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Chihuahua.— Al cumplirse dos años del accidente en el que perdieron la vida nueve personas en un espectáculo de Monster Trucks, el tema se ha convertido en una disputa política en la que a la fecha sólo hay un responsable y el ayuntamiento de esta capital enfrenta demandas por varios miles de millones de pesos.
Varios de los lesionados aún tienen fuertes secuelas, tanto físicas como emocionales, y aseguran que las autoridades locales se han caracterizado por su indiferencia, insensibilidad y falta de voluntad de para apoyarlos, limitándose hasta hoy a únicamente pagar los gastos médicos.
La sucesión de la gubernatura el próximo año se ha convertido en el centro de una intensa polémica, dado que el entonces alcalde pretende lanzarse para titular del Ejecutivo estatal; mientras que las indemnizaciones a los deudos y heridos se han quedado al margen de la discusión de los diferentes actores políticos.
Paulina: una niña alegre. El 5 de octubre de 2013, mientras se realizaba un espectáculo de demolición de autos chatarra, el conductor de la camioneta “monstruo” perdió el control del volante y se fue contra una sección de los espectadores. En el sitio sólo había una frágil valla de seguridad que la camioneta modificada derribó sin ningún problema.
Paulina, una pequeña de seis años de edad que se encontraba con su familia, perdió la vida de forma instantánea.
“Era un niña con muchas ganas de vivir, de ser parte de su familia. Siempre fue muy organizada y en su escuela todos la querían mucho por lo alegre y compartida que era”, recuerda su padre, Josué Santos, quien esa tarde también estaba en el lugar del accidente pero muy lejos de su hija, y nada pudo hacer por ella.
Sin embargo, para el afligido papá la muerte de nueve personas no ha sido suficiente para que las autoridades tomen las medidas pertinentes y nunca vuelva a ocurrir un accidente similar.
Asegura que para ellos, como familia, la tragedia debe ser honrada creando leyes que regulen cualquier espectáculo y castigando a los responsables de las negligencias y corrupción que se evidenciaron en el Aeroshow.
“El ayuntamiento formó una mesa interinstucional para atendernos y también hacer propuestas, pero es un grupo de gente ‘a modo’ del alcalde, que sólo van a levantar la mano. El presidente municipal no nos ha atendido en dos años, está en la postura de que él no es responsable del accidente y no quiere ensuciarse”, sostuvo Santos.
Adelantó que un grupo de familiares de los fallecidos y víctimas del accidente solicitarán formalmente, ante el Congreso y el Cabildo, la destitución del secretario del Ayuntamiento, Santiago de las Casas, debido a que no da respuesta a ninguna propuesta ni solicitud de las que han planteado.
“Si un médico en la calle ve a una persona atropellada no puede negarse a atenderla bajo el argumento que él no la atropelló, es su obligación ver que necesita porque él tiene el poder de hacerlo. Aquí es lo mismo; nadie dice que los funcionarios son los responsables de lo ocurrido, pero no quieren hacer nada por cuestiones estrictamente políticas”, explicó.
Octavio: los médicos me dieron por muerto. La familia Díaz Romero llegó a la presa El Rejón aquella tarde con la intención de ver el espectáculo aéreo, como lo hacían cada año. Al ver que faltaban dos horas para los vuelos de exhibición aprovecharon para acercarse al foro de las “trocas monstruo”, sin imaginar la tragedia que estaba por ocurrir.
“Ese día casi muero, pero le puedo decir que Dios me bendijo. Mi esposa, mi hija y mi sobrina estaban conmigo, pero decidieron ir al sanitario, apenas se habían retirado y pasó todo. Sólo a mí, de otra forma habríamos sido los cuatro”, refiere Octavio, quien en ese momento era director nacional de una importante compañía, cargo que perdió a raíz del accidente.
