A lo largo de muchas horas intensas, dramáticas, la audiencia permaneció en vilo. La vida de una pequeña, entre escombros de lo que fue su escuela, pendía de un hilo. Los datos que saltaban a cuenta gotas fueron permitiendo armar el rompecabezas: se llamaba Frida Sofía, tenía doce años y muy próximos a ella habría dos cuerpos más, pero la pequeña ignoraba si estaban vivos.

Según refiere Javier Tejado Dondé en estas mismas páginas, la primera mención de una pequeña atrapada se dio el 20 de septiembre a las 2:27 en el portal de Crónica, era una nota firmada por Daniel Blancas. En seguida la nota fue replicada; muchos medios mantenían a sus lectores expectantes. Poco a poco la imaginación permitía construir la imagen de la chiquita angustiada, sedienta, aferrada a la vida.

Sin descanso, la reportera de Televisa Danielle Dithurbide, desde el patio de la escuela caída, hacía la narrativa. El almirante José Luis Vergara coordinaba las acciones en ese frente.

Transcurrían penosamente las horas. Cada minuto aumentaba el riesgo de muerte y se iban hilvanando historias paralelas no obstante, dato sorprendente, no acudían a preguntar sobre su pequeña los padres de la menor.

Pero el jueves acudió al colegio el almirante Ángel Enrique Sarmiento, subsecretario de Marina y derrumbó el mito. No había una pequeña entre las ruinas, de hecho, no faltaba ningún alumno en el recuento oficial de la escuela. Frida Sofía no existía. Negaba también que la información hubiera salido de la Marina; en esto estaba equivocado.

¿Qué diablos ocurrió? Las redes sociales, en su mayoría críticas al poder y a Televisa, se dieron vuelo. La “villana favorita” había hecho otra de las suyas. El mismo jueves por la tarde, desde los estudios de Televisa, Carlos Loret y Denise Maerker, enlazados con Danielle, ofrecían sus razones. No eran sólo sus palabras contra las del subsecretario Sarmiento, tenían documentada la cronología de la historia y el papel del almirante Vergara, él había sido la fuente para saber sobre una pequeña atrapada. La indignación de Televisa se dirigía a la Secretaría de Marina.

La reconstrucción de los hechos parece mostrar que todo empezó con el reporte de un rescatista o coordinador de rescatistas que dio esa información al almirante Vergara, le dijo que había una pequeña atrapada, quizás fue el mismo quien dijo que la menor se llamaba Frida Sofía.

Del rescatista al almirante, del almirante a la reportera, de la reportera a la audiencia de Televisa y de allí a otros medios que se colgaron de una noticia sin tomarse la molestia de verificarla —lo que tampoco hizo Televisa, que tenía la exclusiva—. Don Raiting imponiendo su lógica. El dramatismo parecía responder a una lógica comercial, no periodística, menos aún de responsabilidad social.

Tras la crisis informativa, el subsecretario Sarmiento ofreció disculpas y aseguró lo que verdaderamente importa, que los marinos seguirán buscando y tratando de rescatar a quien se encuentre atrapado. Como ha ocurrido en otros desastres, resulta encomiable el patriotismo y la entrega de nuestros soldados y de integrantes de la Policía Federal, a las que se suman la generosidad y valentía de miles de ciudadanos, principalmente los jóvenes.

Posdata. La desgracia ha llevado a los sectores más activos de la sociedad a exigir, otra vez, que se reduzcan las prerrogativas a los partidos políticos y se canalicen hacia la reconstrucción. Los dirigentes partidistas han leído el humor colectivo y han respondido con diversas iniciativas, la más extrema, del PRI: eliminar el financiamiento público a los partidos.

En vez de ocurrencias para las graderías, es momento para analizar con sentido de urgencia pero sin apresuramiento, distintas propuestas que desde la academia y las organizaciones de la sociedad civil se han hecho en los años recientes y que a un tiempo, llevarían a reducir los montos excesivos de las elecciones y cuidarían los impactos sobre la representatividad y la consistencia democrática. Reducir, por ejemplo, pero no eliminar, a los legisladores de representación proporcional; disminuir, pero no eliminar, las prerrogativas para los partidos.

Pero el tema tiene que ir más allá: en nuestro país el gasto público se caracteriza por el dispendio y la corrupción. Es imperativo racionalizar el gasto público, no como una reacción ante la coyuntura, sino como un cambio a fondo, estructural; rediseñar los presupuestos pero, sobre todo, las prácticas de nuestra clase gobernante cuyos privilegios son inmorales. Si la tragedia sirviera para eso, habría al menos dejado algo bueno.

Presidente de Grupo Consultor Interdisciplinario.
@alfonsozarate

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