Es el invierno del noveno año de Warren Buffett. Afuera en el patio, él y su hermana pequeña, Bertie, están jugando en la nieve. Warren está atrapando copos de nieve. Primero, uno a la vez; luego, los recoge a montones. Empieza a juntarlos todos en una bola. La bola de nieve comienza a crecer cada vez más grande. La coloca en el suelo.

Poco a poco la empieza a rodar. Le da un empujón y recoge más. Empuja la bola de nieve a través del césped acumulando más nieve. Pronto, llega al límite del patio y después de vacilar por un momento, hace rodar la bola por el barrio. Y a partir de ahí, Warren sigue adelante.

Éste es el inicio de The Snowball: Warren Buffett and the Business of Life, el único libro que más allá de detallar la estrategia de inversión del tercer multimillonario del mundo, describe cómo a lo largo de los años se fue forjando y cultivando esa personalidad e inteligencia que le llevarían a ser quizá el inversionista más reconocido de la historia.

La historia del tercer multimillonario del mundo comienza cuando de niño comenzaba a juntar dólares uno a uno como copos de nieve, para después convertirlos en una fortuna valuada en casi 61 mil millones de dólares, de acuerdo con la lista de multimillonarios de Forbes.

Si rascáramos en la memoria de algún asistente a los juegos de futbol de la Universidad de Omaha, Nebraska, que se celebraban en 1940, quizá podríamos encontrar a un Warren de 10 años gritando “¡Cacahuates, palomitas, cinco centavos, cinco centavos, compre sus cacahuates y palomitas aquí!” Buffett es un multimillonario que empezó prácticamente desde cero y desde niño. Vendiendo chicles de puerta en puerta cuando tenía seis años y comprando sus primeras acciones a la edad de 11; construyendo años después un imperio que hoy tiene una fuerte participación en una variedad de empresas que van desde Coca Cola, IBM, hasta Procter and Gamble, Kraft Heinz, American Express y Wells Fargo.

Su mayor inversión. Probablemente la mejor inversión de Buffett haya sido la compra del legendario libro de Benjamin Graham, El inversor inteligente en 1949. Buffett solía ser un buscador incansable de libros sobre inversiones, pero cuando leyó a Graham, “fue casi como si hubiera encontrado a Dios”, explica Truman Wood, su compañero de casa en ese entonces (a la postre su cuñado al casarse con su hermana Doris) a Alice Schroeder, la única persona a la que Buffett le ha confiado una biografía suya.

El propio Buffett cuenta en el prefacio de la cuarta edición que leyó El inversor inteligente a principios de 1950 cuando tenía 19 años y pensó que era “el mejor libro sobre inversión que se había escrito en toda la historia”. Más de 50 años después, sigue pensando lo mismo.

Él, uno de los mayores inversionistas en la historia, enuncia aquí una frase que puede englobar su premisa de inversión en bolsa más exitosa: “Para invertir con éxito durante toda la vida no es necesario un coeficiente intelectual estratosférico, un conocimiento empresarial extraordinario ni información privilegiada. Lo que hace falta es una infraestructura intelectual que permita adoptar decisiones y la capacidad de evitar que las emociones deterioren esa infraestructura”. Es decir, que para invertir más que inteligencia, necesita “disciplina emocional”.

“Cuanto más sea irracional el comportamiento del mercado, más oportunidades tendrá el inversor que se comporte de manera profesional”, sostiene el multimillonario. La tesis que retomó de Graham y que posteriormente el multimillonario explicó en el prefacio de la cuarta edición de El inversor inteligente es que es necesario beneficiarse de la irracionalidad de los mercados y dejar de ser víctima de ésta.

Esta lectura ejerció un cambio en su vida. Después de conocer que Graham impartía clases en la Universidad de Columbia, junto con David Dodd, un decano asociado de la Graduate School of Business con el que había escrito Security Analysis, una versión más especializada de El inversor inteligente, Warren estaba decidido a ir a Columbia.

Y después de una carta de motivos muy poco “convencional” y más personal que profesional y enviada a un escaso mes de que iniciaran las clases, su solicitud llegó al escritorio de Dodd. Y así fue como Buffett fue aceptado en Columbia, explica sobre este proceso Alice Schroeder.

Él mismo asegura que Ben fue más que su profesor o cualquier autor, sino que reconoce que además de su padre, Graham es una de las personas que más ha influido en su vida: “Para mí Ben era mi profesor, mi empresario y mi amigo. En cada una de esas facetas, al igual que con todos sus estudiantes, empleados y amigos, hizo gala de una generosidad absoluta, sin fin”.

Su acción, su reflejo. La decisión que ha sostenido con respecto a la acción de Berkshire Hathaway (BRK.A:NYSE) durante estos años confirma su estrategia de inversión a largo plazo. Empezó a venderse en 7.50 dólares pero hoy, convertirse en inversionista del tercer multimillonario del orbe vale 211 mil 140.50 dólares.

Suena a una cifra estratosférica pero Buffett se ha negado a hacer split —dividir el precio de la acción para hacerla más accesible a los inversionistas— debido a que esto incentiva la compra y venta de su acción a largo plazo (evita a los especuladores), lo que atrae al mismo tipo de inversionistas que él, con un horizonte a largo plazo y con una estrategia clara de inversión, explica Investopedia, el sitio de educación financiera más grande en el mundo —empresa que cotiza en la bolsa— el cual también se ha dedicado durante varios años a darle seguimiento a los pasos de Buffett. Una razón potencial por la cual no ha dividido las acciones clase A, según especula este sitio, es porque le da cierta satisfacción que la acción de Berkshire Hathaway sea, por mucho, la más cara del mundo. Existen acciones también de clase B, las cuales sí han sufrido split, pero no las principales.

