Espiral de la desconfianza. Ha existido en México un círculo vicioso impunidad-arbitrariedad-impunidad que surge de la impunidad del funcionario A seguida por la arbitrariedad del funcionario B: el que persigue al primero, una arbitrariedad que a su vez queda en la impunidad, para así continuar el círculo. Esta idea me la dejó hace décadas la lectura del prólogo del constitucionalista Elisur Arteaga a una edición-homenaje a don Rául F. Cárdenas de su libro pionero en el tema, Responsabilidad de los funcionarios públicos.

Ahora vamos más allá: partidos y espacios mediáticos afines al depuesto titular de la Fiscalía Especializada para la Atención de Delitos Electorales (Fepade) van con todo por premiar el ‘heroísmo’ de su arbitrariedad y por reinstalarlo como superhéroe de la democracia. Al perder ayer una votación de procedimiento en el Senado, reventaron la sesión por la fuerza, y por supuesto calificaron también de arbitraria la forma en que se interrumpió la impunidad del fiscal Santiago Nieto. Así, el círculo vicioso se enlaza en la espiral de desconfianza en las instituciones públicas.

Uno de los recursos más socorridos por los operadores de la arbitrariedad ha sido la colocación en la prensa de investigaciones ministeriales en proceso: una acción ciertamente arbitraria, expresamente prohibida por la Constitución. El efecto más estudiado de este recurso ha sido la construcción de un llamado ‘tribunal de la opinión pública’ que tiende a anticipar, condicionar y viciar el veredicto de los tribunales de Derecho. El caso del removido titular de la Fepade se agravó con declaraciones en las cuales pasó de plano a ‘litigar’ en ese ‘tribunal’ mediático con mofas a una comunicación del imputado, a quien la Fepade ni siquiera había citado y apenas ahora llama a comparecer, tras recibir la orden de un juez federal, cuando ya aquel mismo ‘tribunal’ de los medios y las redes había dictado su ‘sentencia’ condenatoria.

Nuevas impunidades. El absolutismo presidencial del pasado, además del control del Poder Judicial, detentó entre otros monopolios el del ejercicio de la acción penal y el control del debate público a través de medios. En esas condiciones, el recurso de publicar expedientes presuntamente incriminatorios se usaba para el ajuste de cuentas contra desafectos, adversarios o insumisos. Hoy se utiliza en la guerra por las preferencias electorales. Pero a la vista de la independencia alcanzada por el Poder Judicial y la ampliación y el fortalecimiento de las garantías de los acusados en el nuevo sistema penal, la transgresión del fiscal Nieto al hacer públicas indagaciones en que se involucra al ex director de Pemex Emilio Lozoya, podrían tener el efecto adicional de prolongar el círculo vicioso en dos direcciones más:

Por un lado, la arbitrariedad ejercida contra derechos del investigado puede ser invocada para tratar de echar abajo la investigación, lo que haría inevitable el reforzamiento de la percepción de un nuevo ciclo de impunidad. Por otro lado, quienes pugnan por dejar sin consecuencias las transgresiones del hasta ahora ex fiscal, en realidad están proponiendo dejar en la impunidad la arbitrariedad evidente en la violación al precepto constitucional que obliga a la estricta reserva de las investigaciones en curso.

Lo que está en juego. Con gobernadores, alcaldes y otros funcionarios en la cárcel, más las reformas anticorrupción y la vigilancia de una sociedad en efervecente activismo ante toda sospecha de todo poder, hoy parecería empezar a desdibujarse la primera curva del círculo vicioso: la de la impunidad. Pero habrá que ver si la presión opositora por revocar la sanción al fiscal desanda el camino para ir desvaneciendo también la curva de la arbitrariedad. Por lo pronto, hoy se incentiva su reproducción al exaltarse ese ‘heroísmo’ de la arbitrariedad que combate presuntas transgresiones… con otras transgresiones, y amenaza con perpetuar el ciclo impunidad-arbitrariedad-impunidad.

Director general del Fondo de Cultura Económica

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