Tlalnepantla, Méx. - Cerca de 40 mil artesanos de Villa de Allende viven en una economía de subsistencia, por lo que reclaman ser escuchados, señaló Arturo Piña , alcalde de ese municipio boscoso, ante integrantes de la Asociación de Empresarios y Colonos del (Asecem).

En tanto, a las tejedoras, bordadoras y creadoras de piezas artesanales llegaron a exponer sus productos ante asociados de la Asecem, luego de vivir dos años de pandemia sin poder vender sus creaciones.

En Villa de Allende, de acuerdo al último Censo Nacional de Población, hay 63 mil habitantes, 50% son mazahuas y la mayoría son artesanos y artesanas que tienen que trasladarse a otros municipios turísticos como Valle de Bravo para vender sus productos o entregarlos a intermediarios que malbaratan su trabajo, indicó el alcalde.

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Pese a que el trabajo artesanal es de alta calidad y les lleva muchos días en hacerlo, en México la mayoría de los clientes “regatean” el precio, pese a que su valor es invaluable, lamentó el presidente municipal.

Villa de Allende es un municipio boscoso, productor de aguacate y recientemente refugio de la mariposa monarca, por lo que están buscando ante la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat) el reconocimiento como un nuevo santuario, toda vez que esta temporada que termina en marzo llegaron 30% más palomillas viajeras procedentes de Canadá, apuntó el alcalde en entrevista.

Tras la pandemia las artesanas buscan ventas

Mientras bordaba un camino de mesa, que le lleva 20 días en terminarlo, Guadalupe Felipe Santiago, una mujer mazahua indicó que planeaba venderlo en 600 pesos, mientras ofrecía servilletas y bolsas bordadas.

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Cerca de 40 artesanos de Villa de Allende, Jiquipilco y Temoaya llegaron al hotel Crowne Plaza Tlalnepantla, que fue sede de la sesión de Asecem a ofertar sus productos, pero pocos lograron vender porque la mayoría de las empresarias que se acercaron pedían terminal electrónica para pagar con tarjetas bancarias o hacer transferencias electrónicas, “pues ya no cargamos dinero”.

Solo alguna joven artesana respondió que sí traía su tarjeta Coppel y logró hacer algunas ventas e incluso apoyó a sus compañeras para recibir pagos en su nombre.

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asgs

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