Del precio único del libro y otras ficciones

Como uno de los propósitos de Año Nuevo, que pocos cumplen, es la Ley del Precio Único del Libro, promulgada desde 2008 y sin impacto real. Basta darse una vuelta por diferentes librerías de la Ciudad de México para darse cuenta de que el precio de un volumen lo siguen fijando las mismas cadenas, con ventaja para las que en el argot de los libreros son llamadas “grandes superficies”. Claro, si en el recuento de precios entra el sector informal, la cosa cambia, porque no pocos vendedores ofrecen, en el mismo puesto, la versión pirata y la genuina de ciertas novedades literarias. ¿Un tip? En el Eje Central se consigue de todo en versión apócrifa, incluso el Código Penal de la Ciudad de México.

Festejo de madres

En el INBA saben cómo consentir a sus grupos artísticos, sindicalizados muchos de ellos, dicho sea de paso. Que el Palacio de Bellas Artes cumplió años, fiestecita para celebrar en pleno escenario; que es el Día de las Madres, pachanga con el Mariachi de Cutberto Pérez. Qué maravilla que los artistas tengan hartas razones para bailar y para cantar jubilosos. Ojalá que las celebraciones sean en horario de trabajo, porque si sumamos las horas extra, los bailados serán los contribuyentes.

El Museo Maya se desmaya

El esplendor del Gran Museo del Mundo Maya parece ir en declive. Inaugurado con bombo y platillo por la ex gobernadora Ivonne Ortega en 2012, año en que los mayas se convirtieron en un fenómeno mundial, el proyecto ha resultado un fracaso, nos comentan. Los ingresos anuales que genera por concepto de taquilla y eventos, aseguran, son menos de lo que gasta. Las cosas no pintaron bien desde el principio: su costo original de 410 millones de pesos pasó a casi 800 millones y, al ser construido bajo el esquema de Proyectos para la Prestación de Servicios, el proyecto se planeó para ser pagado en los próximos 20 años.

Y mientras parece que las arcas del museo se hunden más rápido que las profecías de quienes confundieron los códices mayas con un libro de Jaime Maussan, la administración de dicho recinto está sumida en la importantísima tarea de hacer respetar a los visitantes una orden un tanto kafkiana: prohibido subir o bajar la larga y lenta escalera eléctrica caminando. La medida, nos cuenta un turista incrédulo, es porque, según los guardias, “se dañan los sensores”. A falta de rigor presupuestal, los administradores parecen no carecer de imaginación.

Aún gatean en la FILEY, pero ya quieren hacer solitos

A principios del año, un editor del Estado de México aseguró que la Feria Internacional de la Lectura de Yucatán (FILEY) ocupaba ya el tercer lugar de las ferias que se realizan en México. Aunque eso habrá que analizarlo, el rector de la Universidad Autónoma de Yucatán, José de Jesús Williams, parece habérselo tomado a pie juntillas pues el pasado lunes no renovó el convenio con la asociación civil Leer por Placer, que desde 2012 y hasta 2016 tuvo a su cargo la organización del encuentro literario. Quizá el médico veterinario y zootecnista, especializado en salud animal, evalúo que el proyecto está consolidado y ya no necesita de la participación de la asociación civil que preside el promotor cultural Rafael Morcilla, quien además era el principal motivador del encuentro y gestor de los recursos.

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