En la vorágine de las campañas electorales no puede ser mejor noticia para la seguridad ciudadana de la Ciudad de México, que la captura de Eduardo “N”, alias “el Chori”, cabeza visible de la Unión Tepito, la organización criminal más poderosa de la capital del país.

Con esta captura la Fiscalía General de Justicia y la Secretaría de Seguridad Ciudadana demostraron capacidades reales de coordinación interinstitucional y las capacidades de inteligencia policial que tienen ambas instituciones, al mismo nivel que la inteligencia militar y la inteligencia naval, por la observación, vigilancia y seguimiento (OVISE) que se hizo del objetivo prioritario y la precisión quirúrgica con la que se ejecutó la orden de aprehensión.

La labor de inteligencia policial no es una actividad de un solo hombre es una labor colectiva, de equipos de trabajo, en la que se integran cuadros con diferentes perfiles y funciones, para realizar trabajo de gabinete y de campo, con el propósito de obtener inteligencia operable, es decir, aquella información de alto valor que ya está corroborada para que el mando pueda tomar la decisión de autorizar y dar luz verde al operativo de que se trate, en el caso, la captura de un importante capo.

La infiltración de un agente de inteligencia dentro de una organización criminal es una forma de obtener inteligencia operable. Pero este tipo de operaciones encubiertas requieren de una inversión muy considerable de tiempo y son por lo general complejas y en extremo arriesgadas. Además de que la infiltración presenta dificultades casi insalvables por ser las organizaciones criminales herméticas, monolíticas y homogéneas, con pocas o nulas oportunidades de ser penetradas.

Frente a la dificultad de obtener información sensible que aporte elementos que permitan combatir a las organizaciones criminales, los tomadores de decisiones saben que tienen la posibilidad de ofrecer al Chori los beneficios de los testigos colaboradores, en términos del artículo 35 bis, párrafo tercero, de la Ley Federal contra la Delincuencia Organizada, a cambio de información que permita la detención de otros integrantes de la misma jerarquía y nivel.

Sin embargo, existe  otro tipo de información que puede aportar el Chori que puede resultar igual o más valiosa para debilitar a la Unión Tepito, relacionada con saber: quiénes integran su brazo político (redes de corrupción); su brazo económico (lavado de dinero); su brazo judicial (impunidad); los líderes detrás del brazo social (transferencia de lealtades); sus casas de seguridad (brazo logístico); en donde guardan sus armas (brazo armado); que mercados criminales controlan; sus contactos con otras organizaciones criminales (alianzas por conveniencia); quienes son sus principales enemigos (guerras) y donde operan (territorios); que delitos han cometido (solucionar carpetas de investigación); y que delitos están planeando y pretende cometer la organización (prevención del delito), toda una información nada despreciable.

En esta lógica, la captura de un capo como el Chori tiene una dimensión estratégica pues no solo golpea y debilita sino puede llegar a desarticular a la Unión Tepito, por el valor cualitativo de la información que proporciona un integrante de una organización criminal con una posición relevante dentro de la jerarquía de la organización, pero no podemos echar las campas al vuelo.

La captura de un capo nunca deja un vacío de poder porque las organizaciones criminales cuentan con una cúpula de sustitución con capacidades de relevo, ya que los intereses económicos que sostienen a las organizaciones criminales son tan grandes que es impensable no anticipar quién va en la línea de sucesión y así garantizar la existencia del grupo criminal y la continuidad de sus redituables actividades ilícitas.

Además, se debe considerar que el crimen organizado sabe el daño aplastante que para sus intereses criminales puede ocasionar la captura de la verdadera cabeza de la organización. Por eso, frente a la opinión pública, tienen alfiles y peones desechables que protegen al “hombre de atrás”, la sombra y mente maestra que realmente mueve los hilos invisibles y toma las decisiones importantes para el grupo criminal en los entresijos del escenario social.

Lo dijo el Chori después de su captura: “Me inventan mucho, no soy tanto”. Cierto, el Chori es un alfil en un tablero de ajedrez, la falta de demostraciones de fuerza (balaceras, intentos de rescate, vehículos quemados, bloqueos, ejecuciones de alto perfil, etc.) por parte de la Unión Tepito, una semana después de su captura lo indica y revela también que la cúpula de sustitución ya tomo sus primeras decisiones operativas: todos quietos y alertas, se refuerza la vigilancia en casas de seguridad, se mueven los principales activos (drogas, dinero, armas), se suspenden “jales”, en suma, se cierran filas por si el Chori empieza a “cantar”.

Capturar un capo es un logro importante, desarticular el sofisticado andamiaje de una organización criminal es un fin en sí mismo, que implica identificar una compleja madeja de personas, intereses y complicidades, que solo puede lograrse en el mediano y largo plazo y siempre que se cuente con mandos y agentes de inteligencia policial, con conocimientos especializados, capacidades técnicas, destrezas de campo y experiencia acumulada, comprometidos y leales a las instituciones del Estado y, como lo hemos visto, las instituciones de seguridad y procuración de justicia de la Ciudad de México los tiene.

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