El atraer a inversionistas a largo plazo durante estos 50 años ha convertido a Buffett en el maestro de ceremonias de la que ha sido llamada un “Woodstock para capitalistas”, la reunión anual de inversionistas de Berkshire Hathaway, celebrada año con año durante un fin de semana entero y en la que el “Oráculo de Omaha”, como ha sido llamado, —y su mano derecha, Charlie Munger— se reúne en un estadio con todo aquel que tiene al menos una acción de su emporio para explicar el desempeño de la sociedad.

El hombre de negocios. Se han escrito muchos libros de Buffet, el inversionista, pero de un tema que no se habla tanto es de Buffett como hombre de negocios, como comprador y director de compañías, señala Carol Loomis, editora de negocios de la revista Fortune desde hace más de 50 años, una de sus mejores amigas, accionista de Berkshire Hathaway, y quizá la persona que ha escrito más de él y que sobre todo, la que lo ha seguido desde antes de que “Buffett se convirtiera en Buffett”.

En Tap Dancing to Work (algo así como “Bailando tap hacia el trabajo”) —una compilación de más de 80 artículos escritos por ella, otros periodistas de negocios y el propio Buffett— Loomis describe de manera muy clara el desempeño de Buffett en los negocios: En 1987, como inversionista generó 249 millones de dólares y como hombre de negocios generó, del grupo de empresas que conformaban Berkshire, 215 millones de ganancias operativas después de impuestos, que significó más de la utilidad del Dow Jones o Pillsbbury o Corning Glass Works.

El vehículo a través del cual puede hacer todo esto Buffett, explica Loomis, es Berkshire, la cual posee un set de varios negocios grandes que el millonario ha comprado uno a uno. Berkshire Hathaway es una sociedad que le permite tener acciones de otras compañías para formar un corporativo. A través de sus subsidiarias, tiene participación en negocios tan diversos como el asegurador, el transporte de mercancías por ferrocarril, finanzas, manufactura y ventas a menudeo, entre otros.

“Sería más sencillo enlistar los sectores de la industria en los que Berkshire Hathaway no tiene ganancias enormes. ¿Trenes? Difícil. BNSF Railway, la segunda línea de carga en Norteamérica, es completamente de una subsidiaria de Berkshire. ¿Seguros? GEICO, la número dos en su ramo, está también bajo el control completo de Berkshire Hathaway. También Fruit of the Loom (bajo el control de Buffett también) vende más ropa interior masculina en todo Estados Unidos que nadie”, explica Investopedia.

La empresa originalmente fue fundada en el siglo XIX y tiene sus orígenes en dos empresas textiles, Berkshire Fine Spinning Associates y Hathaway Manufacturing Co., las cuales se fusionaron en 1955.

En 1967, Buffett hizo de Berkshire Hathaway un conglomerado. Entró al mundo de los seguros —una industria que desde joven le había interesado— al comprar National Indemnity. “Como máquina que no se detiene, él quería saberlo todo del negocio de los seguros”, cuenta Alice Schroeder. Revisó libros en la biblioteca para entender la estrategia de Jack Ringwalt, fundador de National Indemnity, la cual consistía en asegurar a los clientes más difíciles.

La estrategia de Buffett puede describirse así: “Él compra compañías a un bajo precio, realiza mejoras a través de la dirección u otros aspectos con lo cual hace un cambio a largo plazo en el precio de sus acciones. Se busca empresas que entiende y se mantiene muy simple. Muchos lo han criticado por evitar empresas de tecnología y otras industrias, pero por apegarse a lo que él sabe, ha sido capaz de concretar rendimientos sorprendentes”, según explica Robert Farrington, especialista en finanzas personales, el cual ha escrito varios textos sobre el empresario.

Al comprar, Warren dista de fijarse sólo en el valor o en la rentabilidad de las empresas que escoge. “Después de haber cometido algunos errores, aprendí a entrar en nuevos negocios sólo con personas que me gusten, que admire y en quienes confíe”, asegura el Óráculo de Omaha, según cuenta James O’Loughlin, el cual escribió Warren Buffett. Cómo invertir para generar riqueza, con información del propio Buffett.

El multimillonario sólo se asocia con ejecutivos que le “encantaría tener como hermanos, familiares políticos o administradores de confianza”. Los contratos de compra que el multimillonario prepara —en su oficina, sin computadora, y la cual ha permanecido casi igual durante años— están basados en la confianza y el proceso de selección es también una prueba para los ejecutivos, describe O’Loughlin.

Al empresario se le conoce por una cierta frugalidad. Vive en la misma casa que compró en Omaha, Nebraska, la cual adquirió por 31 mil 500 dólares en 1958, de acuerdo con la biografía que Forbes le dedica. Quizá en consonancia con esta frugalidad, él piensa que no toda su fortuna va a dejársela a sus tres hijos.

Su primera esposa, Sussie, murió de un derrame cerebral en 2004 y le dejó a cada uno de sus hijos 10 millones. En los 80, Buffett reescribió su testamento y decidió dejarle a cada uno 15 millones, lo cual suma 75 millones.

“Su fortuna está valuada en 50 mil millones. Obviamente, él todavía piensa que no, no todo se lo debes dejar a los hijos”, explica su amiga Carol Loomis. Siempre dijo que su dinero se iría a la filantropía pero en 2006, Buffett anunció el cómo. Gradualmente le daría su fortuna a cinco fundaciones —tres de las cuales están dirigidas por sus hijos— y la que más recibiría sería la Fundación de Bill y Melinda Gates, de los cuales, Buffett es amigo desde 1991.

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