Es la batalla entre los que pertenecen y los impostores, entre los que se agregan y los que tienen antigüedad, entre quienes consideran al futbol un deporte universal —que juegan hombres y mujeres— y quienes creen que elsólo debe ser analizado por especialistas en futbol femenil... Es una absurda batalla de géneros y egos.

No era para menos, y no nos culpen: a medida que se gestaba el histórico triunfo, más y más nos fuimos conectando para ser testigos de una impecable exhibición futbolera en California, esa noche de lunes.

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México se impuso (2-0) a Estados Unidos, en la ronda de grupos de la Copa Oro femenil 2024... La primera derrota de las cuatro veces campeonas del mundo, en suelo estadounidense, desde 2000. Tuvieron que pasar 80 partidos para que una selección de Concacaf lo hiciera y, aunque no fue ronda definitiva, fue inevitable comentar (y aplaudir) acerca de lo que vimos.

Parece, desde que se ha consolidado la Liga Femenil en México, que se trata de un deporte del que no se puede opinar si no se es parte del día a día. Por supuesto que desde 2017, año de creación de esta cada vez más atractiva Liga, han surgido especialistas (hombres y mujeres) calificados para desmenuzar y analizar cada aspecto, pero a la par nació una especie de movimiento para descalificar, no sólo a quienes descalifican, sino también a quienes se nos etiqueta como “improvisados”.

Confieso mi especial nerviosismo cada vez que se me asignó, como analista, algún partido femenil. Inevitablemente, uno siente que le apuntan los cañones de la equidad (no igualdad), del machismo, de la misoginia, de la ignorancia. ¿Los errores deben señalarse con la misma severidad que en el futbol varonil?, ¿los aciertos pueden compararse?, ¿es válido proponer ajustes ante ciertas desventajas?, ¿la enorme diferencia en antigüedad de ambas Ligas debe ponerse en consideración?

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Y es que un mal control de balón, un mal pase o decisión básica incorrecta, un disparo que se escurre entre las manos, la falta de visión periférica o un deficiente fildeo, son errores universales. Sin embargo, es indiscutible que en nuestro país ha sido un reto social y familiar, desarrollarse como futbolista femenil. Abundan las historias de mujeres que se rebelaron y hoy han superado enormes obstáculos.

El futbol femenil y su Liga en México han crecido de manera admirable en estos años, pero no podemos ocultar la enorme diferencia que existe en el presupuesto de quienes han logrado coronarse, o al menos llegar a la final, en los 12 torneos que se han disputado: Tigres (seis títulos, nueve finales), Monterrey (dos), Chivas (dos), América (dos) y Pachuca, y el resto de las competidoras. Por lo mismo, se han dado goleadas de ocho, nueve, 10 y hasta 12 goles en este tiempo. Ojalá pueda existir mayor paridad a corto plazo.

Es una lástima que los éxitos de la Selección Femenil Mexicana y la Liga Femenil MX generen tanta polaridad y conflictos. Ni le pertenece a un sector, ni hay impostores... No es exclusivo de aquello (a) s que las siguen día con día, porque si el futbol es universal, no hay distinción de géneros. Dejemos esta absurda batalla de egos.

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