sobre poco más de una tercera parte (37%) de la población que todavía lo aprueba, mientras pretende no ver que el restante 63% va quedando cubierto por el círculo negro de quienes no aprueban sus desplantes.


Efímera pausa. En estas circunstancias, el eclipse total que regocijó e incluso conmovió de costa a costa a la llamada Unión Americana, trajo unos minutos —‘raros’, los llamó el NY Times— de verdadera unión en un país polarizado. El “evento celestial” puso en pausa (efímera), completó el Washington Post, las profundas divisiones de la era de Trump. Sólo que éste se encargó de reactivarlas esa misma noche: desde una base militar anunció el reforzamiento de las operaciones bélicas en Afganistán, mismas que en estos meses ha expandido en otros cinco países (Yemen, Siria, Irak, Somalia y Libia) además de su insistencia en reavivar el punto muerto nuclear con Corea del Norte.

Y hasta el momento de enviar estas líneas, Phoenix seguía en estado de alerta máxima ante el acto pro muro fronterizo programado para anoche por el presidente en la capital de Arizona, en medio de los también programados actos masivos de protesta contra su visita, por la postura presidencial ante los actos de violencia de la semana pasada de los partidarios de la supremacía blanca en Virginia. Todavía la tarde de ayer Trump parecía encaminado a encabezar su mitin a pesar de la súplica de que desistiera del alcalde Greg Stanton, quien adelantó su decepción por el hecho de que Trump insistiera en hacer en esa ciudad un acto anti inmigrante cuando la nación todavía está tratando de sanar de la tragedia de Charloteville.


México: las sombras de Trump y las otras. Aparte de las sombras que proyecta el eclipse Trump sobre México para el resto del año (su embestida sobre su Congreso para forzarlo en septiembre a financiar el muro en nuestra frontera y sus amagos sobre el TLCAN) otras sombras se cernirán en los meses siguientes de debate electoral. A pesar de las apariencias, la más parecida a la ilusión trumpiana de ‘make America great again’ sería la de pretender recuperar, también aquí, de nuestro pasado, un supuesto paraíso perdido, el del populismo y el presidencialismo providencial, arrebatado —como reza también el mantra de Trump— por la libertad de comercio, la globalización y las reformas internas que trajeron consigo.

Director general del Fondo de Cultura Económica

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