Horas antes del atentado en Peralvillo, el padre de Alessandra Rojo de la Vega, candidata de la coalición Va por la CDMX recibió una llamada del número 55 6975 0830: “Le vamos a reventar la madre a tus princesas. Quédate atento a las instrucciones”.

Creyó que se trataba de una llamada de extorsión.

La noche del 11 de mayo Rojo de la Vega asistió a una reunión vecinal en el número 90 de la calle Libertad, en la colonia Peralvillo. Habían acudido unas 200 personas. Según recuerda, una mujer mayor se acercó a ella al final del encuentro.

Candidata  —le dijo.

Y le entregó un papel. “Lo guardé en el bolsillo de mi pantalón”, diría Rojo de la Vega más tarde.

Al abordar su camioneta se dirigió al Sanborns ubicado en Misterios. Se reunió ahí con su equipo y revisaron un documento, según dice, relacionado con supuestos actos de corrupción de la familia Monreal.

Eran cerca de las diez cuando ella y su chofer, Leonardo Gael, salieron del lugar. “Encontré el papel que me habían dado”, recuerda. Decía: “Necesito hablar contigo, ayúdame. Francisco Tamagno 159, urge”. Había también un número telefónico.

La candidata le dijo a su chofer:

“Dale para esta dirección”.

Explica: “No era la primera vez que hacía algo así. Desde hace seis años he sacado de casas a mujeres violentadas, mi activismo no es nuevo para nadie. He ayudado y acompañado a muchísimas mujeres que están en situaciones riesgosas”.

Lo que ocurrió ha quedado registrado en el video que las autoridades capitalinas pusieron luego en redes: la camioneta que estaciona a las 22:01 y permanece unos minutos a un lado de la acera, la llegada de un hombre con la cabeza cubierta con un casco de motociclista que saca de sus ropas un revólver –evidentemente se trata de un revólver—, duda durante un segundo, empuña el arma con las dos manos, hace cuatro disparos y antes de volverse para huir acciona el gatillo una vez más.

Leonardo Gael recuerda que al llegar al lugar la candidata le pidió que se bajara a checar el domicilio. El 159 era una casa pintada de rosa con un portón de metal, dos ventanas con barrotes y el número pintado encima. No se apreciaba movimiento.

—Parece que es aquí –dijo el conductor.

Esperaron unos minutos.

—A ver, chécate dos casas más allá –le pidió la candidata.

Leonardo Gael caminó hasta el número 157. Al voltear vio venir a un hombre con un casco. Se le hizo raro que su motocicleta no estuviera por ningún lado.

Entonces sonó el primer disparo. Y luego cuatro más.

“Vi que tiraba contra la camioneta. Me agaché por instinto, buscando protegerme. Fueron solo segundos. Pensé: ‘Aquí nos van a matar’. No sabía si el del casco venía solo o había otras personas más. Lo vi salir corriendo y abrí la portezuela de la camioneta. Pensé lo peor, que le habían dado a la señora… que tendría que buscar un hospital o algo. Vi que estaba bien, que estaba agachada, y que el vidrio trasero estaba roto por los disparos.  Pensé: ‘Hay que huir de aquí’”.

Rojo de la Vega escuchó que el chofer le preguntaba: “¿Señora, está bien?”. Ella tardó en reaccionar. Dice que no sabía si le habían dado. Hiperventilaba, sintió las manos dormidas y un mareo.

Al llegar a su casa marcó al 911. No le contestaron. Al poco tiempo llegaron Santiago Taboada, su equipo de campaña, su coordinador de campaña y varios amigos.

Hacia la una de la mañana se presentó en la fiscalía especializada en homicidios, donde rindió su declaración y entregó el papel que la mujer le había dado. Salió de ahí cuatro horas más tarde.

La campaña de mezquindad comenzó en redes sociales a primera hora del domingo, lamentablemente impulsada por mujeres. En esos mensajes, sin prueba alguna, se sembró la idea de un montaje, de un autoatentado. Como todos vimos, venían de mujeres de Morena.

Fue el mismo trato que recibió el periodista Ciro Gómez Leyva luego de que en diciembre de 2022 el blindaje de su vehículo lo salvara de perder la vida. Aquella vez el propio presidente de México sembró la duda.

“O me querían intimidar o me querían matar”, se defendió Rojo de la Vega.

El secretario de Seguridad de la capital, Pablo Vázquez, se comunicó con ella a primera hora de la mañana para poner a un grupo de elementos a su disposición. El fiscal Ulises Lara no tuvo el gesto de buscarla, ni siquiera por tratarse de una candidata en campaña: peor aún, una candidata de oposición.

Le habían pedido que dejara de subir cosas a redes para no entorpecer la investigación: difundir no hacía sino poner sobre aviso al agresor.

Pero las autoridades publicaron el video del ataque sin avisarle, en medio de un linchamiento que habla de supuestas contradicciones entre lo que mostraron las imágenes y su declaración.

“Así que fui violentada y revictimizada. No me informaron de nada. Todo lo fui sabiendo a través de las redes sociales. Es lo que viven a diario otras mujeres: las culpan. Es más fácil culpar que resolver, que hacerse cargo. ¿Por qué no nos dicen de dónde vino el agresor, de dónde salió, por qué calles pasó? No. Solo dan a conocer el fragmento que les sirve evidentemente para construir una narrativa”, explica.

La candidata cree que fue víctima de una trampa. Que la condujeron a un sitio donde fácilmente podrían atacarla. “Las otras cámaras del C5 que están en la calle no funcionan”, denuncia. “Las cámaras de la estación del Metro por donde huyeron el agresor y su cómplice cuando se les descompuso la moto, no sirven por falta de mantenimiento: así que no hay manera de verles las caras. En cambio, para tapar su ineptitud, dan a conocer un video con todo el dolo del mundo”, dice.

En el número telefónico que le entregó la mujer contestó un hombre que casi no podía pronunciar palabra y que dijo no saber nada del asunto. Hasta el momento solo se sabe que el agresor y un cómplice huyeron por Circuito Interior hasta Transvaal, en Venustiano Carranza, que ahí abandonaron la moto y corrieron hacia el metro Oceanía, que luego regresaron en una camioneta verde para recoger la motocicleta descompuesta, y que de ahí salieron hacia el Edomex.

La adversaria en Cuauhtémoc de Rojo de la Vega, la morenista Caty Monreal, se solidarizó con ella, mostró su sororidad y luego la acusó de usar el atentado con fines políticos.

Así que la culpable es ella y vénganos tu voto.

Miseria. Ineptitud, miseria, y mezquindad.

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