Francisco Goldman comenzó El circuito interior como un simple texto en el que quería explorar su relación de escritor extranjero con la ciudad de México; lo que devino fue un libro escrito desde el alma  que indaga en las profundidades de esta capital que ha visto  elecciones cuestionadas, movimientos como el Yosoy132 o  desapariciones de jóvenes como en el “Caso Heaven”, que Goldman concibe como la antesala de lo sucedido con los normalistas de Ayotzinapa.
Su ambición era salir del hoyo de la depresión y el dolor. Cinco años antes, su joven esposa, la escritora Aura Estrada, había muerto cuando apenas cumplían dos años de casados; la pérdida lo sumió en el alcohol, la soledad y la idea de la muerte. Decidió entonces que quería reaprender a manejar en esta ciudad y entonces tomó la Guía Roji, como un I Ching, el oráculo chino de las mutaciones.

El escritor estadounidense arrancó esta historia de su relación con México a partir del reto de volver a manejar automóvil. “Yo siempre he tenido mucho miedo de manejar en esta ciudad, uno se pierde. Lo pensé como un rito, una manera de honrar a Aura, que era súper chilanga, aquí murió, aquí están sus cenizas; eso me vinculó a esta ciudad de manera eterna”, señala el narrador que asumió el deseo de manejar como una metáfora de el esfuerzo  de terminar con el duelo y cerrar ese capítulo tan cerca de la muerte.

“Aura amaba la escritura experimental, los juegos, el espíritu filosófico y juguetón de Borges, el I Ching, todos los juegos de destino y azar, entonces pensé en convertir mi esfuerzo de manejar en la ciudad en un juego literario estilo Aura, y entonces decidí usar el Guía Roji como un I Ching, cerrar mis ojos, abrirlo en cualquier página, poner mi dedo ahí e intentar llegar a  ese punto”, relata Goldman.

El autor de otras historias como El arte del asesinato político. ¿Quién mato al obispo Gerardi?  y  Di su nombre afirma que esto iba a ser sólo un artículo para  una colección de crónicas, que se sumaría a las ya  publicadas sobre Argentina y Chile, pero fue creciendo y terminó como  un libro.

“Ese verano de 2012 terminó siendo muy importante en mi vida, toqué fondo y renací a mi juego de conducir el auto; representa una salida de ese estado ensimismado, tan hermético, que es el duelo. Era ver la ciudad con nuevos ojos, explorarla, intentar entender qué está pasando aquí. Era un verano muy importante con las elecciones, el  Yosoy132, un verano que apuntaba hacia el futuro”, asegura.

Con esa vocación se adentró en las profundidades de la ciudad, del verano de 2012 al  verano de 2013. Su conclusión al final de esa temporada es que esta ciudad ha cambiado al igual que el escenario político, “el PRD ya no es el PRD de Cuauhtémoc Cárdenas hasta Ebrard, que te lleva directo al caso Heaven, el caso Heaven es una cosa casi profética de lo que iba a pasar en este país; incluso hay vínculos concretos entre el Caso Heaven e Iguala. Entonces decidí hacer una crónica del verano de 2013, que también era muy personal”.

Como quería explorar esta ciudad desde la pérdida violenta, el caso Heaven le ayudó mucho a Goldman, pues lo que quería era acercarse a esa realidad, no desde el lado político sino desde el  emocional.  “Hay un deseo de ayudar aunque es inútil, quizás lo único que puedes es escuchar y ser testigo. Y eso es lo que une a las dos partes del libro, yo estoy saliendo del duelo en esta ciudad, esta ciudad es la razón por la que salí, esta es una ciudad vibrante, tiene una gran fuerza de vida, entró a mi sangre, pero también suceden cosas tremendas”.

En el libro que ya tuvo una primera presentación hace unas semanas en la librería Gandhi Mauricio Achar, con los comentarios de Juan Villoro, y una segunda presentación el 9 de junio en una conversación del autor con Daniel Saldaña  en la cafebrería El Péndulo Roma, Goldman está muy cercano a su dolor y a los dolores de México. “Este libro está muy cerca de lo que estoy viviendo, narro lo que vivo, lo escribí muy rápido, pero también fue muy interesante cómo influyeron las lecturas, también es una ciudad literaria. Uno siempre está dando lecturas nuevas a la ciudad”.

El narrador y periodista recorrió la ciudad, se adentro a sus circuitos, ejes viales, avenidas y periféricos, entró a Tepito y salió de esa exploración queriendo a la ciudad de México y admirando  a su gente.

“Uno siente esa energía de trabajo, de salir adelante de cada chilango, cada día, algunos con mucho esfuerzo y peligro, uno lo siente en el aire, que aquí hay millones compartiendo este espacio relativamente pequeño. Una energía no sólo de hacer arte, sino de buscar soluciones a la vida cotidiana”, concluye Francisco Goldman.

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