Se impuso el corazón. El Gran Elector se decidió por su compañera de luchas, la del compromiso social y lealtad a toda prueba; a quien le ha encargado las tareas más complejas y las ha sacado adelante; la que se comporta con discreción y recato… Sólo que en esa decisión no estuvo ausente el cálculo político. Andrés Manuel decidió arrumbar —o poner a prueba, aún no está claro— al aliado que ha enseñado el cobre y que, de ganar el gobierno de la Ciudad de México —sobre todo si López Obrador no llega a la meta—, jugaría para sí: del Zócalo capitalino a la Presidencia de la República en 2024. ¿A poco no?

¡Pero qué manera de hacer las cosas! El “modito” solían decir nuestras abuelas. En esa propensión a ponerse zancadillas, López Obrador inventó una consulta inverosímil para ocultar su dedo; un “sondeo de opinión” cuyos autores, metodología, cuestionario y población objetivo permanecen ocultos o casi. Pudo haber convocado una consulta real y acatar su resultado, pero la honestidad valiente no da para tanto; o pudo haber llamado a los tres aspirantes (el cuarto iba de relleno) y haberles compartido su decisión, explicándoles por qué era lo mejor para Morena y para la Ciudad. Conforme a los usos del partido, no habría habido pataleo.

¿Por qué, entonces, hablar de una encuesta a mil 399 fantasmas que no convence a nadie? Y lo otro, ¿por qué mandar al puntero, Ricardo Monreal, al tercer lugar? Eso sí cala. ¿De eso se trataba? ¿De hacerle ver que su protagonismo le incomoda? ¿Que en el Olimpo de Morena sólo hay espacio para uno y ya está ocupado?

No fueron solamente las dudas sobre el proceso y lo burdo del engaño. Para darle la vuelta a la ley que prohíbe realizar actos fuera de temporada electoral, Claudia Sheinbaum no resultó la candidata sino, simplemente, la “coordinadora de organización territorial”.

Si no ocurre un desastre, Sheinbaum será la próxima jefa de Gobierno de la capital. Lástima de los usos, porque tiene todo —conocimiento, inteligencia, sensibilidad— para convertirse en la gobernante que le urge a esta Ciudad.

El zacatecano es un hombre de poder con un colmillo retorcido. Abandonó el PRI cuando, ignorando sus sólidas bases en el estado, su partido lo marginó. Lo cobijó Andrés Manuel. Está tan imbuido de López Obrador que, sin percatarse siquiera, repite frases que están patentadas por el tabasqueño, como la de “no soy un ambicioso vulgar”, o esa en la que advierte: “vamos a hacer lo que la gente quiera” (nótese el plural, como lo acostumbra quien aún es su jefe). Pero Monreal no tiene un sólido capital político en la Ciudad de México, quizás lo contrario. De hecho, su elección como jefe delegacional en Cuauhtémoc, como la de los otros candidatos de Morena, se debió a la marca López Obrador.

Por otra parte, en los dos años de su gestión como jefe delegacional se han revelado manejos censurables. La organización Mexicanos Unidos contra la Corrupción y la Impunidad investigó el otorgamiento de contratos a empresas zacatecanas de amigos de su hija. Y hace no mucho, en septiembre de 2016, su director Jurídico y de Gobierno fue detenido por agentes de la Procuraduría General de Justicia capitalina en posesión de 600 mil pesos en efectivo “cuyo origen no pudo acreditar”; situación que fue “justificada” por las autoridades capitalinas, pero no convenció a quienes conocen las prácticas a ras de suelo de funcionarios delegacionales corruptos. A esto se agregan obras sin sentido, mal planeadas y mal ejecutadas, que lastiman a los vecinos. No hay nada en la gestión de Monreal que muestre una visión lúcida del desarrollo que reclama la urbe.

¿Qué va a ocurrir con Monreal? Una posibilidad es que se mantenga en Morena, lo que se explicaría por la ley del garrote y la zanahoria. La zanahoria está en la posibilidad de integrarse al gabinete presidencial a partir de diciembre de 2018; el garrote, en las investigaciones que podría emprender la administración de Sheinbaum —Contraloría o la procuraduría local— para castigar la “osadía” de confrontar al tlatoani.

Tampoco sorprendería, sin embargo, que repitiera el monrealazo. Sus oscuros mensajes podrían anticipar la ruptura. Por lo pronto está dejándose querer y deshojando la margarita. Muchas veces le preguntaron si abandonaría Morena en caso de no ganar la candidatura y siempre respondió que no. Juró y perjuró que su lugar está con Andrés Manuel. Ahora ya no es tan claro. ¿Dará otro salto? Pasó del PRI al PRD, del PRD al PT, del PT a Convergencia y de allí a Morena. ¿A dónde se irá que más valga?

Presidente de Grupo Consultor Interdisciplinario
 @alfonsozarate

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