“Vi claramente cuando el chofer se pegó en la cabeza y salió volando su casco, venía inconsciente hacía donde yo estaba, quise correr pero no pude, había demasiada gente. De pronto la camioneta me atropelló con dos ruedas”, recuerda el hombre.
Como resultado del percance con los “autos monstruo” se le fracturaron 11 costillas, el fémur, la clavícula, prácticamente todos los huesos de un brazo, se le hundió el esternón, uno de sus pulmones estalló, el otro se colapsó, el hígado fue perforado y se le reventó la vena aorta.
“Los médicos no me querían operar, pensaban que si entraba a quirófano me iba a morir, me habían desahuciado y esperaban mi muerte en cualquier momento, pero duré tres semanas internado en terapia intensiva”, dice.
Duró más de un año en silla de ruedas soportando intensos dolores, luego utilizó un andador para dar sus primeros pasos, y ahora comienza a usar un bastón. Acude diariamente a terapia física, y cualquier cambio de clima lo resiente.
“Perdí mi trabajo, mi hijo me ayuda pagando la renta de la casa y los gastos. Hemos podido salir adelante, pero hay otros de los sobrevivientes que han pasado por problemas económicos muy fuertes y el gobierno municipal, lejos de atenderlos, los humilla haciéndoles estudios socioeconómicos para ver si califican para recibir apoyos, es una burla”, cuenta el padre de familia.
Perla: un presentimiento salvó a sus hijos. “Mi hija no iba a ir al Aeroshow, sólo su hermanito y yo, a ella no le llaman la atención esas cosas y se quedaría con sus abuelos. Cuando ya nos veníamos me alcanzó y me dijo que cambió de opinión, que iba con nosotros. Le pregunte ¿por qué?, y me dijo que yo la iba a necesitar, que ella tenía que cuidar a su hermano”.
A dos años de la tragedia, Perla y sus hijos tienen pesadillas constantes, les atemoriza el ruido de los motores y no pueden sacar de sus mentes las imágenes de sangre, cuerpos aplastados, niños muertos y adultos gritando desesperados.
Con 30 años, madre soltera, Perla lamenta que por haber durado meses en rehabilitación su negocio de ropa se haya ido a la quiebra, y con ello el sustento de la familia.
“Cuando la camioneta se vino encima la niña tomó a su hermano en brazos y salió corriendo, los dos se salvaron, ella lo salvó. El presentimiento que tuvo fue cierto. A mí me atropelló una llanta y me destrozó la espalda”.
Perla recuerda que tirada en el piso sintió que iba a morir.
“Di el que creí que era mi último aliento, recordé la cara de mis niños riendo cuando conocieron el mar y le dije a Dios: ‘No me lleves, les hago falta’ y en ese momento me volvieron las fuerzas, me levanté y me puse a buscarlos entre polvo, gritos y sangre”.
Los dolores no la han dejado en estos 24 meses, su padre es quien ha visto por ella y sus pequeños. “Estamos en el proceso de estabilizarnos, emocional y económicamente. Todo va a salir bien”, afirma sonriente.
Un solo responsable. “No fue mi intención, todo fue un accidente donde hubo mala organización, pero solamente a mí me han cargado la mano”, declaró hace unos días exasperado Francisco Velázquez, el conductor de la camioneta, y quien actualmente cumple una sentencia de cinco años de prisión por los cargos de homicidio imprudencial y lesiones.
De los cinco acusados penalmente por lo ocurrido, Velázquez es el único que ha enfrentado cárcel, los otros señalados son dos funcionaros públicos y los socios de la empresa que montó el espectáculo, contratada por el municipio, pero todos enfrentan el proceso en libertad y no se ha dictado sentencia en su contra.
En el Congreso del estado se abrió un proceso de tipo administrativo en contra del ex alcalde Marco Adán Quezada, quien sostiene que hay un grupo de legisladores que pretende inhabilitarlo para desempeñar un cargo público pero por cuestiones políticas, no porque tenga responsabilidad en el accidente que organizó su administración.
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