México sufre de una crisis de confianza en las instituciones que obstaculiza su desarrollo, ya que esta carencia se traduce en la generación de más leyes y normas, “candados” o mecanismos de control, los cuales, lejos de promover una economía más dinámica, un mercado laboral más flexible y un estado más amigable, generan un círculo vicioso que provoca más corrupción.

En las últimas semanas nos ha llegado una nueva ola de noticias internacionales sobre corrupción flagrante en el sector privado y en el sector público, entre ellos destacan los casos de FIFA, de Petrobras y de la crisis presidencial en Guatemala, sin mencionar los más recientes casos nacionales.

Lamentablemente, estos confirman que la corrupción es un problema global que disminuye el crecimiento económico y obstaculiza la construcción de una sociedad más equitativa, más prospera y más sustentable.

Tan grande es el impacto de este fenómeno que el Pacto Mundial de la ONU (Global Compact), la más grande incitativa internacional de responsabilidad social empresarial, ha incluido entre sus 10 principios el combate a la corrupción. Seguramente, las más recientes iniciativas políticas y legislativas, como la nueva ley de transparencia en México y fuertes voces a favor de un gobierno abierto, expresados por varios presidentes en el Foro Mundial Económico América Latina y en la cumbre del Consejo Empresarial de América Latina celebrados recientemente, son un signo de esperanza.

Mientras tanto, todos necesitamos hacer más. En particular, necesitamos generar una cultura de integridad y crear un consenso social, porque la integridad es más ventajosa para todos que la corrupción.

Un ejemplo de ello podría ser el futbol. ¿Cuál es el secreto de las mejores ligas del futbol? ¿Qué hace bello a un partido de futbol? Yo diría que el éxito de este deporte está en la combinación de los siguientes factores: (1) profesionalismo y autodisciplina de los jugadores y otras personas involucradas, (2) reglas claras y eficaces del juego, (3) la meritocracia y la inclusión social, y (4) un arbitraje imparcial, que garantizan “el Estado de derecho” en el campo de juego. La combinación de estos factores se llama cultura de integridad. Con ello se crea un círculo virtuoso de un gran deporte, el cual genera valor económico, social, moral y hasta estético.

Esta lógica aplica en la vida política, social y económica de cualquier país. El ejemplo del futbol nos hace ver que la cultura de integridad es una pieza clave para el desarrollo exitoso de las economías. Podríamos incluso decir que la integridad es como la famosa “mano invisible” de Adam Smith; gracias a ella se crea un orden espontáneo que favorece la paz y la prosperidad para todos.

En este sentido, el IPADE, a través de su Centro de Estudios para la Gobernabilidad Institucional (CEGI) y en colaboración con el Centro para la Empresa Privada Internacional (CIPE), está realizando un proyecto de investigación y capacitación para las empresas mexicanas cuyo objetivo es fortalecer buenas prácticas de gobierno corporativo y de cultura de integridad para una economía siempre más exitosa, inclusiva y sustentable.

Al mismo tiempo, el combate a la corrupción necesita un acuerdo transversal entre el sector público, el privado y el social para que la cultura de integridad se vuelva una ventaja competitiva y el fundamento de la vida pública y privada. Por lo tanto, el CEGI y el CIPE están haciendo esfuerzos concretos para generar consenso en todos los sectores y tener una agenda compartida sobre la promoción de la cultura de la integridad.

* Director adjunto del Centro de Estudios para la Gobernabilidad Institucional (CEGI) de IPADE Business School y profesor de Entorno Político y Social de la misma institución

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